En octubre de 2018, la Caravana Internacional de Solidaridad con Nicaragua visitó el ITESO. Foto: Luis Ponciano/ITESO.mx.

Por: Rodrigo Sosa

Guadalajara, octubre de 2018.- “Era organizarnos o morirnos”, dice Fátima Villalta, ex líder estudiantil y escritora, mientras se acomoda sus pesados lentes. Con la mirada en Managua, Nicaragua, y los pies en Guadalajara. Fátima llegó a la ciudad con una caravana organizada por sus compatriotas.

Entre el 18 y el 20 de abril de 2018, miles de ciudadanos nicaragüenses salieron a las calles de Managua a protestar. En un inicio, fue para frenar la iniciativa de reforma del seguro social. Los cambios habrían obligado a miles de jubilados a renunciar a parte de su pensión. También para exigir justicia por los indígenas desplazados después de los incendios en la reserva natural Indio Maíz, en la costa atlántica de Nicaragua, de los que, se sospecha, fueron provocados e ignorados debido a intereses económicos, y que desplazaron a cientos de indígenas de sus tierras.

Aunque la reforma al SS se canceló, en cuestión de días el conflicto social escaló a proporciones incontrolables para el gobierno del sandinista Daniel Ortega. Según fuentes no oficiales, como los diarios La Prensa y El Confidencial, hubo unos 500 muertos, 500 detenidos y 2,500 heridos, aproximadamente.

Fátima Villalta, de 21 años de edad, participó de manera activa durante las protestas de abril y cuenta algunos de los acontecimientos que la obligaron a abandonar Nicaragua. Su historia es similar a la de miles de personas que han huido del país en los últimos meses.

“Los estudiantes hicimos en seis meses lo que nadie quiso hacer en diez años. Fuimos nosotros los que nos movilizamos. La gota que derramó el vaso. Era organizarnos o morirnos”, dice Fátima con emoción.

Ella relata cómo el conflicto se fue gestando desde las universidades. Los estudiantes comenzaron a utilizar Facebook y Twitter para dar a conocer sus demandas y para invitar a la población civil a participar en las protestas. No pasó mucho tiempo para que el gobierno y los grupos paramilitares comenzaran a utilizar información de cuentas de Facebook y de Twitter de detenidos para atacar a cualquier sospechoso de disidencia.

Fátima saca su celular y muestra varias aplicaciones que eran utilizadas para compartir información o noticias sobre las protestas, también muestra fotos de varios de sus compatriotas que habían sido arrestados: “Cuando sabíamos que arrestaban a algún compañero nos salíamos de todos los grupos de chat donde él estuviera. Lo borramos de cualquier red social donde lo tuviéramos agregado, porque en los centros de detención les confiscaron los teléfonos y trazaban redes de disidentes. Así sabían a quién arrestar”.

También recuerda, con sentimientos mezclados de alegría y frustración, la relevancia de las protestas de abril en Nicaragua, las cuales fueron especialmente importantes porque no fueron organizadas por ningún partido político, sino por personas que, dejando a un lado las ideologías, estaban cansadas de un gobierno que cada día era más agresivo.

Ella decidió participar en las manifestaciones por el aumento de la represión hacia los grupos estudiantiles.

“Los estudiantes siempre sentíamos miedo, hubiera protestas o no. Había días que estábamos en clase y veíamos desde las ventanas a policías disparando, no les importaba nada, llegaban personas de Amnistía Internacional o de medios extranjeros y a los policías no les importaba, ellos seguían disparando. Pero durante las tomas de las universidades la cosa se puso insoportable, atacaban a quien sea. A periodistas extranjeros se les robó su equipo y se les amenazó, docenas de indígenas del interior del país fueron asesinados por grupos paramilitares, muchísimos estudiantes fueron arrestados. A un conocido mío, que tenía apenas 15 años, le disparó un francotirador en el cuello solo por entregar bolsas de agua a las personas que tomaron la universidad.

“Yo traté de ayudar, pero hubo un punto donde ya no podía aguantar, me daba miedo salir de mi casa y ya nunca regresar”.

Ante la violencia y la persecución, Fátima decidió abandonar la universidad y exiliarse en México, donde ha participado durante las últimas semanas en las caravanas de solidaridad con Nicaragua, que están formadas por exiliados nicaragüenses en varios países y que tienen el propósito de informar sobre la situación del país centroamericano y combatir el cerco mediático que existe en Nicaragua. Fátima menciona que existen sectores de la izquierda latinoamericana que aún defienden a Daniel Ortega y que dicen que las protestas fueron organizadas por la oligarquía y la iglesia católica; sin embargo, enfatiza que el régimen de Ortega es todo menos un gobierno de izquierda: “Así como lo hizo Somoza, Daniel gobierna de la mano de los viejos oligarcas y empresarios. No hay que pensar que Daniel es de izquierda”.

Hoy hay aproximadamente 25 mil nicaragüenses exiliados en Costa Rica; durante el mes de julio de 2018, según el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), las solicitudes de asilo de nicaragüenses se incrementaron en España 40%, y actualmente no hay un número exacto de los nicaragüenses exiliados en México, aunque algunas fuentes hablan de miles, especialmente en los estados del sur. Muchos de estos refugiados han sido objeto de ataques xenófobos por parte políticos y agrupaciones civiles.

A pesar de este panorama tan difícil, Fátima tiene esperanza de que la organización civil pueda cambiar la situación de Nicaragua: “Después de todo lo que hemos perdido, creo que entendimos el poder que tenemos: hace un año ninguno hubiera imaginado lo que iba a pasar; veíamos la violencia desde las pantallas de nuestros celulares y desde los periódicos, pero las balas que mataban a los campesinos llegaron a las ciudades. Como estudiantes universitarios, sentíamos la obligación de salir a las calles, y ahora, como exiliados, nosotros no queremos pasar toda nuestra vida en Costa Rica o en México o en Estados Unidos; estamos dispuestos a regresar a Nicaragua si se garantizan espacios de diálogo”.


Entrevista elaborada durante el curso Taller de géneros periodísticos 1, en el semestre Otoño 2018.