José, en la zona donde duerme en Guadalajara. Fotografía: Andrea Landeros.

Por Andrea Landeros

“Guadalajara ha sido uno de los mejores lugares en los que he estado. La gente es amable y nos ayuda a mí y a mi perro. Llevo siete meses aquí y he ayudado a más hermanos como yo, que también dejaron su país para tener una mejor vida. Hay que tener buen corazón para darle una mano a los que necesitan más que uno mismo”.

José es un guatemalteco de 50 años que, sin rumbo fijo, migró de su país hasta México para cambiar las pocas oportunidades que la vida le dio, dejando a su familia atrás. De tez aperlada, cabello negro ligeramente canoso cubierto por una gorra negra, ojos rasgados y negros que relatan millones de historias, tanto tristes como felices, que le hacen compañía a la media sonrisa cálida que tiene.

Su casa está por las vías del tren de Avenida Aviación, en paralelo con el puente de Periférico y Avenida Vallarta, donde a veces también duerme, dependiendo del clima. Su cama es de al menos cinco cartones cubiertos por dos cobijas de rayas rojas y cuadros negros, sin almohada. Su ropa, sus zapatos, su mochila y una imagen de la Virgen de Guadalupe adornan el pequeño espacio que por ahora llama hogar. Su perro, un criollo café de nombre Guardián, tiene también un pequeño tendido al lado de donde José duerme. Siempre haciéndole compañía, siempre cuidándolo.

“Encontré a Guardián en la calle, me miró y no tuve otra opción más que quedármelo. Me cuida y me quiere. Igual yo. Todos lo conocen, la gente le hace cariños y le han comprado comida o me dan para que le compre algo”.

Las buenas experiencias que José ha tenido contrastan con lo que se ha estado viviendo en estos días dentro del país. El rechazo de los mexicanos hacia las caravanas migrantes es incomprensible; Guadalajara fue una de las ciudades más criticadas debido a que se catalogó como un lugar xenofóbico. Y, como siempre, pasó de todo. Sí, hubo gente que de mala gana recibió a estas personas, después de que recorrieron 1,370.9 kilómetros desde Chiapas hasta Guadalajara, descansando brevemente en estados próximos y que, cansadas en busca de una bienvenida acogedora, se encontraron con una situación distinta. Al llegar aquí fueron recibidas de una manera poco amigable por los mismos representantes del estado, por personas con puestos políticos importantes. Vieron malas caras, vivieron malos tratos, los dejaron varados en la carretera a Tepic y también tuvieron que aguantar comentarios malos y rechazos.

Pero también fueron acogidos por personas de buen corazón que les donaron ropa, cobijas, alimento, medicamento, juguetes a los niños. Que los atendieron y que simpatizaron con ellos de una manera más suave y amigable.

El Gobierno mexicano reforzó con más de 240 policías federales los dos puentes internacionales que se encuentran en la frontera con Guatemala, por donde la caravana pasó hace unas semanas. Hubo golpes y empujones por ambos lados, unos fueron para evitar el paso y los otros para evitar los golpes. Unos cuantos cargados con demasiada ira.

Adultos, jóvenes y niños que forman o formaban parte de la caravana se lanzaron al río Suchiate para evitar a los policías.

Jugándose la vida.

José sabe algunas cosas de la caravana. Que las personas que llegaron son principalmente de Honduras y El Salvador y uno que otro de Guatemala, su país de origen. Que están viajando para escapar de la violencia y pobreza de sus países esperando encontrar el camino a Estados Unidos para comenzar a vivir el “sueño americano”. Sabe acerca del rechazo y el miedo que los demás les tienen o pueden tenerles, y más porque son miles y miles de migrantes que entraron al país con cierta violencia, o eso le han dicho. Se estima que la caravana esta conformada por más tres mil migrantes centroamericanos que caminan y piden aventón para llegar a EU, según un documento de registro de la ONU en este año.

“Yo creo lo que me dicen los demás, sé bien lo que se siente entrar aquí con miedo, que te atrapen y te encierren, que no te ayuden. Uno hace su camino como puede. Yo me vine por lo mismo, pero no pensaba ir tan lejos. Son valientes”.

Tiene esperanza y deseos de que lleguen con bien a su destino.

“Madre, yo me entero de todo gracias a los jefes que trabajan cerca de aquí. Me hice amigo de uno. Le cuido su carro y me gano unas monedas a cambio. Le pregunto acerca de lo que pasa aquí, me enteré de la caravana, como le dicen aquí, porque un amigo me contó. Se quería unir y se fue la semana pasada, no lo he visto de nuevo. Espero que esté bien, es de buen corazón”, dice mientras una triste sonrisa se dibuja en sus labios. Lo va a extrañar, pero espera de todo corazón que “El Chucho” como le dice, llegue con bien a su destino y que, quizá, encuentre una cara familiar.

