Desde el sentimiento

Por Rodolfo González Figueroa, joven campesino que  vive en La Ciénega, Mpio del Limón, donde junto con su padre y dos campesinos más, son miembros de la RASA quienes trabajan la tierra desde un enfoque agroecológico además de dar cursos y asesoría sobre agricultura orgánica.

Es que yo así pienso. O no sé si sea pensamiento pues. Pero, quiero decir, que yo así me expreso. Y con expresar quiero dar a entender que expresarse no sólo es hablar. Entonces me expreso así, a veces, digamos, con el silencio. O con la mirada alegre y con la broma instantánea y constante. Me expreso entonces y muchas veces no con la boca. Pues eso de expresar con la boca nos conduce frecuentemente a meter la pata y soltar palabras de más, de las cuales muchas no son comprendidas por los otros, y las otras.

Entiendo que las palabras son caprichosas, necias, tercas, incontenibles a veces. Entonces, frecuentemente, es sano suprimirlas, ignorarlas, relegarlas para las ocasiones en que realmente son necesarias como para decir basta ante las injusticias o para gritarlas cuando alguien quiere imponer su verdad de manera hegemónica e inhumana.

Vaya, es que en este mundo de ahora, en que el que habla más termina conquistando la realidad o aplastando a las bocas acostumbradas a la cerrazón parlanchina, es necesario buscar alternativas de expresión, diferentes formas de decir “yo soy esto”, “siento aquello”, “me gusta lo otro”. Así busco y me inserto en los modos de manifestar mi sentir mediante el silencio, la sonrisa, la broma y la acción espontánea. Porque ¿qué mejor manera de expresar las inquietudes sino es siendo la realidad del momento, con sus sorpresas, con sus encantos y con su magia? Bajo este entendido uno puede, en determinado momento, soltar un relinchido frenético de caballo tan solo por contemplar y sentir pastar en absoluta libertad a un equino en un campo abierto. Es decir, el encanto del instante como generador de la expresión personal.

Estar en una reunión seria, con expertos en Agroecología, que discuten por seleccionar indicadores de sustentabilidad con conceptos abstractos es aburrido. Pero, si de pronto, yo “profesional” de la ciencia agroecológica, no discuto nada e ignoro esa tendencia técnica a la discusión científica, por estar contemplando la quietud de una araña al tejer su compleja red para atrapar su comida y al maravillarme por esa acción, comienzo a hacer movimientos geométricos con mis manos para manifestar mi sentir de que esa araña nos podría estar enseñando más que las palabras profesionales, ¿sería acaso más trascendente?

No sé si me explico. Pero, es que para mí es muy difícil sumirme en las convencionales y occidentales maneras de expresar el saber, que no el sentimiento. El saber es infinito y muy discutible, debatible. Mi saber, aunque igual al tuyo, es diferente, porque proviene de infinitas interrelaciones con el entorno, los ecosistemas y los seres. Mientras que el sentimiento, por ejemplo, el sentimiento de alegría es el mismo en todo el mundo. Así esta alegría provenga de tener alimentos sanos en casa producidos por la familia o de haber adquirido un coche de vanguardia, el sentimiento de alegría se puede compartir en igualdad. Tú alegre y yo alegre podemos cambiar al mundo. Aunque la alegría provenga de distintas fuentes.

Por su puesto, la racionalidad humana nos hará acabar la fiesta de la alegría. Pues dirá que la alegría proveniente de comprar un coche tiene que ver una visión de mundo materialista, producto del capitalismo y de la escuela occidental positivista que nos hace encontrar la felicidad en lo material, en el tener para ser.

Sin embargo, siento, que en estos tiempos de crisis, crisis multidimensional, también hay otra crisis a la que pocos han puesto atención, y esa es la crisis sentimental. Los sentimientos están siendo reprimidos por las corrientes científicas modernizadoras, que sólo buscan resolver las crisis a través de la racionalidad y a través de la palabra escrita y no de la acción espontánea. Estas corrientes que suponen salvar a los pueblos, las culturas y revalorizar sus principios y concepciones de mundo se presentan en voz de investigadores que viven en ciudades y trabajan en estrechos cubículos de madera artificial extraída de manera clandestina e ilegal de los bosques de comunidades indígenas campesinas.

Por eso es que yo, tercamente, sigo sintiendo que la acción trasciende más que la palabra dicha o escrita. Don Martín días atrás me hablada de su estrecha e íntima relación con su milpa, de su sentimental interdependencia con este sistema, de su humana filosofía de unidad. Mientras me contaba. yo no grababa su discurso ni anotaba palabras clave, ni le tomaba fotos, sino que simplemente me acosté en el suelo, cubierto de zacates, con hartos bichos circulando entre las hojas y otros volando sobre ellas, y con permiso de ellos me eché, respiré hondo y le dije a don Martín: “Tiene razón”, y callé. El se acercó y me convidó un cigarro. Los dos callamos por un buen rato compartiendo satisfacciones y sintiendo la conexión con la Pachamama, mientras el humo que salía de nuestras bocas se fusionaba y se convertía en un diálogo inter, intra, endo y multi. Así nomás.

Don Martín encontró un contemporáneo y yo un maestro del sentimiento.
No faltó la palabra. Nos levantamos cubiertos de tierra y comprendí aún más aquello del estar-siendo-ocurriendo-siempre nomás.

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