Las mujeres de La Huizachera: un destello en la oscuridad

Por: Carmen García Jiménez, miembro del Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario (IMDEC, A.C) en el área de Acción y Participación Ciudadana, acompañando los procesos organizativos, educativos, de participación ciudadana y ambientales de los afectados de la Cuenca-Lerma-Chapala ubicados en los municipios de Temacapulín, El Salto y Juanacatlán. 

La colonia La Huizachera, ubicada en el municipio de El Salto, Jalisco, representa la viva imagen del éxodo de la migración rural a la ciudad. Las condiciones de asentamiento de estas familias en las grandes urbes simboliza el calvario de un destino sin futuro y sin esperanza.

En la búsqueda de mejores condiciones de vida, estas familias un día  abandonaron su parcela y un entorno limpio para llegar a los barrios marginales del asfalto y de la industria donde todo se compra con dinero. 

  • “Tengo 32 años viviendo aquí, soy de Zacatecas. Por falta de trabajo tuve que emigrar. Tengo dos hijas y un hijo, me dedico a vender hamburguesas en un  puesto que está al borde de la avenida principal, desde hace tres años mantengo a mis hijos/as porque mi esposo no vive con nosotros/as. No me gusta vivir aquí, pero no tenemos otra opción. Yo participo en el grupo de mujeres en la construcción de ecotecnias, tengo mi baño seco, y si me apoyan, voy a construir mi cocina ecológica” (Ana, 2011).

Ahora, su destino es pagar con el sudor de su frente por las necesidades más elementales para la vida: vivienda, comida, ropa, educación, salud, y tantas otras necesidades que aumentarán con el paso del tiempo.
La vida para estas mujeres y sus familias ya no será la misma. En esta nueva vida y dinámica en la ciudad, las mujeres tendrán que involucrarse en el rol de proveedoras y en algunos casos como la proveedora principal de su familia. Y ante esta nueva realidad, las mujeres encontrarán siempre una luz en medio de la oscuridad.

  • “Para ganarme unos cuantos pesos vendo churitos de harina, hielitos de todos los sabores, duros preparados con cueritos y una salsa de pico de gallo en la esquina del cuadro de la colonia -como le dicen los colonos del lugar-. Nos hemos ubicado aquí todas las vendedoras, porque esperamos que los niños y niñas de la escuela primaria y del preescolar de los dos turnos salgan de la escuela y consuman nuestra vendimia. Inicio la venta desde las 10 de la mañana y termino hasta las 6 de la tarde para ganarme la cantidad de 170 pesos diarios, y eso  cuando la venta es buena. Después de aquí me voy a la casa a seguir trabajando, preparo todo lo que voy a vender el día de mañana.
    Hasta hace unos días vivía sola con mi hija de 26 años, ahora vive también  mi esposo que llegó hace unos días de los Estados Unidos después de 8 años que dejó la casa. Yo empecé a trabajar después de que mi marido me dejó, tuve que salir a trabajar para mantenerme y mantener a mi hija que desde hace 11 años sufre de convulsiones” (Paty, 2011).

La Huizachera la conforman cinco colonias con altos índices de marginación social, económico y ambiental. Las mujeres, los niños y niñas que habitan las colonias son las personas más vulnerables, expuestas a sufrir el encadenamiento de problemas que genera la pobreza urbana.

  • “Tengo 52 años de edad y viviendo en la Huizachera, 40 años. Me casé con un ladrillero, he trabajado mucho en la ladrillera, a consecuencia del trabajo me amputaron una rodilla y ahora traigo una prótesis. Mi esposo me dejó hace 10 años y desde entonces soy facilitadora voluntaria del grupo de adultos mayores sin recibir nada a cambio. Vivo en una casa que le hace falta todo, drenaje, baño, piso, enjarre, etc.  Ahora quiero trabajar por mí, por eso estuve en la reunión del grupo de mujeres que están construyendo sus baños secos y las cisternas. Espero pronto tener estas cosas que me hacen tanta falta, aunque viva sola, las necesito” (Leonor, 2011).

