Veinte años de Patronas… y los que faltan

Por: Mariana Espeleta, Académica Investigadora del CIFS
cifs.iteso.mx

Dice un refrán que “no es lo mismo los 3 mosqueteros que 20 años después”, y en el caso de las Patronas tiene mucha razón. En febrero de 1995, las hermanas Rosa y Bernarda Romero Vázquez habían ido al pueblo a comprar el pan y la leche, y a la vuelta se detuvieron a esperar el paso del tren para cruzar. Siempre venía lleno de migrantes que se amontaban en el techo o se apretujaban en la pequeña plataforma entre vagones, pero esta vez alguien les pidió socorro: “tenemos hambre”, gritaron, “ayúdenos”… y las muchachas les aventaron la bolsa de pan. Su madre, doña Leonila escuchó el relato de sus hijas y aprobó su acción: aunque se tenga poco, hay que compartirlo con lo que tienen menos, es la filosofía de esta familia.

A partir de ese día las mujeres Romero Vázquez se dedicaron a preparar alimentos en sus cocinas particulares, y arrojarlos al tren. Al principio ellas mismas costeaban la comida, pero luego algunas vecinas y comerciantes locales se sumaron a su llamado solidario. Pronto había más mujeres ayudando en la preparación y en la peligrosa tarea de arrojar la comida y el agua a los vagones del tren a gran velocidad, y hubo que organizar rondas de recolección con quienes generosamente donaban provisiones. Pronto las comenzaron a conocer como “las Patronas”, porque así se referían a ellas los migrantes, en referencia al pueblo  Guadalupe de la Patrona, Veracruz. Pero también y no por casualidad a la virgen de la que toma su nombre.

Siguieron así por algunos años, y poco a poco crecía su reconocimiento, pero también tuvieron problemas: Las leyes respecto a la migración tenían grandes imprecisiones que a menudo se prestaban para criminalizar a quienes ayudaban a los migrantes, acusándolos de trata de personas, como fue el caso de Concepción Moreno, “Doña Conchi”, quien en 2005 fue injustamente sentenciada a 6 años en la cárcel por darle de comer en su casa a migrantes centroamericanos. Además, el párroco local no veía con buenos ojos que surgiera una organización de mujeres que sacaran a Cristo de la iglesia, y vivieran el evangelio con el ejemplo, pues las Patronas siempre han hecho hincapié que su motivación viene de su fe y su trabajo es voluntad de Dios, un Dios que se manifiesta menesteroso en el cuerpo de cada migrante que pasa por allí, y ellas lo auxilian, renovando el mensaje de amor que reciben a cambio. Norma Romero, vocera del grupo lo dice cada vez que puede: entre más dan, más reciben… y misteriosamente esto no es sólo metafórico: En su cocina se multiplican los panes.

El parteaguas vino en el año 2005, cuando un documental llamado “de Nadie” que relata el paso de los centroamericanos por México, dirigido por un misterioso equipo de estudiantes desconocidos, ganó un premio internacional y de pronto ¡zaz! Las Patronas –a pesar de que el documental no se dedica a ellas- Se robaron el corazón de miles de espectadores en México y en el mundo, y de pronto les comenzaron a llegar voluntarios, donadores, reporteros, políticos, artistas, curiosos… y se dieron cuenta de la magnitud del lío en el que se habían metido: tenían mucha responsabilidad. Por supuesto, no se achicopalaron, finalmente ellas estaban allí por algo más grande que ellas mismas, y con igual determinación con la que habían emprendido la pequeña tarea de preparar algunos lonches al día, asumieron también la enorme tarea de convertirse en defensoras profesionales de los Derechos Humanos de los migrantes.

Han pasado 10 años del documental, y han venido muchos otros reportajes y documentales. También vino la posibilidad para construir una cocina grande, un patio-comedor y algunos cuartos para brindar descanso y refugio a los que lo requieren. Las Patronas se han profesionalizado, organizado, han conocido de leyes, han aprendido a evitar comprometerse con intereses oscuros, han construido alianzas luminosas, han perdido el miedo a hablar en público, han viajado invitadas para difundir su quehacer, han denunciado incansablemente las circunstancias que obligan a los migrantes a viajar y las terribles vejaciones que sufren, también la corrupción y la colusión de las autoridades… En últimos tiempos, hasta han tenido la oportunidad de decirle frente a frente al Sr. Presidente que no ha hecho bien su trabajo de garantizar la vida, la libertad y la integridad de quienes cruzan este país buscando mejores oportunidades.

Así, a veinte años de haber iniciado su misión solidaria que ha removido conciencias y sumado muchas manos de ayuda, las Patronas son muy diferentes a las jóvenes ingenuas que un día se sintieron llamadas ante la necesidad del otro. Hoy saben la magnitud de este llamado, el sufrimiento que implica y también el gozo, las horas de trabajo, el riesgo de interponerse entre los migrantes y los intereses de los traficantes de personas, la gratitud de los familiares, las palabras de ánimo y esperanza que a diario reciben, la fatiga, los cientos de lonches que hay que preparar y el esfuerzo de arrojarlos cada día… Y como dice doña Leo a sus 77 años: no van a parar mientras tengan fuerzas. Y sucede que las fuerzas, como los panes, también se les multiplican.

 

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