Dios está en los detalles


Juan Palomar Verea

La frase que encabeza esta columna es varias cosas. Entre otras, es un caballito de batalla de los minimalistas del “menos es más” tan de moda hace algunos años. Su sentido tiene que ver con la final importancia del detalle en cualquier creación humana, o para el caso, natural.

Los detalles de la ciudad son fundamentales. Revelan un designio más amplio, una idea de la urbe más compleja y abarcadora. Podemos hablar, para este efecto, de un flamante edificio de oficinas por el rumbo de Hidalgo y Tepic. Tiene el detalle de que no cuenta con cajones de estacionamiento, lo que revela toda una actitud. Tiene también el detalle de que para estacionar los coches utiliza unos cajones inexistentes que están la mitad en la servidumbre del edificio y la mitad sobre la banqueta. El resultado de estos detalles es que existe una agresión directa al vecindario en donde la nueva construcción se ubica. ¿Cuál sería la idea abarcadora detrás de estos detalles? Que la ciudad, más allá del beneficio particular, no importa para nada.

Veamos. La disposición de este nuevo edificio garantiza que durante su vida útil los peatones no podrán transitar enfrente de él. Discapacitados, ancianos, niños, son los primeros receptores de la agresión que se está abiertamente tolerando en esta nueva construcción. Es un detalle de la ciudad, sin duda alentador.

A la vuelta de esta amable contribución a la calidad de vida de todos hay una oficina de una importante instancia de las llamadas “intermedias”. Se trata de una casa reconvertida en sede burocrática. Los coches de quienes ahí trabajan o ahí acuden invaden permanentemente la banqueta con total impunidad. Otro detalle. La institución en cuestión busca, sin duda, la promoción del bienestar público. El detalle es que, por la vía de los hechos, atenta contra lo mismo que está supuestamente buscando. El problema es que ya nadie dice nada.

Todos sabemos que la falta de lugares para estacionamiento vehicular es enorme, y que las situaciones descritas se repiten por toda la zona metropolitana. Ese “detalle” está colaborando a deteriorar la calidad de vida de todo mundo. Habría que utilizar menos los coches, a lo que mucha gente contesta que primero hay que contar con buen transporte público. En todo caso, urge buscar soluciones creativas para contar con cajones de estacionamiento en donde sea conveniente, sin creer que cada predio construible puede alojar a la fuerza los que le toquen.

En el centro de Tokio está prohibido incluir cajones de estacionamiento en los nuevos edificios. Es una medida para desalentar el uso del coche particular. Los miles de puntos de la geografía urbana tapatía en los que los coches mal estacionados atentan contra la convivencia cotidiana son otros tantos detalles indicadores del desarreglo en que vivimos. Ni siquiera las banquetas de la muy visible avenida Vallarta logran ser respetadas, lo que sería un mínimo ejemplo. Habría que buscar alternativas, pensar en estos detalles.

Foto: Spindle, Dustin Shuler

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