Recuperando el Mercado Corona


Por Juan Palomar

El Mercado Corona es una parte neurálgica del centro de Guadalajara. La actual pérdida del edificio debida al reciente incendio representa mucho más que los muy lamentables daños materiales y laborales que el siniestro ha conllevado. Desde luego que habrá que ver la manera como los comerciantes puedan ser apoyados y reubicados temporalmente para asegurar que sigan ganando su sustento. Y por supuesto que es preciso reconstruir el mercado.

Porque reconstruir el mercado es también devolverle a la ciudad un inapreciable tejido humano, social y económico que actúa sobre una extensa área de la mancha urbana y, sobre todo, del mapa mental de los tapatíos. Ahora, el centro de ese tejido ha sido aniquilado por las llamas, y la infinidad de redes de relación que existían están cortadas. Ese es el real patrimonio que está ahora en juego.

Si se hace el mapa de las ligas de todo tipo, económicas, sociales, humanas y de referencia citadina que el Mercado Corona supone, se podrá ver que dicho establecimiento es como una planta con profundas y diversificadas raíces que implican a casi toda la ciudad. Desde la plazuela de Venegas hasta el primitivo mercado que allí se estableció, hasta el edificio que levantó para ese fin don Ambrosio Ulloa después del incendio de 1910, hasta su lamentable demolición para ser sustituido por el del arquitecto Julio de la Peña en los años sesenta. Del mercado de Ulloa queda una magnífica balaustrada y la noble portada que aún se pueden apreciar y que, por descontado, deben ser reutilizadas.

¿Qué sigue? Hacer otro mercado. Un mercado cuyo concepto respete y fomente el uso y el estilo del que se perdió. Un nuevo mercado en todos los demás sentidos: la punta de lanza para toda la zona metropolitana de una manera de vender y comprar, de intercambio humano y material, de entender las relaciones entre los usuarios no simplemente como una acción mercantil sino como una manifestación cotidiana, vigorosa y vigente de una identidad colectiva que ha subsistido por siglos, y cuyas muy benéficas consecuencias sociales constituyen uno de nuestros principales patrimonios. Hacer el primero de una nueva generación de mercados que encaren el futuro con viabilidad, con seguridad, con condiciones adecuadas en todos los sentidos.

El mejor método sería el de establecer un programa que contemple todas las medidas adecuadas para su correcto funcionamiento y, obviamente, su seguridad. Un programa que considere al mercado no como un equipamiento aislado sino como el nudo de un contexto urbano completo. Con esa base, convocar a un concurso público abierto dirigido a todos los arquitectos residentes en Jalisco. Las propuestas deberán abocarse, en primer lugar, al ordenamiento y renovación del entorno, al análisis de fincas y conjuntos edificados susceptibles de reutilizarse, al establecimiento de una adecuada imagen urbana. Paralelamente, como pieza maestra, a la elaboración de una propuesta conceptual del propio edificio del nuevo mercado en los términos que se han mencionado.

De esta manera, la actual pérdida se puede trocar en una considerable ganancia para los usuarios, los comerciantes, la ciudadanía en general y para todo el centro. Sería una señal inequívoca del renacimiento del cuadrante fundacional de Guadalajara con la participación activa de la comunidad arquitectónica, el establecimiento de una nueva manera de enfocar los mercados en el siglo XXI y una muestra de cómo revitalizar y renovar los otros muchos equipamientos de este tipo que forman parte de nuestra identidad, del patrimonio común.

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