Cinco árboles resignados y otras cuestiones


1Por Juan Palomar

Hay una esquina, en el cruce nororiente de Hidalgo y Amado Nervo, que tiene en la banqueta cinco árboles de estricta propiedad municipal. Son, hasta donde la memoria da, tres fresnos y dos jacarandas, todos adultos y en buen estado. Pues resulta que —muy probablemente— los dueños de la casa que está en la esquina los mandan podar de manera ampliamente incomprensible con una regularidad digna de mejor causa.

La enemistad de ciertos habitantes de Guadalajara hacia los árboles es misteriosa, tonta y altamente dañina. La reducción de las frondas de los árboles citados es una agresión directa contra los pulmones de todos los demás habitantes de la ciudad. No se entiende cómo Parques y Jardines del Ayuntamiento permite repetidamente que este perjuicio se produzca con cinco árboles, cinco, que, insistimos, son propiedad pública y no deberían estar sujetos a lo que se le ocurra a cualquier vecino.

Ya es más que tiempo de que una noción importantísima se instale en las mentes de toda la población tapatía: que los árboles son indispensables y que su cuidado y fomento es una de las principales medidas para defendernos de la galopante contaminación que cada día va empeorando gracias, entre otras cosas, a la manía tapatía de tratar de dotar de un coche a cada habitante de la urbe.

Las frondas arbóreas, como bien se sabe, ayudan decisivamente a purificar el aire, detener el polvo cada vez más abundante, dar sombra y aminorar los cada vez severos calorones locales y además ayudan a recargar los mantos freáticos. Por si fuera poco, disimulan la con frecuencia horrenda “arquitectura” que padecemos. Por cierto que la casa de la esquina de los destrozos no está de tan mal ver, pero no nos perdemos de nada, y ganamos mucho, si tiene alrededor una buena fronda.

Parecido caso perpetraba con insistente necedad la UdeG en su sede de la casa Vallarta, en donde cada rato podaban los árboles de la banqueta para darle vista a la casota que ocupa, seguramente pensando que así era más elegante. Afortunadamente llevan ya tiempo en que los encargados no reinciden en tan inepta práctica.

Y ya que hablamos de Vallarta: hacen falta un buen número de árboles clave para devolverle a la avenida su imagen tradicional. De los que se plantaron en la administración antepasada muchos han sido estúpidamente talados o retirados. Un edificio que está delante de Centromagno optó por cambiarlos por unas palmeras tan del gusto de la narcoarquitectura en boga.

Y ya para rematar: ¿Qué pasa con la jardinería de Lafayette-Chapultepec? Está destrozada gracias a los patinetos y la incuria. Las matitas rojas tan del gusto de la administración pasada ya desaparecieron (medio afortunadamente). Habrá que volver a plantar las wedelias que se pusieron desde el principio y que responden al diseño paisajístico y además aíslan —por su volumen— el camellón de la transitada calle. En fin, ojalá que Parques y Jardines tome cartas en el asunto.

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