Seleccionar página
Textos por: Ángel Santos y Gutierre Aceves.[su_spacer]

León coronado realizado por Candelario Medrano.

Con esta muestra de 2015, el Centro de Promoción Cultural del ITESO reivindicó una alfarería que, a pesar de haber sido poco estudiada, guarda un lugar destacado en la historia de la cerámica mexicana, es un claro referente de la identidad del pueblo de Santa Cruz de las Huertas y se ha convertido en un importante legado patrimonial.

Presentación

Candelario Medrano López y su esposa Serafina Hernández Platas en su casa. 1980.

La figura de Candelario Medrano es de las más importantes en la producción de piezas en la tradición alfarera del barro betus.

“Pareciera que antes de él no hubo una tradición de dónde surgió o que ya no hay una tradición. […] Candelario Medrano articula un pasado alfarero que era reconocido por una producción utilitaria de tubos de albañal, conocida por estos tubos de desagüe […] que sacan el agua de las azoteas. Como eran de barro, esto fue tendiendo a desaparecer, por lo que Candelario Medrano fue de los primeros que transitó de esta producción útil a hacer una producción de refinadas piezas llenas de imaginación”. Gutierre Aceves, coordinador de Casa ITESO Clavigero, 2015.

Don Candelario heredó la tradición alfarera de sus padres y la legó a sus descendientes. La exposición Alfarería del asombro. El taller de Candelario Medrano renió alrededor de 70 piezas que dieron cuenta tanto de sus obras y las de sus hijos Serapio y Benito, así como las de sus nietos Juan José Ramos Medrano, Luis Enrique Medrano Coral, María Candelaria y Maurilia Medrano Hernández, depositarios de un legado que tuvo su auge en el siglo XX y que hoy corre el riesgo de desaparecer.

Don Candelario y doña Serafina, acompañados por Serapio Medran y Juana Coral, en su casa. 1980

Las piezas para la exposición provinieron de coleccionistas privados como Alejandro Gallo, Juan Ignacio González, Paco Barreda y del Museo Regional de Guadalajara.

En el marco de esta actividad se entregó un reconocimiento a los alfareros por su valiosa contribución para preservar la tradición del barro betus en Santa Cruz de las Huertas, Tonalá, Jalisco. Ello, simbólicamente, representa que la institución reconoce el valor de su aportación, cómo han conservado esta labor y que son los últimos que la están trabajando.

 


Sobre Candelario Medrano

Don Candelario es una de las figuras más notables de la tradición del barro betus, transitó de producir una alfarería utilitaria, tubos de albañal destinados al drenaje, a crear piezas con una refinada imaginación.

A don Candelario le gustaba comentar que sus figuras provenían de la plenitud del sueño, por ello han sido calificadas de surrealistas o fantásticas. Lo cierto es que su imaginación también se nutrió en leyendas de su pueblo, en especial la del nahual, o en antiguas danzas rituales como las de Tastuanes y aquellas que acompañan a la Virgen de Zapopan en su retorno a su basílica en las cuales participaba, así como en la pastorela decembrina en la que hacía el papel de ermitaño.

Máscaras.

La vida cotidiana no le fue ajena y la representó en una asombrosa alfarería en la que cobran una nueva dimensión kioscos, catedrales, plazas de toros y en emotivas piezas, entre las cuales sobresalen aviones, automóviles y trenes.

 


Sobre el barro betus

Diversos artesanos coinciden en que esta cerámica recibe el nombre por el aceite con el cual se proporciona brillo a las piezas después de pintarlas en frío. Se dice que el aceite betus es la brea de un pino o abeto.

El proceso de elaboración de figuras de barro betus es semejante al que se utiliza en otras técnicas alfareras: extracción del barro del subsuelo; el barro es molido, cernido, mezclado y amasado; algunas partes de las piezas se elaboran con ayuda de moldes y se moldean los detalles; se dejan secar y se hornean, finalmente se pulen y se le aplica el decorado final.

Proceso de elaboración de un automóvil y de un león coronado. El primero con placas y el segundo con moldes.

 

Para elaborar una figurilla se prepara una tortilla o placa uniforme de barro con la que se envuelve un molde sencillo, que tiene la forma básica; después de dejarla orear un poco, la envoltura del molde se corta por el centro y se retira el molde de sus entrañas; se cierra nuevamente la pieza, para continuar con las aplicaciones o detalles: ya sea un león coronado, un nahual o alguna otra figura mítica o fantástica.

Se decora con brochas y pinceles de pelo de perro, se le da un colorido contrastante, atreviéndose a aplicar colores sin temor alguno: amarillo con azul, rojo sobre negro, verde con naranja, que refuerzan el carácter peculiar, fantástico de esta técnica. Hasta hace unos treinta años, para crear los colores se usaban anilinas aglutinadas en caliente con “cola de conejo”, también conocida como “pegadura” que se utilizaba también en carpintería, la cual permitía fijar el polvo de la anilina y se aplicaba una capa de aceite betus rebajado con petróleo.

