Reflexiones sobre los movimientos feministas

Por: Mariana Espeleta

En los últimos años, hemos visto como el movimiento feminista cobra fuerza en muchas partes del mundo ¿Qué es lo que está pasando? ¿Acaso no hemos llegado ya a una posición de igualdad?

A menudo en los pasillos de la universidad y en otros espacios públicos escucho con atención este tipo de preguntas y los debates que se generan alrededor del tema. Muchos y muchas jóvenes tienen claro que la igualdad es una batalla que está muy lejos de haberse ganado: aunque no sea la situación concreta que viven todas las mujeres, en México las estadísticas que nos hablan de la desigualdad son terribles, incluso las estudiantes universitarias, están expuestas a injusticias y peligros por el solo hecho de ser mujeres: violencia de pareja, acoso laboral, acoso callejero, menor salario por igual trabajo y violencia sexual, son algunos de los temas que afectan la vida cotidiana de millones de mujeres de todas las clases sociales.

Además de todas estas causas que no han dejado de estar presentes, en muchas partes del mundo es posible observar que hay tendencias al retroceso. Los derechos que ya se habían conseguido, están siendo desmantelados por grupos políticos ultraconservadores, o populistas, conscientes que los cuerpos y vidas de las mujeres siempre son un botín político con el que se puede negociar ¿Qué quiero decir con esto? Tomemos como ejemplo el caso de los Yihadistas, o del Presidente Donald Trump; ambos han utilizado el discurso del sometimiento e inferioridad de las mujeres como una base para la creación de consensos, particularmente entre una población masculina que necesita reafirmar su posición de poder en la sociedad.

¿Qué pasa?

Como todos sabemos, a partir de mediados del siglo XX, los papeles sociales de hombres y mujeres han cambiado enormemente. Las mujeres arribamos al campo laboral y a la educación profesional de forma masiva. Nos convertimos en  jefas de familia, asumimos un montón de responsabilidades, y con ello hemos exigido también muchos derechos que antes nos eran negados. Por ejemplo, la ley de paridad en México, es fruto de la exigencia por una base de igualdad para contender en los espacios de representación política. En todo este movimiento, el papel tradicional de los hombres como jefes, líderes, proveedores, tomadores de decisiones, etc. se ha ido desmoronando sin pasar por una reflexión colectiva, que lleve a redefinir los límites, roles y nuevas posibilidades de la masculinidad. Esta indefinición, ha sido vivida por varias generaciones de hombres como una verdadera amenaza a su lugar en el mundo. Quizá esto explica en parte, la virulenta reacción que tienen algunos ante el avance de los derechos de las mujeres, o incluso ante la manifestación pública de posturas en pro de la igualdad y en contra de la violencia sexista. Como ejemplo, pueden observarse los debates en las redes sociales o los comentarios que se expresan por el público cuando una mujer denuncia algún tipo de abuso o violencia: a menudo encontraremos insultos, amenazas y críticas sin fundamento.

En un contexto local y global como este, no es de extrañarse que haya una reacción colectiva de mujeres, sobre todo porque gracias a internet y las redes sociales es posible conocer de inmediato aquellos sucesos que ocurren en diferentes partes del mundo, y también es más fácil organizar campañas, acciones colectivas y difundir mensajes de indignación y resistencia: las redes están llenas de estos contenidos, expresados de formas creativas, humorísticas, o combativas.

Sin embargo, es muy importante recalcar dos cuestiones fundamentales: la primera es que todo este movimiento mediático, es solamente el reflejo de lo que sucede en la calle y las acciones concretas de los movimientos que exigen igualdad, justicia y respeto para las mujeres. En México podemos observar la cada vez más creciente participación de una sociedad civil organizada que exige alto a la violencia, alto al acoso, derechos sexuales y reproductivos, entre muchos otros.

En segundo lugar que estos movimientos no son solamente de mujeres para mujeres: muchos hombres también han comprendido la necesidad de repensar su posición de privilegio masculino como una forma de control social que también les ha negado derechos y posibilidades de crecimiento personal, imponiendo como atributos obligatorios la agresividad, la competitividad, el control de las emociones, la propensión al riesgo, entre otras características que han producido daños personales y sociales.

Una de las cosas que disfruto más de mi trabajo la universidad, es el contacto con generaciones de jóvenes que están más dispuestas y dispuestos a cuestionar los roles de género y reconocer la necesidad de un cambio profundo en las estructuras de dominación y poder que asignan posiciones sociales a partir del hecho biológico de nacer con un cuerpo sexuado.

