¿Quién quiere vivir en el centro?


Por Juan Palomar Verea

Mucha gente. Con ciertas condiciones: vivienda a precios razonables, servicios suficientes, aceptable calidad de vida. La gente que vive en las zonas céntricas de la ciudad obtiene muchas ventajas y al mismo tiempo la ciudad obtiene muchas ventajas de la gente que vive en sus zonas centrales. Cada habitante que se va a vivir a las lejanas periferias representa un costo suplementario y cotidiano para el funcionamiento de la urbe. En transporte, servicios, contaminación, tiempos perdidos, baja del promedio de calidad de vida. Por ponerlo en otros términos, la huella de carbono de un habitante céntrico es menor que la de los habitantes periféricos.

El problema está, en primer lugar, en generar oferta habitacional real y contante en las zonas centrales. Es lamentable que aún no hayamos avanzado sustancialmente en los trabajos de planeación urbana necesarios para hacer eso posible. Los precios de la tierra son un obstáculo considerable, pero no insuperable. La respuesta está en la densidad que logre hacer rentable la fórmula. Y para lograr esa densidad se requiere adecuar los planes parciales.

Los planes parciales para las zonas 1 y 2 de Guadalajara, que fueron consultados y aprobados oportunamente en la administración pasada, fueron atorados por razones políticas y quedaron en el limbo. Unos nuevos que se hicieron en esta administración están atorados, y con fuerte oposición, ahora. Por mientras, son años perdidos en los que la dinámica de la ciudad no se detiene y en los que el municipio de Guadalajara, principal perjudicado, sigue perdiendo habitantes. Es muy grave que se haya prolongado esta situación.

La densidad, mucho se ha repetido, no debiera asustar a nadie. Bien aplicada puede ser sinónimo de mejoría en la calidad de vida para los actuales habitantes de las demarcaciones y para los futuros pobladores. Hay algunas condiciones básicas que deben cumplirse: estar seguros de que infraestructuras y equipamientos sean suficientes para la población proyectada (y si no proveer lo necesario); cuidar que las edificaciones y entornos patrimoniales no sufran demérito; asegurar que el transporte sea adecuado y que haya estacionamientos vehiculares suficientes (o proveerlos); establecer un mínimo de áreas verdes y hacer lo necesario para que existan (se pueden adquirir propiedades y destinarlas para ese fin además de que cada nueva intervención podría aportar algo de áreas verdes).

Como es natural, para lograr lo anterior se requiere un trabajo de planeación urbana vigoroso y comprometido. Pero también se ocupa una labor de gestión que logre poner de acuerdo a colonos, propietarios y promotores, además de las diversas autoridades concernidas. El Instituto Municipal de Vivienda fue una buena iniciativa. Aún estamos esperando que, en la cancha, suceda algo.

Vivir en el centro no es ninguna moda pasajera. Miles de jóvenes que ya aprendieron lo que es la ciudad quisieran hacer sus vidas allí. La cuestión es hacer algo para que esto suceda.

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