“Hay un chingo de basura a donde vamos y cada día va para más”

Imagen: Pixabay.com.

Por: Karla Paola Martínez García

Ángel Moras Hernández, recolector de basura

Ha sido recolector privado de basura de la Ciudad Bugambilias desde hace cuatro años. Sus marcas de bronceado se ven por debajo del cuello de su camisa. Su pelo, embarrado de gel para no desgreñarse mientras corre tras el camión. Años de duro trabajo están marcados en sus manos ásperas, gruesas y ágiles. Ha encontrado cuerdas de guitarra entre la basura, pero algún día espera encontrarse una guitarra.

 

—¿Cuál es su zona de trabajo?

—Depende del día. A nosotros nos tocan las villas de Bugambilias de la sección de arriba los lunes, miércoles y viernes. Pero, de vez en cuando, cambiamos. Hay tres camiones que juntan toda la basura en esta zona; a nosotros nos toca la sección de arriba.

 

—¿Reciben algún tipo de entrenamiento?

—No. Si te ven en buen estado, para ellos estás bien. Solo tienes que correr muy rápido en las villas, cargar y procurar alcanzar el camión.

 

—¿Hasta qué grado estudió?

—Terminé la secundaria; tenía que ponerme a trabajar para ayudar en casa y no hice preparatoria.

 

—¿Cómo es un día de trabajo?

—Me levanto a las cuatro de la mañana para arreglar la casa y ayudo a mi familia a prepararse para el día y después tomo un camión a Buga. Llegamos, checamos el camión y nos ponemos nuestros mandiles para no empuercarnos tanto. Los lunes y martes son los días más pesados, pero casi siempre acabamos a las cuatro de la tarde y de ahí todavía tenemos que ir a tirar al basurero, cerca de la carretera a Colotlán.

 

—¿Hay alguna casa a la que le dé asco ir a recoger basura?

—Pues sí, en donde quiera, nomás que tenemos que hacerlo. No nos queda de otra.

 

—¿Qué es lo más raro que se ha encontrado?

—En esta zona, pues, así, que digas raro… nada. Pura tragazón y animales muertos.

 

—¿Qué tipo de cosas muertas? ¿Humanos?

—No, gracias a Dios. A mí nunca me ha tocado, pero sí le tocó a un compañero mío hace algunos años encontrarse a un feto. Dijo que fue muy feo, la bolita era muy chiquita, estaba cubierta de sangre y envuelta en un trapo.

 

—¿Es verdad que se puede conocer a las personas por lo que tiran?

—En veces, sí. Hay veces que vamos a la carrera y ni chance de ver y otras veces, en lo que doblamos cajas, puedes ver cosas. Hay veces que sabemos si hay una mujer en una casa porque tiran toallas sanitarias o cosas así. Son detalles.

 

—¿Recogen la basura por donde vive?

—Sí, solo que no son camiones particulares como los de aquí, allá son los del ayuntamiento.

 

—¿Cuál es su salario?

—Ah, eso sí es bien feo. Son 900 pesos a la semana. En Navidad o cosas así juntamos un poquito más porque hay algunos cotos donde nos dan propina, no muchos, pero algo es algo, ¿no?

 

—¿Está vacunado?

—Por suerte yo ya me había vacunado antes de trabajar como recolector. De vez en cuando me da tos, pero es por todo el polvo. He escuchado de compañeros que sí se han enfermado de tétanos y de más cosas por no cuidarse y, pues, a uno le entra el miedo de ser otro de ésos. Por eso intento lavarme muy bien después o usar guantes.

 

—¿Cree que es posible que los mexicanos dejen de tirar tanta basura?

—La verdad, sí la veo muy difícil. Hay muchos problemas y a las personas no se les ve muy interesadas en que si reciclan o que si no. Espero que sí cambien porque hay un chingo de basura a donde vamos y cada día va para más.

Pieza producida durante el curso Taller de géneros periodísticos I, en el semestre Primavera 2018. La fotografía fue tomada del stock Pixabay.com.