¿Y nuestra tradición urbanística?


Por Pedro Alcocer.

Recientemente en la bienal española de urbanismo y arquitectura se puso de manifiesto en el acta del jurado, que una de las principales razones para haber otorgado el premio al proyecto Plan de Ordenación Urbanística Municipal de Montmeló  de los arquitectos Jornet, Llop y Pastor, fue el haber entendido la tradición urbanística española que se viene cimentando desde los años ochenta. Dicha tradición en gran medida ha sido fincada por el Laboratorio de Urbanismo de Barcelona fundado por Manuel de Solá Morales, y en gran parte se basa en entender las relaciones espaciales de la ciudad, desde la puesta en valor de la morfología, como el medio para entender la complejidad del fenomenito urbano.

España ha defendido su propia tradición urbanística frente a tradiciones como la Francesa marcada por una rigurosa normativa que ha determinado la imagen de sus ciudades y sus relaciones espaciales. Así mismo la tradición Italiana liderada por personajes notables como Vittorio Gregoti o Bernardo Secchi han tenido que adentrarse en entender los procesos de capas históricas que han cubierto gran parte de sus ciudades, posicionando una visión quizá mas organicista y flexible del fenómeno urbano. La tradición holandesa fincada en por la necesidad de ganar terreno al mar, ha generado una visión paisajística en donde el medio urbano y el medio rural se funden en uno mismo, generando un excepcional sistema de ciudades interconectadas.

Más allá del ámbito europeo, en los últimos años ha tomado relevancia lo que podría comenzar a llamarse la tradición Brasileña o bien la tradición Colombiana, dichas tradiciones han generado interés mundial por la eficacia de ciertas medidas, en la mayor parte de los casos, llevadas a cabo con pocos recursos y mucha imaginación, para transformar en pocos años la cara de las ciudades. Son ya muy conocidos los casos de Curitiba, Bogotá y Medellín.

En este contexto resulta indispensable preguntarnos por nuestra propia tradición urbanística. Lamentablemente la respuesta será un largo silencio, seguido por una letanía de quejas y sinrazones de nuestros políticos y nuestra sociedad… Echándole la culpa a los desarrolladores y a las políticas de vivienda.

Todo esto tiene sentido, sin embargo hay un punto sobre la mesa y es fundamental. Las tradiciones urbanísticas se han gestado en las universidades. Las políticas públicas que determinan el rumbo de la ciudad no surgen por generación espontánea, y en los casos más relevantes estas se han gestado en el ámbito académico.

¿Cómo construir una tradición urbanística mexicana y particularmente tapatía? Definitivamente el reto está en la educación y la cultura. Un principio sería que cada actor; universidades, colegios profesionistas, organizaciones civiles tomen la responsabilidad que les toca.

Es preocupante la falta de profesionalización del urbanismo, así como la improvisación de profesionistas que toman decisiones relevantes para la ciudad. Es necesario y urgente que las universidades generen el nacimiento de una generación de urbanistas capaces de entender el momento histórico y determinar el inicio de una tradición urbanística en beneficio de la ciudad y la región.