Los problemas que más enfrentan las mujeres y sus familias son la violencia intrafamiliar, los abusos sexuales, el alcoholismo, la drogadicción, la inseguridad, el narcomenudeo, la falta de empleo, la escasez de agua potable, las inundaciones, la contaminación provocada por las ladrilleras y el canal El Ahogado, que desemboca en el río Santiago, que es uno de los ríos más contaminados de México y que atraviesa toda la zona de la Huizachera; así como también, los problemas de salud derivados de la contaminación ambiental.

  • “Soy nacida en Zacatecas, me vine a vivir a la Huizachera cuando tenía 3 meses de nacida, tengo 48 años viviendo aquí. Mi papá me enseñó a hacer ladrillos y también he trabajado mucho en el campo. Mi esposo es de Oaxaca, el trabaja en la construcción y yo lo apoyo con los gastos de la familia vendiendo elotes, pozole, lavando ajeno, arreglando casas, hago de todo. Yo lo que deseo es tener un terreno para poner una ladrillera porque eso es lo que sé hacer.
    Formo parte del grupo de mujeres y voy a construir mi baño seco porque se que en un futuro no vamos a tener agua, este temporal no llovió mucho y para estos meses el agua ha escaseado” (Mary, 2011).

Así, recorriendo los límites de La Huizachera, he podido ver y constatar una comunidad ultrajada: viviendas con espacios reducidos, llenas de polvo y de escombros; hogares sin futuro, intranquilos, amontonados todos en un mismo lugar; sobretodo, aquellos hogares que se encuentran ubicados en los límites del canal El Ahogado; animales callejeros sin rumbo, jóvenes en las esquinas esperando ser contratados por los narcomenudistas, ladrilleros fumando un churro de marihuana para aguantar el trabajo de sol a sol, adolescentes de catorce años con embarazos múltiples esperando un buen futuro, éste es el  vía crucis de todos los días.

  • “Tengo 56 años, tuve 16 hijos e hijas de familia y sólo me viven 10. Recientemente murió mi esposo, al que cuidé y atendí por mucho tiempo día y noche. Mi vida ha sido muy pesada, después de haber criado a mis hijos hoy tengo que cuidar siete nietos de mi hijo porque mi nuera lo dejó por alcohólico y violento. Lo  he hospitalizado en una clínica de rehabilitación y le he dado de todo para que deje el vicio y él sigue peor. Nos ha hecho vivir un infierno, nadie lo soporta, es muy violento. Se juntó con otra mujer, pero la mayor parte del tiempo está aquí conmigo. He sacado adelante a sus hijos y comida nunca nos ha faltado, pero ahora tengo el problema que el muchacho de 15 años embarazó a una muchacha de 15 años y no sé que hacer. Los puse a trabajar, venden pan y les dan 25 pesos, aunque sea que les sirva para comer.
    En la casa donde vivo también están otras nueras con un puño de chiquillos, ya no cabemos, mi cuarto se los he dejado y ahora duerno en el sillón de la sala. Pero gracias a Dios estamos saliendo adelante. Cuando me contratan para pelar camote me gano mis 60 pesos diarios y con eso comemos todos. Lo que más miedo me da es mi salud, tengo una bola en el cuello que pienso es cáncer, ahora que fui con ustedes a la revisión media a Juanacatlán, no les dije nada a los doctores de esta bola para que no me revisaran, tengo mucho miedo que me digan que es cáncer” ( Victoria, 2011.)

Me pregunto entonces: ¿Cómo se mantiene la esperanza en este lugar y cómo las mujeres sostienen la vida y la esperanza en sus hogares y en la comunidad?

  • “Tengo 14 años viviendo en La Huizachera, trabajo en la escuela de la colonia haciendo el aseo para mantener a dos de mis nietas que mi hija me dejó cuando murió.  Mi hija murió hace tres años de cáncer  en el riñón, ella tenía 26 años cuando falleció, en ese tiempo se había separado de su esposo, así que mi esposo y yo las mantenemos, mi esposo en realidad no tiene buen trabajo, es cargador, pero como sea vamos a sacar a estas dos niñas adelante, eso es lo que espero y mi esperanza es que ellas algún día puedan llegar a ser alguien; sin embargo, me da mucho miedo que a las niñas les vaya a pasar algo por la inseguridad en la que vivimos” (Ofelia, 2011).