Creo que estamos en un momento clave para informarnos y formar parte de un movimiento de liberación humana que es decisivo para transformar la realidad del mundo. Este movimiento se llama feminismo, y quiero terminar aclarando –porque siempre me lo preguntan- que “feminismo” es anterior al término “machismo”. No es “lo mismo pero al revés”. El feminismo surge en el S. XIX con los movimientos de mujeres por el derecho al voto, y a partir de allí el concepto ha evolucionado en muchas tendencias, pero es un término reconocido como parte de la teoría social. El término “machismo” surge (como lo entendemos hoy) de forma imprecisa por allí de los años 70 del S. XX, pero es un término más bien coloquial, que tiene sentido solo en las lenguas romanas. El término correcto sería “sexismo”, y no… no es lo opuesto al feminismo.

 

 

Las simplificaciones de un simplificador. Ideas a vuelo de pájaro

Autor: Enrique Luengo González, académico del CIFOVIS e interesado en temas de Complejidad

Hace unas semanas tuve la oportunidad de asistir al Primer Congreso Mundial sobre Pensamiento Complejo cuyo tema era el pensar posibilidades o alternativas de respuesta para los problemas globales que enfrentamos los habitantes de nuestro deteriorado planeta. Sin rodeos, se puede decir que se invitaba a pensar complejamente, lo que se opone a pensar simplificadamente. Pensar complejamente es, entre otras cosas, abrir una serie de vías nuevas que nos conduzcan a actuar a los humanos teniendo presente nuestro destino común, es un hecho que ningún país o región del mundo se salvará sólo, tal como está quedado demostrado con los problemas derivados de gases invernadero, los flujos migratorios, las amenazas nucleares, el deterioro o agotamiento de los mantos acuíferos, la contaminación galopante de la atmósfera y los mares, entre otras cosas. Por ello, el concebir a la humanidad con un destino común invita a los acuerdos, a la cooperación humanitaria, a la solidaridad, el respeto al derecho internacional, etc.

Paradójicamente, en lugar de avanzar en nuevas y creativas soluciones así como acuerdos colectivos para responder a los desafíos mundiales como los anteriormente mencionados encontramos ideas y políticas que van de regreso a viejas y mal logradas respuestas. El ejemplo más patético es lo que ahora está sucediendo en Estados Unidos de Norte América, que en lugar de asumir los problemas en su complejidad, se simplifican la formulación de los problemas, con lo que, a su vez, se simplifican sus respuestas.

Lo que pasa con las pobres argumentaciones en nuestro vecino país del norte es revelador. La simplificación consiste en pensar en que medidas draconianas y prohibitivas de la migración ofrecerán mayor seguridad al país, cómo si el país fuera un sistema cerrado y sus propias medidas no incrementaran la beligerancia y violencia de los grupos radicales internos o externos contra sus propios habitantes, instituciones o empresas. También, es una simplificación el pensar en la migración mexicana o centroamericana sin papeles como delincuentes o criminales; pensar que la disminución de las regulaciones medio ambientales para la industria facilitaría el desarrollo económico (la naturaleza se deteriora y ello tiene costos económicos con el tiempo); pensar que una simple medición de las transferencias comerciales (importación/exportación) puede medir el complejo intercambio económico entre dos naciones pues se tendría que considerar lo que aportan los trabajadores explotados y sin seguridad social en aquel país, las ganancias de las corporaciones y empresas de servicio que se transfieren de México a EU, la balanza del turismo entre los dos países, los científicos y técnicos formados en México que ofrecen sus servicios en el país donde no recibieron su educación, etc.-.

Pudiéramos añadir que es una simplificación pensar que los hombres y mujeres “exitosas” económicamente, fungirán como políticos igualmente “exitosos”; que la situación del conflicto de medio oriente se solucionará escuchando o apoyando a una sola de las partes; que quien tiene poder político o económico define el rumbo de los no “exitosos”; que el cambio climático es una mentira de otros países para limitar la industria norteamericana. En fin, es una rotunda simplificación pensar que la verdadera realidad es la que yo percibo y que los que no piensan lo mismo que yo están equivocados.

El pensamiento simplificador tiende a dicotomizar, a polarizar, a ser maniqueo, tal como lo suele hacer el populismo. De esa manera, se suele movilizar a la población cuando se sienten estancadas o deterioradas en sus expectativas. El populismo trabaja particularmente en esos casos a partir de la violencia simbólica, es decir, mediante el acoso –acoso a lo latino, acoso a lo musulmán, acoso a los productos no “Made in USA”, acoso a las empresas que producen fuera del país, acoso a las lenguas extranjeras, etc.-. En una palabra, acoso a lo diferente.

