Es tiempo del Congreso Nacional Indígena

 

En 2016 el CNI decidió impulsar la propuesta del EZLN y participar en las elecciones de 2018.
En 2016 el CNI decidió impulsar la propuesta del EZLN y participar en las elecciones de 2018.

“Esto es lo que somos, nuestra palabra, nuestro caminar y nuestra lucha irrenunciable, somos, pues, el Congreso Nacional Indígena y nuestro es el futuro de nuestros pueblos”.

Con esta frase, el Congreso Nacional Indígena (CNI) da la bienvenida a quien busca información sobre ellos. Lo conforman los mismos que en 1994, pero ahora están más preparados y son un Congreso desde 1996. Son los mismos oprimidos que resisten la devastación desde tiempos de la Colonia, pero ahora con una gran aspiración: buscan arruinarles la fiesta a los poderosos.

El CNI está integrado por pueblos, naciones y tribus originarios de México. Lo mismo está el pueblo chichimeca que la región chontal de Oaxaca. Aquí valen lo mismo los cocas de la costa que los mazahuas del centro de México. Un mixteco, un nahua y un rarámuri conviven con un objetivo común: su territorio y la naturaleza son su fortaleza. Buscan dar la cara en un proceso electoral.

El pasado 27 de mayo se dio a conocer que el CNI eligió a María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy, como la vocera del Concejo Indígena de Gobierno y su potencial candidata independiente a la presidencia de la República. Una mujer de 53 años originaria de Tuxpan, Jalisco, nahua, que practica la medicina tradicional, es defensora de los derechos humanos y está comprometida con la vida.

Desde entonces, Marichuy se prepara, pero ha adoptado el hermetismo. Son pocas las entrevistas que ha dado y por medio del CNI ha informado que no habrá contacto con los medios de comunicación hasta que la Asamblea determine la ruta que se seguirá. Decíamos, no tienen una tarea sencilla. Su lucha es por la vida, por resistir contra el capitalismo y contra los gobiernos que funcionan como máquinas de exterminio.

En octubre pasado, en un singular comunicado conjunto con el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, el CNI declaró abiertas las consultas para determinar si los pueblos que conforman la agrupación querían participar en las elecciones de 2018. La decisión se tomó medio año después. Y desde entonces y hasta ahora se mantienen firmes: su lucha no es por el poder.

“Ratificamos que nuestra lucha no es por el poder, no lo buscamos; sino que llamaremos a los pueblos originarios y a la sociedad civil a organizarnos para detener esta destrucción, fortalecernos en nuestras resistencias y rebeldías, es decir, en la defensa de la vida de cada persona, cada familia, colectivo, comunidad o barrio. De construir la paz y la justicia rehilándonos desde abajo, desde donde somos lo que somos”, se lee en el comunicado “Que retiemble en sus centros la Tierra”.

Es el tiempo de la dignidad rebelde. Es tiempo del Congreso Nacional Indígena.

Congreso Nacional Indígena

:: Su sitio web.

:: “Enfrentar la guerra todos juntos”. Entrevista con María de Jesús Patricio.

Unión para defender la vivienda

Foto: Livia Radawanksi
Foto: Livia Radawanksi

 

Ésta es una historia de más de cien años que incluye un pantalón, a un jesuita y la Bienal de Venecia. A principios del siglo XX, donde ahora es la opulenta colonia Santa Fe, en la Ciudad de México, cientos de trabajadores rentaban al dueño de la mina de arena un pedazo de tierra para vivir cerca del trabajo; en los años sesenta, las minas se acabaron y comenzaron a construirse grandes casonas alrededor, así que el barrio Palo Alto quedó en medio de una de las áreas con más plusvalía del país.

Seguramente, con este contexto, se entenderá la presión política y económica para desalojar a las más de 220 familias acomodadas justo debajo de la Torre Arcos Bosques I, nombrada coloquialmente “El Pantalón” debido a su forma. Las familias, particularmente las mujeres, se organizaron con el apoyo del jesuita Rodolfo Escamilla, SJ, y decidieron pelear por su casa de una forma bastante peculiar en términos inmobiliarios: crearon una cooperativa y pusieron todo el terreno, 42 mil metros cuadrados, a nombre de sus ocupantes.

Cinco litigios y dos sitios con granaderos después, Palo Alto venció, y ahora sus 300 personas asociadas, todos y todas dueños de todo, suelen reunirse cada semana para acordar reglas, derechos y tareas para mejorar la colonia, que comenzó sin ningún servicio básico. En la Bienal de Venecia de 2016, el curador Alejandro Aravena invitó a la cooperativa a presentar su caso mediante entrevistas y videos.

Cooperativa de Vivienda Palo Alto

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Rescatando el agua juntas

Con los objetivos de transformar la realidad de su comunidad desde los enfoques de género, tener incidencia política y defender el derecho humano al acceso del agua, el proyecto Gestión Comunitaria del Agua Campo, A. C. trabajó con Las Increíbles, un grupo de mujeres del municipio de San Gabriel, Jalisco, que construyeron sistemas alternos de captación para beneficiar a 15 familias vulnerables.

En la región del sur de Jalisco, en los municipios de Atoyac, San Gabriel y Tolimán, existe un grave problema de desabasto de agua potable. Por iniciativa de Cenit Hernández Muñoz, egresada de Arquitectura del ITESO, pequeños grupos de mujeres de diversas comunidades aprenden a construir estos sistemas.

Las Increíbles, cinco mujeres de San Isidro, construyeron contenedores de diversos materiales para captar agua pluvial; para eso, se les enseñó cómo trabajar, y sus familias y la comunidad poco a poco se integraron a la labor. Orgullosas del trabajo que realizaron, el siguiente paso será la construcción de baños ecológicos, por lo que la arquitecta está gestionando recursos para poder arrancar en 2018 con ese proyecto. Toda persona que se interese en conocer in situ el trabajo que se hace puede tener acceso, además de que habrá una convocatoria para solicitar mano de obra y donaciones de material.

Las Increíbles

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Las comunidades por encima del capital

Desde Chile, Sergio Oceransky, director de Grupo Yansa, cuenta que entre 2009 y 2012 participó en múltiples reuniones con la asamblea comunitaria de Ixtepec, Oaxaca, para proyectar un parque eólico singular.

El objetivo era generar un emprendimiento de energía limpia para los pueblos del Istmo de Tehuantepec. “Trabajamos las energías renovables conforme un modelo comunitario, no sólo de control de las tierras. Lo que nos interesa es que las comunidades se conviertan en las dueñas de los activos y que la generación de recursos energéticos reditúe en un ingreso que sea invertido en los planes de vida decididos para la comunidad, siempre y cuando sean enfocados en fines socioambientales”.

El proyecto fue detenido debido a los intereses de las trasnacionales. “En México no nos ha ido muy bien, porque no existe legislación que permita a las comunidades indígenas que se apropien y generen proyectos comunitarios que sean en beneficio de ellas mismas”.

Se contemplaba crear un parque eólico de 192 megavatios y se buscaba que fuera financiado por inversionistas aprobados por la propia comunidad, porque la intención “es que las grandes trasnacionales no se adueñen ni despojen de sus tierras a las comunidades”.

Además de este proyecto social, Grupo Yansa organizó varios foros donde las mujeres pudieran tener procesos de empoderamiento frente a las comunidades con conductas machistas enraizadas. Y otro foro donde los jóvenes pudieran vincular su trabajo comunitario con otras formas de generar más proyectos de esta índole.

Grupo Yansa

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