Andrés Jaque y el fantasma de Mies


Phantom. Mies as Rendered Society de Andrés Jaque. Foto: @Miguel de Guzmán, imagen subliminal

Es el tercer español en intervenir en el Pabellón Mies van der Rohe de Barcelona. A Andrés Jaque (Madrid, 1971) le precedieron Ai Weiwei, Antoni Muntadas, Jeff Wall o Enric Miralles y Benedetta Tagliabue. Sin duda él es el más joven de los elegidos para ocupar este templo de la arquitectura moderna, “uno de los cinco enclaves más importantes del movimiento moderno”, asegura el arquitecto.

Lejos de ser una intervención espontánea, Andrés Jaque lleva dos años trabajando en esta instalación, Phantom. Mies as Rendered Society. Ha sido una larga investigación para tratar de mostrar qué es el Pabellón Mies a día de hoy. Para ello ha entrevistado a trabajadores de mantenimiento, de limpieza, incluso a arquitectos que trabajaron en su día en la construcción del edificio que data de 1929. Y, como en casi toda investigación, pronto llegó la sorpresa que es finalmente lo que ha dado entidad y peso al proyecto. “El Pabellón, que es un espacio limpio, tiene un sótano, un lugar donde se oculta lo que enturbia o mancha la experiencia del piso de arriba. Se trata de dos plantas en las que cada una tiene una forma diferente de entender la arquitectura: lo de de arriba es esencia, metafísica y abajo está lo ordinario, los pactos sociales, la contradicción y la heterogeneidad. Dos formas de entender la relación de la arquitectura con lo político. Dos formas de construir el día a día”, explica Jaque.

Ha tratado el arquitecto de hacer un encuentro entre ambas partes, de subir los “cachivaches” del sótano a la planta noble y superponer ambas arquitecturas. Como en toda la obra de Jaque, lo importante es mostrar cómo la sociedad construye la cotidianeidad de las arquitecturas, a veces al margen incluso de la voluntad del autor. “Hemos ido colocando los objetos donde cada uno puede demostrar que es un pacto social”, dice. Y así se pueden ver las montañas de cortinas de terciopelo rojo que fueron en su día sus sustituidas porque han perdido su color. “La primera, la original, era muy pesada y con el tiempo arrancaba los raíles, pero la industria ha evolucionado y el terciopelo es ahora más ligero, también el movimiento ha cambiado, es más vaporoso y no cae tan pesado. En definitiva, es el reflejo de todo un sistema productivo que está permanentemente cambiando”.

Lo mismo ocurre con el lago, un circuito abierto en 1929 que se rellenada con agua potable constantemente porque no existía la conciencia ecológica actual ni se pensaba en la escasez de los recursos. Hoy, el lago está equipado con depuradora, no tiene nenúfares porque no soportan la sal del agua actual y “esto habla de cómo la arquitectura no es visual o plástica sino ecosistémica y cómo elabora pactos con lo natural”.

Una instalación al cabo, hecha de pequeñas reflexiones porque para Jaque la arquitectura es una construcción social, una acumulación de acuerdos sociales y no sólo de decisiones plásticas o formales. Y es interesante plantearlo aquí porque hasta ahora los análisis realizados en el Pabellón han sido siempre espaciales. “Es en parte como una metáfora del retrato de Dorian Grey: para que la parte de arriba pueda experimentarse como algo inmutable, ajeno a las controversias, es necesario un sótano que envejezca en el que vemos depuradora y bolsas de sal, ensayos fallidos de muchas de las soluciones, cortinas estropeadas… Y una aproximación no puede quedarse sólo arriba porque depende del sótano problemático”, concluye Jaque, admirador de Mies (“que es junto a Le Corbusier la más importante figura de las vanguardias de la primera mitad del siglo XX y el pabellón de Barcelona es una de las tres obras más radicalmente influyente”) y orgulloso de haber podido trabajar en este proyecto (“poder detectar cómo el Pabellón es en realidad una arquitectura más compleja, una oportunidad para redibujar la herencia del pensamiento moderno”).

Fuente: http://www.elcultural.es/noticias/ARTE/4165/Andres_Jaque_y_el_fantasma_de_Mies

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