Clientes del bar Canta y no llores. Fotografía: Facebook de ubicación del bar. https://www.facebook.com/groups/2072652479614172/?ref=br_rs

Por: Natalia Luján

Guadalajara, octubre de 2018.- Luis Miguel comparte mesa con Sinatra y Gloria Trevi. Juan Gabriel usa peluca color de rosa, y el sombrero grande y feo lo trae puesto Joan Sebastian. Es la una de la mañana y las mesas del cantabar Canta y No Llores rebosan de cervezas, botellas de tequila y refrescos.

A media cuadra queda el Teatro Galerías, pero las verdaderas estrellas se presentan aquí esta noche: en el número 2407 de Mariano Otero. Natalia Lafourcade espera emocionada a que el maestro de ceremonias anuncie con el micrófono que sigue su mesa, para que ya le toque cantar. Aprieta los labios decepcionada cuando el muchacho de camisa plateada y con brillos anuncia con voz chillona que le toca a la número 32. Sube al escenario una mujer gorda, con shorts negros que le quedan apretados y demasiado maquillaje en los ojos. Pero la gente que se fija en eso deja de notarlo cuando ella comienza a cantar. Esa mujer gorda es la mismísima Helenita Vargas interpretando “Usted es un mal hombre, señor”. Quién sabe si la verdadera Sofía Helena Vargas Marulanda se pondría feliz de ver que interpretan así sus canciones, pero el público sí que lo está.

Aquí se viene a bailar, beber y cantar. Es un lugar de ambiente, donde todo es diferente, así como lo dijo Juan Gabriel en 1980 en su álbum “Recuerdos”. En definitiva bailarás alegremente toda la noche aquí. Eso sí, solo si no traes ni chanclas, gorras, bermudas, sandalias, camisetas sin mangas o mariconeras. Está prohibido, y lo dice claramente el letrero pegado en la puerta que da al bar. Aquí también se reservan el derecho de admisión.

Una vez dentro, no existe distinción. O tal vez solo una: los que están arriba de la tarima, y los que están en las mesas escuchando. Muy a la Gloria Trevi: Ahora estás abajo y yo estoy arriba. Aparte de eso, todos son artistas listos para sus diez minutos de fama. No importa si saben cantar o no, no hay nadie que no tenga una sonrisa en la cara.

Incluso la ciencia respalda la razón detrás de las sonrisas y la exaltación general: los niveles de endorfinas (la hormona de la felicidad) y oxitocina (otra hormona antiestresante) están más elevados de lo normal en los cuerpos de estas estrellas de una sola noche. Además de divertido, el karaoke es saludable. Ya sea porque lo dice la ciencia y los efectos que se sienten al cantar, o por el alivio de saber que no se puede entonar peor que quien acaba de pasar, ni mucho menos pasar peor vergüenza que quien cantó tres canciones con el cierre del pantalón abierto.

Andrea, que de día es estudiante y de noche es una integrante de las Spice Girls, dice:

A mí me da mucha pena hacer esas cosas, pero ya borracha es un momento en donde puedes salir de tu zona de confort y hacerlo.

De pronto ¡flash! Aparece una chica con globos, sin bikini azul. Empieza a repartirlos y anima a los presentes a que se paren a bailar. Del otro lado del mundo, en la cuna del karaoke, esto sería inaudito. En Japón se asiste con unos cuantos amigos, se renta un cuarto de cuatro por cuatro a 600 yenes (alrededor de 100 pesos) más o menos por hora y se escucha con atención al valiente que canta. Incluso hay algunos japoneses que utilizan estos cuartos para trabajar. No se imaginan que en Guadalajara lo normal es sacar a bailar a la persona de la mesa de al lado, ya sea que el DJ haya decidido poner banda, cumbia o bachata.

En medio del bailongo un hombre se acerca al escenario. Altura: metro ochenta. Panza: treinta. Voz: desconocida. Agarra el micrófono, lo observa con desdén. Lo aleja de la boca, toma aire y comienza a cantar “Volare”.

El hombre con cuerpo de Pavarotti y voz de Domenico Modugno, compositor e intérprete original de la canción, logra captar la atención de todos con su acto. Su cantar reverbera hasta el último rincón de lugar, y para cuando llega el final hay ya cien bocas abiertas en caras incrédulas.

Son las dos y media de la mañana. Ni Lafourcade, Pavarotti, Cerati ni ningún otro artista dan señales de querer irse. Es el encanto de este lugar: aquí cantando se alegran, cielito lindo, los corazones hasta pasadas las tres de la mañana.


Crónica elaborada durante el curso Periodismo cultural en el semestre Otoño 2018. La autora publica más piezas suyas en su muro de Medium.