Quien realmente pierde es Guadalajara


“¿Por qué venir a Trude? Me preguntaba. Y ya quería irme.
-Puedes remontar el vuelo cuando quieras –me dijeron-, pero llegarás a otra Trude, igual punto por punto; el mundo está cubierto de una única Trude que no empieza y no termina, cambia sólo el nombre del aeropuerto.”

Italo Calvino

Por:  Ricardo Agraz (@ragraz)
El sábado pasado, al abrir el periódico, me encontré con la triste noticia de que tres de las obras del arquitecto y escultor Fernando González Gortázar han sido modificadas por instrucciones de las autoridades tapatías. Habría que partir diciendo que la noticia me provoca un sentimiento encontrado porque, por un lado, da gusto que exista la voluntad de la autoridad por darle mantenimiento y poner a funcionar las fuentes que existen en Guadalajara. Pero por el otro, es inquietante el tono que señala que desde su óptica, pareciera que el Ayuntamiento es dueño y señor de éstas, y que puede hacer con ellas lo que le venga en gana, cuando en realidad nos pertenecen a todos y cada uno de los ciudadanos tapatíos.

Así las cosas ¿cómo hacerlo? Se reconoce la buena intención de la actual administración, pero en principio, a uno de los argumentos por los que las están arreglando –cuando toda obra pública debería estarse remozando de manera permanente-, habría que subrayarle una gran falla a las administraciones anteriores que motivó que hoy llegáramos al punto donde hay tantas fuentes descompuestas en Guadalajara. ¿Por qué no les dieron mantenimiento antes si no lo iban a pagar con su dinero sino con el nuestro?

El otro gran punto es la no valoración de la importancia que tienen ciertas piezas urbanas. Aquí cabe mencionar que a una ciudad no la puedes describir o imaginar si no tienes una serie de puntos clave grabados en la mente. Si piensas en París, no piensas en todas sus calles sino en una serie de iconos que le marcan su personalidad como lo son la Torre Eiffel, Montmartre, el Trocadero o el Pont Neuf, es decir, las ciudades son reconocibles unas entre otras por los elementos urbano-arquitectónicos que las distinguen y que les dan su propio sello. A Guadalajara la puedes describir con ciertas imágenes: la Catedral, el Teatro Degollado, el Cabañas, la Minerva, las avenidas Chapultepec y Américas, la Plaza de la República en avenida México, la Hermana Agua en Las Rosas o Los Cubos en Vallarta y Lázaro Cárdenas. Y de ahí la importancia de entender quién es Fernando González Gortázar para esta ciudad.

Es un arquitecto y escultor tapatío, con un bagaje cultural e intelectual de extraordinaria valía, que ha sido reconocido en México y en el extranjero como uno de los artífices más lúcidos y que más han aportado al espacio urbano tanto en Guadalajara como en el resto del país. Entonces, si piezas como la Gran Puerta y el Laberinto en el fraccionamiento Jardines Alcalde (1969), la Fuente de la Hermana Agua (1970), la Torre de los Cubos (1972), la Plaza de entrada al Parque González Gallo (1974) y la Plaza del Federalismo (1975) son monumentos que hay quienes no entienden o valoran, queda claro por qué han sido alterados, así como atropellada su autoría ¿Qué esperamos entonces? ¿Hacia dónde vamos como ciudad y qué autenticidad podrá tener entonces nuestro patrimonio urbano?

Al tener en proyecto 300 intervenciones de remozamiento para fuentes y monumentos públicos, e insisto, la intención es loable y positiva por parte del Municipio, pero esto no debe ser ni se puede dar bajo la premisa de “me pertenecen y puedo hacer con ellas lo que quiera; con tal de que funcionen, lo que menos importa es que sean lastimadas”. No, porque si anteponemos estas premisas a las analogías del mantenimiento que se le debe de dar a cualquier otra cosa –desde a el propio organismo humano o un vehículo automotriz-, pues en esa lógica sería como ponerse un diente de plástico el día que uno se rompa.

¿Qué importa? O el día que se descomponga tu coche, utilizar refacciones de otra marca, si lo importante es que “funcione”. Es como ponerle un motor VW a un automóvil Ford ¿qué tiene de malo? ¿Por qué le tengo que pedir permiso al señor Henry Ford (o alguien de esa compañía) si es mío? Pero, claro, nadie lo haría porque sería quitarle el valor intrínseco al vehículo en cuestión.

Sus rostros, por fortuna, muestran con garbo y dignidad su tiempo: diría que cada piel ha sabido absorber todas y cada una de las realidades de sus propios contextos y, por igual, querido reflejar la maduración constante que implica la poderosa interioridad de cada obra. Se resisten, levantan los brazos y apartan la cara, como deseando protegerse de algo invisible que las ataca; pero también, en gestos instintivos, reciben amorosamente cada día tanto al primer sol de la mañana como a los incansables e incombustibles paseantes.

Vayan a verlas, tómense un respiro y siéntense a sus lados, acompáñenlas por un rato. Ellas son, en justa medida, cuanto hay de su autor y de todos nosotros, sus espectadores”.

Como tristemente se ha venido haciendo costumbre, probablemente no pase nada y no se tomen medidas al respecto. Así las cosas, tampoco pasaría nada si a Guadalajara se le cambia el nombre y esta se convierte en una Trude más, despersonalizada y carente de una identidad que la haga única e irrepetible, auténtica y nuestra. Fernando González Gortázar está vivo y al alcance de quien lo busque, lo sé porque conozco su generosidad hacia el espacio público y su apertura para dialogar. Me consta que además de ser un gran arquitecto, es un extraordinario ser humano. Sus piezas no solamente debieran ser respetadas y restauradas sino multiplicadas en esta ciudad nuestra. Haciendo lo contrario, quien realmente pierde es Guadalajara.

Fuente: http://www.proyectodiez.com.mx/2012/01/16/quien-realmente-pierde-es-guadalajara/5550

,