La persona que migra corre riesgos. Desde ser estafada por los coyotes o polleros, que cobran una suma ridículamente alta para pasar a las personas al “otro lado”. En ocasiones no cumplen con lo que prometieron desde el principio. Viajan de una manera incómoda, inhumana y peligrosa. Si migran, pueden ser reclutados por carteles de droga; en 2010, setenta y dos migrantes fueron ejecutados en México a 90 millas de la frontera con Estados Unidos. Los Zetas, en ese tiempo, fueron los encargados de darle fin a su vida, también son los encargados de decidir si los hacen parte de su vida laboral, los convierten en mulas o guardias durante un tiempo, hasta que los dejan libres… o los asesinan.

Otros graves problemas a los que los migrantes se enfrentan son la violencia sexual y el tráfico de personas; los que más sufren de esto son mujeres y niños. Muchas veces es por policías, los coyotes, secuestradores e incluso de las mismas personas que viajan con ellos hacia el mismo destino. El arresto, deportación y abuso policial es otra de las causas que los meten en un área de peligro enorme, muchas veces sin salida.

Las vías del tren en la zona de Avenida Aviación sirven de lugar de paso para los migrantes. Fotografía: Andrea Landeros.

Las personas migran por distintas causas: problemas económicos, de inseguridad, violencia, para tener una mejor vida o simplemente por que quieren un cambio. Pero no siempre corren la misma suerte. Muchos mueren en el camino debido al cansancio, al desgaste de estar caminando sin parar bajo el cielo soleado, con lluvias o frío. No cuentan con protección ni medicinas que puedan ayudarles a combatir alguna enfermedad. No siempre logran obtener o encontrar agua y comida, ni un lugar seguro para dormir o tomar un descanso.

“Que la Virgencita me lo cuide”, agrega José.

Más amigos de José y de su perro llegan. Se ven cansados por estar casi diario bajo el sol lavando carros, vidrios o dando paletas a cambio de comida o monedas. Y confundidos de ver personas nuevas. Pero pronto se olvidan de los intrusos y comienzan a platicar entre ellos. José sigue con aquella sonrisa triste. Quizá recordando a su familia también, preguntándose si ellos habrán viajado con la Caravana Migrante y en qué parte pueden estar ahora.

José dijo que él no ha recibido rechazo de la gente de aquí, que han sido muy amables, quizá porque tiene a su fiel compañero que ha estado recargado junto a sus pies levantando la cabeza de vez en cuando, gruñendo en ocasiones al ver a desconocidos.

Al contarle un poco más acerca de lo que se vivió estos últimos días en Guadalajara con la Caravana Migrante, José asiente y pensativo opina que por lo menos nadie fue violento, que fueron agradecidos y que como siempre hay negro y blanco. Pero que ganan más los de buen corazón. Entiende que hay desesperación, dolor y miedo. Tristeza. Pero siempre se tiene que ser agradecido con la mano que te tiende algo de respeto y simpatía.

Él es uno de los de buen corazón. Ha ayudado a personas sin hogar y migrantes dándoles del poco dinero que tiene, compartiendo ropa, comida. Formó una familia aquí sin darse cuenta. No tendrá cosas materiales, pero tiene lo más bonito de la vida: amor para dar. Oportunidad de recibir lo mismo.

“A veces, eso (el amor y cariño) es lo que más se anhela”, dice José cerrando los ojos, quizá recordando los momentos en los que sintió lo que más se anhela.

Migrar es difícil y no muchos se atreven a llegar tan lejos como los miembros de la caravana. La mayoría de ellos deciden quedarse en el lugar que mejor los ha tratado, donde saben que quizá puedan tener una vida un poco mejor a la que dejaron atrás con pesar y dolor, pero con decisión y deseo de obtener un beneficio más grande.

José decidió quedarse en Guadalajara por lo acogedora que es su gente. Me afirma que la Perla Tapatía lo recibió con más solidaridad y cariño de la que jamás imaginó. No lo hicieron menos, formó lazos con personas increíbles. Cuenta con el amor incondicional de Guardián, su perro. Incluso presume que ya cuenta con el respeto y tal vez el cariño de las personas para las que a veces trabaja.

José es uno de los de buen corazón que merece tener más de lo que da.

“Hay que tener buen corazón para ver el mundo de otra forma, para no darte por vencido tan fácil”.


Pieza producida para el curso Periodismo narrativo, en Otoño de 2018. Una versión editada de este trabajo se publicó en el periódico NTR Diario de Guadalajara.