Guadalajara: la segunda pérdida de Juan Soriano


Por Juan Palomar

Juan Soriano nació en Guadalajara en 1920. Ya en 1935 abandonó la ciudad, y así escapó a la intolerancia que su amigo y maestro Jesús Reyes Ferreira –junto con un grupo de personas- sufrió en 1938, al ser pública y vergonzosamente ultrajado por sus preferencias sexuales.

Soriano fue un niño prodigio del arte mexicano. Su talento y sus realizaciones fueron ampliamente ponderados por sus contemporáneos. Particularmente memorables fueron los reiterados elogios que de su obra escribió Octavio Paz, en los que subrayaba la esencial inocencia de su mirada y la rara certeza de sus búsquedas plásticas.

Vivió en México largos años, alternando su residencia con Roma y París, en donde fue bien conocido en los círculos intelectuales y trabó amistad con gentes como Julio Cortázar, Antonio Saura o Milan Kundera. En la capital del país fue muy señalada su participación con el célebre grupo de Poesía en Voz Alta en donde alternó, en la década de los cincuenta, con el propio  Octavio Paz –de quien siempre fue amigo muy cercano- Juan José ArreolaHéctor Mendoza, Juan José Gurrola y Leonora Carrington.

Es, para decirlo rápido, un artista universal, reconocido por propios y extraños. Es de los dos o tres artistas nacionales que han expuesto en vida en el Museo Reina Sofía, de Madrid, por ejemplo. Es, ciertamente, un orgullo tapatío.

En 1987 el Gobierno del Estado le otorgó el Premio Jalisco. El encargado de su elogio, durante la ceremonia en el Teatro Degollado, fue Octavio Paz. En el año de 2007 el Ayuntamiento de Guadalajara decidió construir una plaza, en el barrio de Santa Cecilia, en su honor. Previamente, funcionarios municipales lo condujeron a evaluar distintas opciones para ubicar su plaza. Optó por Santa Cecilia aduciendo que era allí en donde más falta hacía un espacio recreativo. La vista de la barranca de Oblatos fue, además, un elemento muy atractivo para él. Regaló a la ciudad, para ese sitio, la pieza escultórica de su autoría que allí se puede ver (solamente se pagaron los materiales). Después pidió ser llevado a visitar a su anciana nana, cosa que siempre que estaba en Guadalajara hacía. Desde entonces se hablaba con él, y con Marek Keller, su compañero, de instituir en esta ciudad el Museo Juan Soriano.

Ahora nos enteramos que tal museo será construido, con toda propiedad, en Cuernavaca, Morelos, gracias al apoyo decidido del gobierno de ese estado. Guadalajara, la ciudad natal de Juan Soriano, y Jalisco, quedan una vez más al margen de recuperar, en beneficio de sus paisanos, el legado de uno de los más altos artistas que han dado. Es tarde, por supuesto, para lamentaciones. Pero alguna enseñanza queda: Marek Keller, responsable y heredero del legado del maestro, estuvo analizando diversas posibilidades. Un museo para Juan Soriano hubiera costado mucho menos que un paso a desnivel. El resultado está a la vista.