Elogio del “amateurismo” arquitectónico/urbano


Por Juan Palomar

Es una sustancial modificación que ha venido sucediendo los últimos años en la atención que recibe nuestro patrimonio arquitectónico: su difusión, comentario y defensa a través de internet y sus redes. En nuestro medio se cuentan por decenas de miles los usuarios que siguen a través de distintos sitios electrónicos las contribuciones —la mayor parte gráficas— de muchos de los miembros de esos grupos. Las consideran, las contemplan, frecuentemente opinan sobre los distintos temas e imágenes propuestas.

Lo anterior no tiene precedentes. Las contribuciones de los “expertos” alternan alegremente con las de los “legos” en una materia que tradicionalmente estaba reservada a cofradías o individuos supuestamente doctos en los ámbitos de la historia y la conservación de estos bienes sociales. Definitivamente es un hecho al que hay que darle la bienvenida.

Con todos sus asegunes, la circulación de información y de reflexiones acerca del pasado, el presente y el destino de piezas de arquitectura y de contextos citadinos llegó para oxigenar y democratizar un campo en el que, evidentemente, han fallado quienes hasta ahora estaban encargados, o se arrogaban, el cuidado del acervo edificado y el natural. Los resultados de esta “profesionalización” oficial en este campo de acción están a la vista. Por los factores que se quieran, entre los que no se pueden soslayar la impotencia, la indiferencia o la incompetencia de las autoridades encargadas del patrimonio, la sociedad ha visto (o descubre gracias a estos grupos) como han sido demolidos, alterados o mutilados, centenares de edificaciones de valía o de contextos importantes para la comunidad. No ha bastado, evidentemente, lo que hacen el INAH, el INBA, las Secretarías de Cultura Estatal y Municipal, la Procuraduría de Desarrollo Urbano, las dependencias de Parques y Jardines, los inspectores de reglamentos…

Ahora, es posible enterarse instantáneamente —a través de las redes de internet— de un atentado contra determinada finca, de la desfiguración de un entorno citadino, de una tala de árboles o de una poda arbitraria: y esa información se transmite a miles de personas que están concientizadas de la importancia de defender la ciudad. Faltaría que las diversas autoridades prestaran atención a esas denuncias y actuaran oportunamente.

Parte importante de los contenidos de los diversos sitios que se ocupan del patrimonio común es la rememoración de entornos y fincas del pasado, muchos de ellos desaparecidos o mutilados. Es notable el aprecio y el cariño que los usuarios de las redes manifiestan por todo este imaginario urbano. Claro, hay frecuentemente inexactitudes, exageraciones, ideas más o menos peregrinas. No le hace. También hay correcciones, precisiones, comentarios orientadores, discusiones la mayor parte de las veces ilustradoras.

Gradualmente, la gente que se acerca a estos sitios cibernéticos va aumentando su familiarización con la cultura y la arquitectura locales. Y gradual y rápidamente sus aportaciones se convierten en informaciones útiles para todos, inclusive para las autoridades, si saben poner la debida atención y se olvidan de una arrogancia que se cree “dueña” de todos estos temas. Así que este “amateurismo” arquitectónico y urbano, que cada vez es más informado y pertinente, es más que bienvenido.