Acá en la sierra

Por María José Pérez Cuétara, estudiante de Diseño y miembro de nuestro PAP Procesos Educativos Indígenas en la sierra huichola, quien nos comparte su experiencia sobre sus primeros días en la sierra wixárika.

Cuando llegamos, no teníamos idea de que fueran a señalarnos como “mestizas”. Nos imaginábamos que la casa sería un cuarto pequeño sin mayores comodidades y también creímos que adaptarnos sería fácil, que todos nos recibirían con los brazos abiertos. Pero fue al revés. La casa es sencilla pero es más de lo que necesitamos para estar cómodas, y la gente es amable pero al mismo tiempo creemos que es hermética a lo exterior, o sea, a nosotras.

Copia de DSCN9096Lo primero que nos impresionó fueron los paisajes de la sierra y las tortillas. Después, conocimos la secundaria Tatuutsí Maxakwaxí, y todo se volvió real: daríamos clases en una escuela wixárika. Por la tarde, nos citaron para presentarnos formalmente con los profesores, pero nos desanimamos un poco ante lo que sentimos como “frialdad” con la que recibieron nuestra llegada. Todos hablaron en wixárika y nosotras no entendimos nada. Fue hasta el final del día que el subdirector, Fermín, nos agradeció habernos atrevido a dejar la ciudad y viajar doce horas para pasar un semestre completo con ellos. Después de estas palabras, nos quitamos la primera impresión y comenzamos a sentirnos bienvenidas.

Al principio, los señores eran los que más se acercaban, casi siempre para invitarnos a las fiestas. En una probamos el tejuino, que no es como el de Guadalajara, sino una versión tradicional de cerveza y más que eso, es una bebida muy especial para ellos. Para hacerlo, se siembra el maíz y se deja germinar unos días, hasta que broten las primeras ramitas verdes. Después, se saca el maíz de la tierra para dejarlo secar al sol, y por último, se deja fermentar en agua y se cocina un día y una noche entera. Cuentan que sólo es una persona la que puede prepararlo, pero la familia se solidariza y también se queda despierta día y noche para acompañarla. El sabor es medio amargoso, pero se acompaña muy bien con tamales y fruta.

Ya en estos últimos días, las señoras son las que sienten más curiosidad por nosotras y nos invitan a comer o se ofrecen para resolver cualquier problema que se presente. Así conocimos a Lorenza, mamá de una de nuestras alumnas. De la nada, nos dijo que quería ser nuestra amiga y nos invitó a pasar la tarde a su casa. Nos enseñó los bordados que ha hecho, y no es porque le hayamos agarrado cariño, pero es de las mejores bordadoras que hay en la comunidad. Le pedimos que nos enseñara a hacer artesanías: yo elegí aprender a tejer chaquira, mientras que y mi amiga Jackie, eligió aprender a bordar.

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