La permanencia de lo efímero: cinco años de Pabellón Eco


Fuente: http://www.frente.com.mx/la-permanencia-de-lo-efimero-cinco-anos-de-pabellon-eco/

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En próximos días se darán  a los ganadores de la 5ª edición del concurso para el diseño del Pabellón Eco, proyecto de intervención arquitectónica efímera en el Museo Experimental el Eco, que en tan sólo un lustro se ha convertido en uno de los concursos de arquitectura más propositivos e interesantes del país. Frente platicó con sus organizadores y conoció las cinco propuestas de entre las cuales será seleccionado un ganador que ocupará el patio del museo durante el verano de este año.

Fotos: CC Arquitectos | Jimena Hogrebe y Nicolás Vázquez | MXSI/PAAC  |  Urbánika |S-AR 

Entendiendo el entorno: el Museo Experimental el Eco

Construido en 1953, en el número 43 de la calle de Sullivan en la San Rafael, en frente del ahora llamado Jardín del Arte, el Museo Experimental El Eco es indudablemente uno de los paradigmas del arte moderno en México y a la vez la mejor anomalía en el panorama arquitectónico local de la época.

Comisionado por Daniel Mont, un empresario mexicano de restaurantes, bares y galerías de arte, el Eco sería, desde su visión, un espacio que relacionaría sus intereses comerciales con una creciente vanguardia cultural mexicana, ofreciendo un recinto donde habrían de converger distintas expresiones artísticas: pintura, escultura, arquitectura y danza. Una reinterpretación de aquellos cafés/bares europeos donde se fraguaron las vanguardias de principios de siglo XX.

diseno_128_2Para tal efecto y con la premisa “haga lo que se le dé la gana”, Mont le solicitó al artista alemán radicado en México, Mathias Goeritz, el diseño del edificio. Goeritz, quien no era arquitecto pero sí amigo de Luis Barragán, moldeó este edificio bajo los principios de su manifiesto de la arquitectura emocional, trabajándolo como si se tratara de una escultura penetrable, tensando corredores y descansos a través de diagonales, cambios de altura, juegos de llenos y vacíos, cuya intención, además de generar estas sensaciones espaciales –mucho más cercanas a las de edificaciones de carácter espiritual que a las de una galería o un bar– era ser una respuesta desafiante a la estética funcionalista dominante de la época.

Poco duró el Eco funcionando como Mont y Goeritz lo habían planeado. A un año de terminado, Mont falleció. El edificio se transformó en restaurante, club nocturno, teatro… hasta quedar en el abandono. Sus puertas estuvieron cerradas durante más de 30 años hasta antes del 2005, cuando lo compró y restauró la UNAM, para luego reabrir sus puertas como un museo volcado a hacer honor al nombre y concepto originalmente dado por Goeritz, propiciando lo experimental, efímero e interdisciplinario en el arte contemporáneo como médula de los procesos de investigación y práctica de este museo.

Sobre el Pabellón Eco

Desde hace cinco años, el Museo Experimental el Eco produce el Pabellón Eco, un proyecto anual de arquitectura temporal que se construye en el patio del museo, y del cual se desprende un programa de actividades paralelas que tiene como objetivo introducir un diálogo entre la arquitectura y otras disciplinas.

Desde el 2010, esta iniciativa conjunta del museo (iniciada por el director anterior Tobias Ostrander y con un seguimiento ejemplar de la directora actual Paola Santoscoy y su equipo), con la colaboración de la agencia de proyectos y estrategias culturales Buró Buró dirigida por Jorge Munguía, ha convocado cada año, por invitación, a cinco despachos jóvenes de arquitectura de todo el país a intervenir el patio rojo del recinto. Dicho patio es el espacio protagónico y climático del edificio, que ocupa la mayor parte del solar de 530 m² y está coronado por una magnífica estela amarilla.

diseno_128_4Parte fundamental del concurso es el impulso que busca darle a jóvenes talentos nacionales, ya que funciona como plataforma de reconocimiento para quienes llevan una práctica y un proceso continuo de trabajo en una profesión como la arquitectura. Los organizadores buscan a los talentos nacionales jóvenes más prometedores a través de un diálogo directo con escuelas, facultades, publicaciones, críticos y arquitectos con una trayectoria más establecida, para a partir de ese sondeo, hacer la selección de cinco oficinas a quienes les pagan por el desarrollo de la propuesta; una práctica sumamente respetuosa del trabajo de la gente involucrada. También cabe resaltar que el jurado del concurso siempre es interdisciplinario. Cambia cada año y ha involucrado a artistas, diseñadores, arquitectos y curadores, con lo que se continúa con el espíritu de intercambio que fundamentó el origen del proyecto original del museo.