Uno de los principales retos en esta colonia es erradicar la pobreza urbana, porque la pobreza en general hace que la gente se desarraigue y tienda a hacer daño a los demás. El desarraigo es lo que genera que se profundice la violencia en todas sus formas.

No cabe duda que en medio de este naufragio, son  las mujeres las que sostienen la vida colectiva en todos los espacios a través de procesos organizativos y participativos.

El Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario A.C. (IMDEC), ha estado  trabajando en La Huizachera de manera sistemática desde el año 2006 con grupos de mujeres, niños y niñas en diferentes procesos de educación y comunicación ambiental.

Las mujeres preocupadas por la vivienda conformaron “El Comité de Mujeres por el Agua”, y han venido construyendo diferentes alternativas ecológicas (baños secos, cisternas, filtros de aguas grises, entre otros) para el buen manejo doméstico del agua. Actualmente, se están organizando para implementar otras alternativas productivas sustentables que contribuyan al mejoramiento de su salud y sus familias.

Mientras que los niños y niñas por su parte, se organizaron y formaron  “La Pandilla Ecologista”. La mayoría de los niños y niñas que integran el grupo viven a no más de cinco cuadras del canal de agua sucia al que no quieren acercarse. Las niñas y los niños son claros al decir que La Huizachera es su casa, el lugar del que no quieren irse, pese a las pandillas de delincuentes, la violencia cotidiana y  las tensiones de la vida familiar, quieren quedarse y mejorarla.

  • “Tengo 10 años, no vivo a gusto aquí, porque está muy contaminado y seguido nos enfermamos del estómago y de la gripa. Tengo unos vecinos que son muy vagos, su mamá a diario les pega y les pone unos gritos,  y eso es todos los días. Es una familia muy violenta, yo creo que los tres niños deben de ir al psicólogo; el de 12 está en la secundaria y ya fuma, el de 8 años está mal de la cabeza, es muy llevado con las niñas, seguido nos escupe sin motivo, y el de 6 años también es un vago y su mamá seguido lo maltrata. Mi abuelita tiene mucho miedo de que nos quedemos solas mi hermana y yo cuando ella sale a trabajar, porque estos vecinos que tenemos son muy vagos.
    Ojalá, todas las personas dejaran de tirar basura y animales muertos al canal  para no seguir contaminando. Yo quiero seguir estudiando, pero no sé si mi abuelita pueda pagar mis estudios porque no tenemos mucho dinero. Hoy participé junto con mi hermana y otra amiguita en la exposición de fotografía “El tesoro que hemos perdido” del  la Pandilla Ecologista y estuve muy contenta participando en el taller junto con las y los alumnos de cuarto y tercero grado de primaria. Quiero formar parte de la Pandilla Ecologista para conocer otros niños y niñas de la colonia y aprender más cosas” ( Yhajaira nieta de Ofelia, 2011).

Los niños y niñas de la “Pandilla Ecologista” reciben talleres de educación ambiental semanalmente, con el fin de explorar caminos en los que  ellos puedan encontrar una vía para que su voz sea escuchada. De manera paralela a las actividades de educación ambiental, los niños y niñas se capacitaron en el manejo de cámaras fotográficas, utilizada como una herramienta de denuncia para que reflejen lo que les interesa de su realidad y  que desean cambiar. Desde 2009 los niños y niñas han tomado cerca de 700 fotografías, y luego de una selección participativa, se imprimieron más de 50 fotografías que integran la exhibición llamada “El tesoro que hemos perdido…”.  Esta exhibición se encuentra viajando por la Zona Metropolitana de Guadalajara y otros puntos del estado desde Agosto de 2011 y finalizará en Octubre de 2012.

  • “Tengo 6 años, lo que pretendemos “La Padilla Ecologista” es que vean nuestras fotos  otra gente que no vive en la Huizachera. A la pandilla nos interesa mostrar las fotos allá, aguas arriba, y decirles que acá abajo hay niños y niñas, cuando sepan que hay niños y niñas, van a dejar de ensuciar. Yo creo que si supieran no ensuciaban, hay que decirles” (José, 2010).

 

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