El sentir-saber de nuestros ancestros (Tercera parte)

¿Por qué los campesinos e indígenas son sabios a pesar de no conocer la universidad ni los libros? Por eso, porque no perdieron el vínculo, aprendieron a escribir con el arado y a leer con las estrellas lo que la madre tierra les enseñó y compartió en diversas formas.

Por Rodolfo González Figueroa rodorganico@hotmail.com

En su cotidiano estar-siendo, en su permanente convivencia con lo no humano (tierra, plantas, animales, agua), los y las campesinas e indígenas del mundo tienen mucho que compartirnos a las sociedades actuales. Animados por impulsos más que por razones,  enclavados en barrancas, laderas o montañas -donde la colonización y neocolonización no ha llegado tan salvajemente- mantienen la sabiduría y la unidad en reciprocidad y complementariedad con su entorno físico, biológico y cósmico. Son custodios del equilibrio, la espiritualidad, las semillas, los saberes, los sabores, la salud, el bien-estar colectivo.

Foto por Karenina Casarín
Foto por Karenina Casarín La vida moderna está colmada de ruidos humanos, que nos tienen desvinculados de la armonía y de los mensajes de la naturaleza. Urgentemente nos hace falta el silencio y sobra el conocimiento porque necesitamos escuchar la sabiduría de una roca, aprender de lo majestuoso de un atardecer, educarnos fuera de espacios antropomórficos, reconocer los mensajes de los vientos, como en  el campo que  contiene otras voces, otras enseñanzas más sutiles y más profundas.

Ahora varias universidades de Latinoamérica están proponiendo y reconociendo la incorporación de los saberes ancestrales en la curricula de las carreras con el objetivo de crear espacios de convergencia entre la ciencia occidental y las ciencias originarias  para que trascienda en el fortalecimiento del tejido social comunitario por medio de proyectos de revalorización de saberes locales, instalando además en la discusión académica el paradigma del Vivir Bien inspirado en el sentimiento de unidad de nuestros ancestros, así como propuestas alternativas de vida a través Agroecología.

Esto por un lado podría funcionar, pero ante ello, yo preguntaría; ¿y si dejamos de asistir y de mandar a nuestros hijos a las universidades y que sea el campo, la propia vivencia en naturaleza y que sea ella quién nos eduque? ¿Por qué los campesinos e indígenas son sabios a pesar de no conocer la universidad ni los libros? Por eso, porque no perdieron el vínculo, aprendieron a escribir con el arado y a leer con las estrellas lo que la madre tierra les enseñó y compartió en diversas formas. Superando eso que muchos académicos ponen de moda en universidades como el diálogo intercultural o inter y transdisciplinario (humanos con humanos), y ejerciendo cotidianamente en cambio un diálogo interespecies es decir, generando aprendizaje por medio de su continua y profunda relación e interrelación con otras especies más que humanas.

Ancestros mayas y andinos han augurado un “renacimiento”, un “despertar” de la humanidad por estos tiempos ¿cómo animamos este renacer en nuestro contexto social local? Hay quienes aseguran que el cambio es a nivel personal y desde nuestro interior, la verdad se esconde dentro de nosotros, hay que buscarla y abrazarla. Pero también, podemos contemplar el alba, el ocaso, deslumbrarnos con el manto estelar y sentir que también a ese nivel está habiendo muchos cambios que sin duda estimulan el propio.

La gente campesina con quienes trabajamos-convivimos  igual está percibiendo muchos cambios tanto a nivel climático como emocional. En constantes pláticas informales me doy cuenta de ello. La perspectiva se polariza. Por un lado hay quienes ven en la modernidad la mejora y el progreso. Pero son mayoría quienes están, desde su memoria, retomando o buscando esos saberes, esos “códigos” identitarios que hacen revalorizar el “tiempo de antes” y añorarlo. Como asegura Silvia Ribera Cusicanqui, indígena y socióloga Chilena, “estamos oprimidos pero no vencidos”.

En la memoria colectiva y genética conservamos lo útil para despojarnos de la subordinación imperial e ir reconstruyendo nuestro conocimiento local no contaminado con la visión antropocéntrica-eurocéntrica que tanto ha colonizado nuestro ser, nuestro saber y quehacer. La pregunta aquí es ¿cómo interpretar nuestra realidad, reconocer al ser humano integral que fuimos-somos si la mayoría tenemos instalados anteojos conceptuales que nos colocó el colonizador? Es necesario romper los códigos provenientes del saber hegemónico y desde luego, quebrar esos anteojos o no, mejor reciclarlos de alguna manera.

El pretérito es el futuro. Segunda y última parte.

Texto y fotos por Rodolfo González, joven campesino. Ingeniero en Recursos Naturales y Agropecuarios, con orientación en Agricultura Sustentable. Miembro de la Red de Alternativas Sustentables Agropecuarias [RASA] y trabaja en el Centro de Apoyo para el Movimiento Popular de Occidente (CAMPO A.C.).

Al siguiente día: Resplandece la  quietud de Tetapán al medio día. Por la calle bolsas de plástico circulan en círculos fugaces y desaparecen con el viento. Nadie camina en esa soledad pues es “Pueblo de Viejos” según dicen los mismos abuelos en una de nuestras reuniones.

Cuando llega el jueves, día de reunión de ancianas y ancianos, es cuando se ve gente en la calle. Es que al medio día en esta comunidad el sol quema, los pocos jóvenes que quedan se van a  trabajar a La Primavera, Bioparques y Desert Glory, empresas agroindustriales establecidas en la región. Sólo se ven llegar los camiones distribuidores de Coca-cola, Sabritas, Sonric´s, Marinela que dejan tras de sí exhibidores llenos de chatarra, provocan bolsas vacías y abandonadas de las comerciantes y amenazan la salud de las personas.

“Poca gente, cada vez menos. Este pueblo pronto será fantasma” Presagia con tristeza Don “Chayito” mientras desgrana con sus manos callosas, curtidas de tierra, unos molcates* que su hija le dejó en aquella carretilla bajo el mezquite, ese que quedó mutilado por el Huracán Jova.

En cambio Don José, opina distinto, el piensa que Tetapán no quedará solo. Imagina que quizá pronto los aguacateros y el aguacate les dará trabajo a los jóvenes, intuye que aunque sea gente de afuera, principalmente michoacanos tendrán trabajo para que no salgan a las Agroempresas  y pueda mejorar la economía familiar y los jóvenes quedarse. Pero, de pronto Don José, hace una pausa…” ¿Quién entonces va sembrar el maíz y agarrar el arado? ¿Quién continuará cuidando la semilla y haciendo la labor como nosotros? A nadie le interesa”. Don José se confunde, mira al piso, cierra los ojos y se los talla con aquellas manos, evidencia de todo un esfuerzo por cuidar la tierra y los maíces.

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