 

Ciudadanía plena desde la Universidad

Por Montserrat Narro Ibargüengoitia, miembro del colectivo Másde131 ITESO y estudiante de Relaciones Internacionales ITESO.

Dentro de la sociedad, todas las personas tenemos roles. Un papel que jugar. O eso es lo que hemos construido y nos han enseñado. Estos roles, como el de “ama de casa”, “estudiante”, “burócrata”, “profesor” nos definen y encasillan según nuestra actividad principal. De igual manera, se clasifica a la ciudadanía que participa en alguna lucha social como “activistas”.

¿A qué nos solemos referir con eso? A personas que trabajan por la colectividad, que hacen suyos los temas de los demás, independientemente de su otra casilla de docencia, oficinista, alumnos, alumnas o lo que seamos.

Más allá de participar en una lucha social o trabajar por una causa (ser “activista”), se trata de ser ciudadanos y ciudadanas completas, que además de su actividad  son conscientes de que pertenecen a una sociedad que necesita que nos involucremos.

Yo no me considero a mí misma una luchadora social, ni una activista, y me opongo a que se me clasifique de esa manera, como si fuéramos un grupo social aparte.  Eso no debería definirnos solo a un grupo pequeño de estudiantes en una universidad, o a algunos vecinos en cualquier colonia, o a las redes de colectivos de la ciudad. Debería de definirnos a las personas. El apropiarse de la ciudadanía, de los espacios, de los temas que nos afectan a todas las personas (en distintos grados) debería ser una constante.

Dentro del colectivo en el que participo (Colectivo Másde131 ITESO) buscamos eso, la politización de la Universidad. Politización entendida como tomar parte de la política, de los asuntos de la ciudad (polis) que son de todos/as. Hacer crítica y uso de lo público.

Como estudiantes universitarios tenemos un espacio de oportunidad privilegiado. Según la Encuesta Nacional de la Juventud 2010, de los más de 36 millones de jóvenes que somos en México, solo el 18.75% accede a la educación superior, ya sea en licenciatura o posgrado. Y el porcentaje se reduce si hablamos de estudiantes de universidades privadas.

Somos el 18.75% mejor preparado, con habilidades profesionales y académicas que nos permiten mayor comprensión de lo que sucede a nuestro alrededor. Tenemos las herramientas para analizar y proponer, crear proyectos y llevarlos a cabo.

A esto, sumémosle la cantidad de información que tenemos disponible. Internet y las redes sociales nos bombardean a diario con notas de periódicos, cifras, datos. Miles de publicaciones que buscan interpelarnos y movernos.

¿Cómo no tomar parte en ese remolino? Y a estamos dentro, ya nos afecta, ya nos mueve, queramos o no. El aumento del precio de la gasolina, la inseguridad, el dólar cada vez más caro, la falta de servicios públicos, todo eso ya nos toca. La cosa es tomar responsabilidad en ello, darnos cuenta de que se puede hacer algo al respecto, desde la casilla en la que juguemos. En nuestro caso, desde la Universidad a la que asistimos, y que debe ser el primer espacio de formación y reflexión.

 

“Vivir sin violencia es un derecho”

Por: Red de Género del ITESO

Hace años y aún ahora, por desgracia, mujeres que caminan solas, “sin un hombre” por las calles, reciben múltiples miradas de varones, desde las que desaprueban “tu forma de vestir”, hasta las que “prácticamente te desvisten con la mirada”, llenas de contenido marcado por la creencia en que las mujeres “deben ser” o “deben comportarse” de acuerdo a como lo marca su pertenencia a su género: sexys, bonitas, recatadas, maternales, tiernas y un largo etcétera que define “ser femenina”.stencil

En muchos casos, esta invasión al espacio íntimo y vital de las mujeres, no se detiene ahí, sino que muchos de ellos se atreven a soltar una frase, la mayoría de las veces con contenido sexual dirigida a alguna de las partes del cuerpo de las mujeres: “Qué senos tan lindos”, “en esa cola si me formo”, “por qué tan solita”, “mamacita”, y uno escuchado recientemente: “chichis pa’ la banda”. Es un repertorio extensísimo que fácilmente se puede recopilar en cualquier lugar del mundo donde distintas formas de acoso sexual se presenten.

