Efervescencia urbana


Por Juan Palomar

Un enemigo mortal de las ciudades es el aburrimiento. Lugares en los que no pasa nada, en los que ninguna cosa de relieve provoca curiosidad, contento. Las ciudades, estos complejos organismos delicados y a la vez resistentes, cifran su pertinencia para ser el marco del desarrollo de una comunidad en la calidad de vida que son capaces de ofrecer a sus usuarios. ¿De qué depende esta calidad de vida?

Obviamente de los satisfactores mínimos: infraestructuras y servicios, seguridad, movilidad, áreas verdes, etc. Guadalajara, como zona metropolitana, tiene aún graves rezagos en estos renglones. Sin embargo, algo se ha avanzado en cubrir estas necesidades y es esperable que en un futuro no lejano tengamos una cobertura generalizada de estos requisitos básicos en toda la ciudad.

Pero ¿aparte de esto? ¿Qué ofrece Guadalajara a sus habitantes como atractivos que los hagan sentirse contentos de la ciudad que les tocó en suerte o que eligieron para vivir? No sólo de pan vive el hombre. Una ciudad necesita indefectiblemente de la belleza, del decoro, de las posibilidades. Posibilidad de hacer una cosa o la otra, de unirse a cierta actividad o verla pasar o aún ignorarla, de vagabundear y conocer lo hasta entonces ignoto, de –como decía Octavio Paz- gozar también del anonimato que las grandes ciudades ofrecen a veces a sus habitantes.

La Vía Recreativa es un buen ejemplo para pensar lo anterior. Cada domingo algo significativo, vibrante, divertido pasa a lo largo de algunas de las principales calles de la ciudad y particularmente en el eje Javier Mina-Juárez- Vallarta. La positiva efervescencia social que a lo largo de estos corredores sucede contribuye a un concepto que, con cierta vaguedad, hemos denominado “hacer ciudad”: construir comunidad, establecer lazos entre los habitantes, contar con un marco físico apropiado y dignificado.

Pero hay muchos otros fenómenos urbanos que contribuyen, en mayor o menor medida, y con sus asegunes, a promover estas condiciones: el Baratillo del oriente tapatío es un acontecimiento, cíclico y dilatado, que congrega actividad y reconocimiento social. Ciertos tianguis, aún con los inconvenientes para algunos vecinos. El Trocadero que se pone por avenida México, el Tianguis Cultural frente al Agua Azul. La intensa y generalmente amistosa actividad de Santa Teresita, de Obregón, de Medrano, de San Juan de Dios y otros mercados…

Y otros corredores que se van consolidando: es el caso de la avenida Lafayette/Chapultepec, el que, después de su arreglo en la administración municipal antepasada ha logrado inusitados índices de asistencia y popularidad. Claro que hay inconvenientes: ciertos giros –que son más bien emborrachaderos con música estridente- deben ser estrictamente controlados. Y nunca dejar de atender la compatibilidad de otras funciones, particularmente la de habitación con estas actividades. Ahora es el eje de Libertad el que se ha venido desarrollando, y es necesario controlarlo con mucho cuidado.

Cada uno de los casos citados es una oportunidad y un riesgo: una acertada gestión urbana podrá asegurar sus bondades y limitar sus inconvenientes. Pero es un hecho innegable que la efervescencia social que producen logra aportar atractivos a la vida en Guadalajara.