Más allá del indudable talento de todos los involucrados en el concurso, quienes activan el espacio primordial de expectación y acción del edificio con sus intervenciones y buscan la constante relectura del edificio consigo mismo y su contexto, es quizá ese pago económico lo que ha dado a todas las soluciones ganadoras un carácter particular de algo que podríamos llamar arquitectura destilada.

Los pabellones ejecutados a la fecha son magníficos ejercicios del adecuado manejo de recursos. Planos, plataformas, muros o cubiertas de gran impacto espacial y sensorial se constituyen con la menor cantidad de recursos materiales y económicos y el máximo derroche de recursos intelectuales, dando lugar a ejecuciones logradas a partir de inesperadas configuraciones de materiales e innovando su uso gracias a la naturaleza efímera del proyecto.

Tal es el caso de los apilamientos modulares de block de arena y cemento del primer pabellón de Frida Escobedo que generaban un ágora en ese patio coronado por una grandiosa estela amarilla –influencia directa de Luis Barragán–; el paraboloide hiperbólico de cuerdas y cadenas de Estudio MMX que aliviaba el duro golpe de sol veraniego en ese vacío; el muro en diagonal de Luis Aldrete que dividía el patio, tensando aún más el espacio y detrás del cual se escondía un juego de espejos que multiplicaba radialmente, de nuevo, ese muro amarillo; o la propuesta ganadora del año pasado de estudio Macías Peredo, quizá la más audaz de todas: un plano inclinado que servía como gradería y que llevaba a los visitantes a la altura del muro de fachada del museo, elevándolos al mismo nivel de las copas de los árboles del parque localizado en frente. El plano se sostenía por una estructura metálica rentada, utilizada originalmente para cimbrar losas y muros de concreto, y estaba recubierto de loseta de arcilla reminiscente del piso original del patio.

En el 2014, el comité de selección convocó a los siguientes despachos que presentaron las siguientes propuestas:

CC Arquitectos

La propuesta consiste en la creación de un vacío circular al centro del patio del museo, delimitado por vegetación, principalmente desértica, plantada en macetas. Reconfigurando y generando un diálogo entre el edificio y la intervención a partir de la contraposición de lo dinámico del patio trapezoidal y lo estático de la forma circular que lo ocuparía.

Jimena Hogrebe + Nicolás Vázquez

Este par de arquitectos y académicos egresados del Taller Max Cetto de la UNAM proponen ocupar el patio con una tarima horadada triangularmente, cubierta en gravilla negra, que hace referencia al pedregal de la ciudad donde Goeritz ejecutó tanta obra. A esta tarima se sube por una escalinata que obliga a recorrer el poema visual de Goeritz en la estela amarilla del patio. El potente gesto del hueco angulado –cuyas caras interiores están cubiertas de madera, expandiendo el material de piso del interior– extiende la tensión espacial desde el gran ventanal del edificio hacia una de la esquinas del patio, lo que genera distintos niveles de expectación y actividad tanto en el interior como hacia el exterior del museo.

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MX SI / PAAC  Este equipo mexicano-esloveno, con base de operaciones en Barcelona, propone la construcción de un muro que se va curvando hasta hacerse banca y que se vuelve a curvar hasta hacerse muro de nuevo que envuelve dos de los costados del patio –los opuestos al ventanal–, dirigiendo las posibles actividades al centro del espacio vacío. A la par, proponen cubrir la estela y el muro de colindancia del museo con un material reflejante para multiplicar el horizonte perceptible desde el patio.

S-AR
Este taller regiomontano interviene el patio con un pórtico que soporta una pérgola de madera de cimbra reciclada que corta el patio diagonalmente, generando un espacio en constante transformación por el juego que hace el movimiento de la sombra de la pérgola con el recorrido del sol.

Urbánika
El estudio de Chihuahua reconfigura el patio con un muro serpenteante –de nuevo, una referencia al trabajo escultórico de Goeritz– de bastidor de acero y triplay que genera patios entre sí mismo y los muros del patio, y que además permite distintas actividades en el nuevo y tenso interior que crea a partir del diseño de mobiliario modular.

En estos cinco años, el Eco ha solicitado 25 propuestas para la intervención de su patio de las cuales cinco se han construido. Jorge Munguía, director de Buró Buró, entiende esta edición como el cierre de un ciclo. Reconoce que tampoco hay tantas maneras de aproximarse a un espacio sin éste se repita, y eso sería lo menos deseable en la constante búsqueda de innovación y experimentación del museo y de los proyectos que buscan promover.

Munguía comenta que después de esta edición buscarán darle un giro de tuerca a la iniciativa. Seguirán usando al museo como plataforma para intervenciones arquitectónicas, pero quizá cambiarán las maneras del concurso, tal vez intervendrán otro espacio dentro del mismo o modificarán las metodologías… para eso tendremos que esperar. Mientras tanto, los ganadores serán anunciados en los próximos días y podremos estar experimentando ese (nuevo) espacio en tan sólo unos meses.

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