Micromachismos: ¿Dónde está la violencia de género?

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Por Florencia González, estudiante de Periodismo y Comunicación Pública ITESO

Cada día el tema de violencia de género toma más auge, sectores inconformes levantan la voz y estas son cuestionadas, analizadas y estigmatizadas, nuestro deber es construir mundos que incluyan la representación de diversos intereses a favor de convivencias más afables.

El tema causa escozor para quien por primera vez se cuestiona si vive o práctica alguna violencia de género. Ocasiona cuestionamientos, dudas y reflexiones porque es un tema que se encarna y se vive; empero es mejor hablar de las dudas que de las certezas.

Al parecer el tema de género cada día toma más cabida entre nuestros discursos cotidianos, los pasillos de la universidad, la web y charlas entre los amigos. Permea hasta asentarse en nuestros pensamientos y sentimientos, comienza a sacudir imaginarios de nuestras conductas que llevamos con el sexo opuesto, cada día se vuelve más urgente comprender por qué la molestia de algunas mujeres sobre estos temas.

Como cualquier asunto que cuestione los modos de operar en las rutinas, de inicio causa conflictos y polarización de comentarios. En diversas ocasiones me he encontrado en esta situación, es por esto que con este texto busco generar empatía al explicar como se vive la violencia de género. Exponerles cómo es que nunca hemos podido transitar libres por la ciudad, el campo o la historia.

Antes de salir de casa tengo que pensar que ropa vestir en el espacio público, si es que mi movilidad no quiere estar limitada a revisión minuciosa del resto de las personas. Es decir si te desagrada que miren tu cuerpo con un afán sexual, mejor que no uses shorts o falda.

Limitarte a visitar algunos sitios porque de otra manera tendrás que ir acompañada, lo que se traduce en miedo a que me violen solo porque voy sola y a mi lado no tengo un hombre que le signifique al resto de ellos la palabra respeto.

Porque cuando vas en la calle con un hombre los demás te respetan, vas sola y eres vista como un ser con el que se puede liberar el deseo sexual.

En las decisiones públicas será difícil que mi opinión fémina se torne como punto de partida pues lo que para mi debió significar en el mundo fue escogido y diseñado por hombres o mujeres con ideas heteropatriarcales (hombres que dominan de las mujeres en diferentes formas, fuera y dentro de casa). Poco han incluido en los planes a esa mujer activa, que participa y da su opinión, las situaciones la conducirán hacia un proceso de masculinización.

El mundo ha sido explicado, creado y desarrollado con una visión ocular masculina, desde la ciencia, las artes, el urbanismo, la electrónica. En el caso de la ciencia, según Haraway no fue hasta 1945 cuando se aceptó la presencia de mujeres en los laboratorios 300 años después de que las expulsará Boyle cuestión que nos habla que estos espacios han sido construidos desde una mirada androcéntrica.

Comprendo bien que la violencia de género no sólo la vivimos las mujeres, sino también los hombres, somos maquinas de cuerpos en producción para el engrandecimiento del capital. Antes el hombre trabajaba, llegaba a casa cansado y fatigado por la presión y desgaste que provoca la vida laboral, en consecuencia se desfogaba con la mujer.

Me parece que otra manera de comprender la violencia machista hacia la mujer es el despojo de las relaciones afectivas, podríamos aventurarnos y llamarlo un lesbianismo político no sexual. En una palabra: sororidad, que es lo que se traduce como solidaridad y concordia entre mujeres, pues dejamos de reconocernos como compañeras y amigas de vida.

Al exponer estos argumentos me gustaría generar una construcción de paz a través del género, es decir, el reconocimiento como sector políticamente inconforme que tratar de cambiar la manera de percibir culturalmente el cuerpo de la mujer y la relación que se tiene con ella. Con el fin de que cuestionemos la manera en que vivimos y nos desarrollamos, intentar vivir respondiendo a las dudas que permitan incluir de manera legitima a sectores que han sido apartados para construir nuevas manera de experimentar el mundo.

Se trata de encontrar los micromachismos cotidianos para evitar la proliferación de violencia de género. Una invitación a auto examinar nuestras relaciones venenosas que con adjetivos limitan los potenciales de las personas. Detener la concepción de impotencia civil, para comenzar por preguntarnos, cuestionarnos y a partir de eso construir prácticas diarias en mundos afables y de respeto incluyente.

 

 

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