[su_youtube url=”https://youtu.be/AgSDdStf17E”]

Actualmente se utilizan pinturas industriales por ser más prácticas, se argumenta una mayor resistencia a las condiciones ambientales, y también se aplican barnices o lacas para dar brillo.

 


Relatos de dos herederos de la tradición

Descendientes de Candelario Medrano. Al centro su hijo Serapio.

Serapio Medrano Hernández.    13 de septiembre de 1945

  • Hijo de Candelario Medrano López y de Serafina Hernández Platas.

Dice que tenía 12 años cuando se arrimó a ayudarle a su papá, ese fue su comienzo.

Serapio es quien mayor parecido tiene con la figura de su padre, también en el estilo peculiar de sus charlas, “es bajito y dicharachero”. Serapio es un pícaro y ello se ve reflejado en sus creaciones, expresiones de los rostros, las formas que modela con el barro, y el colorido que aplica sobre ellas.

Serapio y Benito ayudaban a sus papás cuidando vacas en los llanos de los Amiales, entre Santa Cruz y donde ahora es la central camionera.

En la actualidad trabaja solo, está “haciendo y pintando”. Pinta con pinturas vinílicas, y para dar brillo y protección utiliza el aceite betus comprado en “La Verónica”, tlapalería de San Pedro Tlaquepaque.

El recuento de sus creaciones va desde pequeños animalitos, carros, luchadores, hasta gallos grandes como de 80 cms. con intenso colorido, respaldado en sesenta y dos años de oficio.

De entre sus gustos personales destaca su afición a visitar amigos, al Rosario, a Zalatitán y San Martín de abajo en donde disfruta de la comida típica: caldo de gallina, ancas de rana, atole blanco, entre otras.

Es uno de los pocos alfareros que realiza piezas eróticas, gallinas con predominantes pechugas, gallos y otros animales e incluso objetos y pistolas, arsenal artístico que alguna vez será utilizado en alguna despedida de soltera.

 

María, de playera rosa, dando un talle sobre barro betus.

María Candelaria Medrano Hernández. 23 de septiembre de 1962.

  • Nieta de Candelario Medrano López y de Serafina Hernández Platas.

Se inició en la técnica de barro betus con su abuelo Candelario Medrano, menciona que hacía monitos para las piezas que lo necesitaban como plazas de toros y casas. Todavía pinta como antes, según menciona, con anilinas aglutinadas con pegadura y con aceite betus para darles protección y brillo.

Está muy orgullosa de que Néstor Alejandro, el más chico de sus 8 hijos, esté trabajando sus primeras piezas en esta técnica.

Nos dice que fue ella quien hizo la primera “plaza de toros” de barro betus, una de las piezas características de la familia Medrano.

Su abuelo le dijo: “algún día ésta va a ser tu herencia, tú vas a ser artesana”. Después de muchos años, ahora que sus hijos ya crecieron, le dedica más tiempo al barro betus.

Los silbatos provienen “del chinchorro”, menciona que los hacía su abuela Serafina Hernández, esposa de Don Candelario Medrano.

Nos platica de las historias del nagual, de cómo su abuelo se las platicaba cuando estaba chica: “se robaban los trastes ¡y hasta las mujeres se llevaban!”.

Los frijoles de la olla quebrados, con nopales asados, era su comida favorita, pero al igual que muchas otras personas de Tonalá en esa época se daba el gusto de celebrar una entrega con “caldo michi” en el mercado de San Juan de Dios, donde solía sacar su armónica y tocarla para que su pequeña nieta, María Candelaria, bailara un jarabe tapatío.

[su_youtube url=”https://youtu.be/OvmZ87D3TQ0″]

 


En la museografía

Uno de los elementos más importantes en el diseño de esta exposición fueron las diversas citas de escritores mexicanos que la vistieron a lo largo de las salas en Casa ITESO Clavigero. Estas se eligieron a partir de las características de las piezas exhibidas de tal forma que se ven reflejadas en la literatura. A continuación se muestran dichas frases, así como la obra que acompañaban.

Hagamos entonces homenaje a la bestia endurecida y abstrusa,

porque ha dado lugar a una leyenda hermosa.

Juan José Arreola.

 

Tienen los ojos grandes y brillantes,

dulces como los ojos de un animal nocturno.

José Emilio Pacheco.

 

El buque ha chocado con la luna.

Nuestros equipajes, de pronto, se iluminaron.

Carlos Pellicer.

 

¿Qué se hizo, Plaza de Armas, el coro de chiquillas

que conmigo llegaban en la tarde de asueto

del sábado, a tu kiosko, y que eran actrices

de muñeca excesiva y de exiguo alfabeto?

Ramón López Velarde.

 

Y los aviones,

Pájaros de estos climas estéticos,

No escribirán su nombre

En el agua del cielo.

Manuel Maples Arce.

 

Suave Patria: tu casa todavía

es tan grande, que el tren va por la vía

como aguinaldo de juguetería.

Ramón López Velarde.