La Transformación del Conflicto

Por Pablo Salvador González Calvo.

Transformación. Una palabra que nos invoca temor, miedo, incertidumbre, amenaza. Esta palabra ha sido “posicionada”, al menos en nuestro país, en el baúl de la incomodidad, de lo mal visto, de la rebeldía, de la anarquía. Vivimos en un país totalmente conservador, donde todos somos cómplices de un circulo viciosa que nos afecta terriblemente a todos. Ahora bien, extrapolaremos esa “perversa” palabra al campo de los conflictos como el autor del texto El pequeño libro de Transformación de los Conflictos, Ph D. John Paul Lederach, se ha animado a hacerlo.

El conflicto siempre ha sido y será, una constante de las relaciones humanas que nos adentra en una dinámica incluyente de cambio, de crecimiento, de desarrollo. Es por eso que debemos ampliar nuestra percepción sobre los conflictos y dejar de estigmatizarlos como fuente de violencia, odio, resentimiento y dispuestas. Es cierto que los conflictos pueden presentarnos esas o más situaciones o “respuestas”. Sin embargo, también contamos con innumerables beneficios intrínsecos que los conflictos conllevan. Por ejemplo, una relación de amistad puede, o debe, presentar continuos conflictos derivados de diferentes acciones o motivos que pueden terminar en dos vertientes: potencializar o destruir la relación. Todo depende del “enfoque” o camino que queramos tomar.

Por lo tanto, podemos decir qué, la transformación del conflicto es una oportunidad invaluable para incitar un cambio positivo, más justo, más comprensible, más humano. Es decir, convertir una situación incómoda para una parte en una situación satisfactoria y agradable para todas las partes relacionadas. John Lederach menciona que la transformación de conflictos es “visualizar y responder a los flujos y reflujos de los conflictos sociales, como oportunidades vitales para crear procesos de cambio constructivo que reducen la violencia, incrementan la justicia en la interacción directa y en las estructuras sociales, y responden a los problemas de la vida real en las relaciones humanas”.

Entonces, si concebimos a la vida como un proceso dinámico e incluyente, ¿por qué no considerar a los conflictos de la misma manera? ¿Por qué nos es tan difícil reconocer que los conflictos son una valiosa oportunidad de cambio y continua mejora? ¿Por qué creemos que los conflictos son situaciones de “matar” o “morir”? La respuesta que puedo ofrecer es la siguiente: si no somos capaces de ver todo el panorama, contexto, magnitud y trascendencia del conflicto en cuestión, no podremos enfocar toda nuestra atención y energía en un cambio productivo y satisfactorio para ambos lados del conflicto. También existe la posibilidad de ser egoístas, subjetivos, irracionales y viscerales. Estaremos transformando el conflicto de igual manera, pero sería un cambio muy negativo donde no existen “victoriosos” y “derrotados”, todo somos perdedores.

¿Cuántas veces en la historia de la humanidad hemos contemplado la destrucción de pueblos y naciones enteras debido a “malentendidos” o conflictos mal encaminados? Así como los seres humanos somos capaces de lograr las cosas más increíbles y desarrolladas, también somos capaces de los peores actos de barbarie e incivilidad que la tierra ha presenciado. Si enfocamos nuestra atención, energía y voluntad a todas aquellas acciones que detonen cambios benéficos, que sean incluyentes con todos los involucrados, que fomenten la justicia y equidad, que promuevan el bien común por encima del beneficio de unos pocos, estaremos incitando a una verdadera transformación del conflicto que no comprenda solamente de “soluciones” parciales y tergiversadas.

Desde chicos somos instruidos, quizá de forma equivocada, a entender el término “solución” como la palabra, hecho, acción o estatuto que responda universal e irrevocablemente a algún conflicto o situación que se nos presente. Y es cierto, existen las ciencias exactas que nos plantean situaciones donde no existe lugar para una gama de respuestas verdaderas, sino para una la solución que nos permita comprender y satisfacer complejos planteamientos. Sin embargo, extrapolar dicha filosofía excluyente al ámbito de los conflictos puede traernos consecuencias desastrosas, ya que al contar con la intervención y participación de muchas actores y además que, cada elemento involucrado puede tener diferentes necesidades, posiciones e intereses a los otros, vemos como la aplicación de una respuesta única, inamovible y satisfactoria para todos los lados en dispuesta no funciona correctamente para todos.

Entonces, ¿por qué decimos que la transformación del conflicto es más adecuada que resolución o gestión del conflicto? Dicha respuesta podemos responderla, según mi punto de vista, con una cita del texto El pequeño libro de Transformación de los Conflictos que llamó mi atención: “En lugar de ver a la paz como un estado final estático, la transformación de conflictos concibe la paz como una cualidad en continua evolución y desarrollo de las relaciones”. Mientras gestión o resolución de conflictos, la mayoría de las ocasiones, conciben a la paz como un estado estático o meta final que debe perdurar por siempre, la transformación de conflictos nos presenta un enfoque “más humano”, de constante cambio, de evolución, de constante mejora. Es por eso que la transformación de conflictos se convierte en una herramienta muy útil en la vida de las personas, ciudades, naciones o ideologías.

Así pues, debemos romper los paradigmas sociales, políticos y humanos que plantean a la paz o ausencia de hostilidad como la solución o etapa final que todo conflicto debe alcanzar. Al contrario, debemos ver a la paz como el inicio de un proceso dinámico e incluyente que tiene por objetivo una constante renovación en aras de medidas más justas, benéficas, incluyentes e innovadoras. La paz debe ser vista como una pequeña planta, y que si queremos verla florecer y cosechar algún fruto, debemos cuidarla constantemente, alimentándola cuando necesite nutrientes, protegiéndola ante las inclemencias que se puedan presentar, realizando “cambios” cuando algo vaya mal. Es pues, un proceso que involucra a todos y a cada uno de nosotros, de nuestras ganas, de nuestros conocimientos, de nuestra voluntad y ganas de superarnos como ser amigos, alumnos, maestros, profesionistas, ciudadanos, humanos, etc.

Entonces, ¿qué podemos hacer para transforma un conflicto cuando se nos presente? La respuesta, como lo hemos planteado anteriormente, no puede ser contenida en una o dos líneas de texto, ni en una serie de instrucciones ni mucho menos en una persona. Es por eso que existen muchas recomendaciones y maneras diferentes de encauzar un conflicto a una dirección próspera y benéfica, que nos inviten a dejar las percepciones injustas e imparciales, a dejar nuestra “óptica” interesada a favor de una justa y humana, de comprender el contexto total del conflicto y proponer situaciones que pidan la atención y compromiso de todos, de ignorar nuestros sentimientos envidiosos y ególatras que tanto nos separan de la humildad y sensibilidad que requieren los diferentes conflictos que se nos presentan. Es pues el primer paso hacia un cambio “diferente”, que nos plantee, de forma enriquecedora y creativa, los distintos caminos que nos lleven por un pasaje equilibrado y armónico para todos nosotros.

Es por todo lo anterior que, a partir de ahora, contaré con una nueva percepción de los conflictos. De ahora en adelante los apreciaré como lo que son: oportunidades para mejorar, para crecer. Claro está que la vida es un largo proceso de aprendizaje y reflexión, que minuto a minuto contamos con muchas oportunidades para seguir creciendo como persona, como profesional, como amigo, como pareja, como miembro de una sociedad cambiante. Si todo a nuestro alrededor, desde la enormidad de nuestro sistema solar hasta la más mínima bacteria unicelular, está bajo constante cambio. ¿Por qué nos aferramos a estados estáticos y sin cambio alguno?

 

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