¿Y qué hacen las mujeres? Algunas enojarse; a otras se les enrojecen las mejillas; hay las que se apenan tanto que rompen en llanto; algunas otras se tuercen el tobillo porque estaban nerviosas y caminaron más rápido, casi corriendo para alejarse; están las que decidieron que no volverían a salir solas a la calle; las que se intentaron convencer a sí mismas que esto era algo “normal” o “un juego”; las que creen que deberían estar muy sexys para gustarle a los hombres y que no importaba si les sucedía a ellas o a otras. Esta violencia va in crescendo y tiene la misma lógica: el desprecio por las mujeres y por lo que ellas son y sienten: son personas y no objetos.

El movimiento de mujeres a nivel nacional e internacional logró que estas formas de violencia y otras fueran reconocidas en tratados internacionales y leyes nacionales. Sin embargo, estas violencias son recurrentes: las mujeres y niñas reciben acoso en las calles, en las escuelas, en el transporte y espacio público y aun en los espacios privados.

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Como colectivo Red de Género del ITESO -conformado por estudiantes, maestras y maestros de asignatura, así como por académicas y académicos que nos reunimos de manera voluntaria en nuestros tiempos libres-, manifestamos nuestra indignación porque estas situaciones de acoso y amedrentamiento hacia las jóvenes y niñas preparatorianas (lo sucedido en Vive ITESO los días 24 y 25 de octubre), se presenten en el campus, y que quienes las realizan sean estudiantes universitarios de formación jesuita, con vocación de transformación y sensibilidad social.

Pocas personas al interior del ITESO desconocen que esta práctica de acoso en el campus se ha venido realizando sistemáticamente cada año, en las mismas fechas en que las preparatorianas nos visitan como parte de las actividades de promoción de la institución, con la idea de ser para ellas una opción para sus estudios universitarios. La repetición no hace que algo sea correcto, y considerar estos actos como “tradición”, no los exime de ser actos de acoso y violencia. Como integrantes de la comunidad universitaria y de la Red de Género, nos manifestamos a favor de evitar que este tipo de actos se sigan presentando.

En épocas anteriores, las mujeres y niñas tenían que soportarlo al no contar con ninguna herramienta legal que les permitiera su defensa, pero este no es el caso actual: México ha signado los tratados internacionales en la materia: la Convención para Eliminar Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) y la Convención para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención Belém do Pará).

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A nivel federal, México cuenta con la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (2007) y con la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres (2006). Por su parte, el estado de Jalisco promulgó la Ley Estatal para la Igualdad entre Hombres y Mujeres (2010), y la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia del Estado de Jalisco (2008). Estos instrumentos jurídicos definen que: “…Violencia contra las Mujeres es: cualquier acción u omisión, basada en su género, que les cause daño o sufrimiento psicológico, físico, patrimonial, económico, sexual o la muerte tanto en el ámbito privado como en el público”.

De la misma forma se define al acoso sexual “…como una forma de violencia en la que… hay un ejercicio abusivo del poder que conlleva a un estado de indefensión y de riesgo para la víctima, independientemente de que se realice en uno o varios eventos”.  En este contexto legal, estos actos son violatorios de dichas leyes, ya que transgreden los derechos de las mujeres jóvenes y niñas contenidos en ellas.

Ante ello, instamos a las autoridades, docentes y alumnado del ITESO, a generar las acciones correspondientes para que no se repita cualquier acto violatorio de los derechos humanos de las mujeres en la universidad. Por lo tanto, deben quedar plasmadas en el reglamento interno de esta escuela acciones contundentes para la prevención, atención y sanción a quienes incurran en este tipo de conductas y a quienes las fomenten.

Es necesario impulsar una cultura de respeto a los derechos de las mujeres en la universidad, ya que vivir sin violencia es un derecho, y el respeto mutuo incide en una sociedad más democrática, más solidaria y más incluyente. Porque sino, ¿qué futuro nos espera como sociedad si las y los profesionales de esta universidad no egresan con esa formación de respeto por los derechos de las personas más vulnerables, como en este caso jóvenes y niñas?

El ITESO, como en ocasiones anteriores,  puede ser punta de lanza en acciones positivas para la libre convivencia  entre hombres y mujeres, creando un espacio libre y seguro para las mujeres que día a día estudian y trabajan en la universidad.

Si deseas sumarte a este colectivo o recibir más información, escríbenos a generos@iteso.mx