Marcha en la Glorieta de las y los Desaparecidos. Imagen publicada en la cuenta Twitter @Cencos.

Por: Eduardo Ordaz Rojas

“Tengo cinco hijos y perdí tres”, exclamó el hombre.

Tres de cinco es el 60 por ciento. Haciendo una regla de tres, a este papá le han quitado más de la mitad de su paternidad.

Y, por alguna extraña razón, nadie lo quiere oír, y eso que la gente vino a eso. Más de ocho mil personas, bajo el sol de verano de Guadalajara, con sed de agua y sed de saber qué pasa en esta ciudad.

Desde unos 50 metros de la Glorieta Niños Héroes no se le podía ver bien su rostro. Sin embargo, sí se notaba que era de tez morena, apoyaba a las Chivas y usaba lentes. Un padre, con el corazón desgarrado.

Pero la diferencia entre este señor y los demás en esta marcha es que no culpó a ningún político ni a los delincuentes. Él tenía otra forma de ver las cosas. Y a la gente, que se aglomeró alrededor de la glorieta Niños Héroes, con el calor típico de la capital jalisciense a esas horas del día, no le gustó.

Marcha en la Glorieta de las y los Desaparecidos. Imagen publicada en la cuenta Twitter @Cencos.

“En la casa empiezan los problemas, yo no supe educar a mis hijos”, decía el señor, casi como si estuviera haciendo un llamado a los padres de familia. Con la luz del sol, golpeándole la cara a las seis de la tarde, este padre de familia parecía haber preparado esta escena desde hace rato.

“¿No quieres que tu hijo se vaya a dar la vuelta? Atiéndelo más”, explicaba el señor, quien se mostraba tranquilo mientras daba su pequeño discurso.

La gente que lo miraba desde abajo no parecía entender a qué venía este señor, ni a qué venía todo lo que estaba diciendo, así que intentaron opacarlo con cosas como “No son tres, somos todos”. Aun así, el hombre no se detuvo.

Alguien le intentó quitar el micrófono, pero él no se dejó; incluso parecía estar discutiendo con alguien que estaba en la calle, diciéndole “Tengo cinco hijos y perdí tres”, con un dolor y tristeza en su voz. Como si estuviera justificándole algo al desconocido.

Después de más o menos un minuto, le quitaron el micrófono y se fue, sumiso, con su culpa a otro lado. Incluso le estrechó la mano al individuo que se lo quitó, como si fueran viejos amigos.

¿Qué habrá pasado por su cabeza para dar ese discurso en frente de una multitud dolida? Seguramente tristeza. Dolor, enojo, impotencia, pero, sobre todo, tristeza. De no haber educado a sus hijos, de no haberlos atendido y, sobre todo, de haber perdido a tres de ellos, en esta ciudad, en este estado y en este país en donde no pasa nada.


Pieza producida durante el curso Taller de géneros periodísticos I, en el semestre Primavera 2018. La fotografía fue tomada de la cuenta Twitter @Cencos.