Economías compartidas urbanas


Políticas locales para ciudades colaborativas

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Compartir es un invento antiguo que había empezado a caer en el olvido. Pero como todo vuelve, nos encontramos ahora ante el potencial que tiene esta acción de generar nuevas oportunidades económicas. Bajo la idea de consumo colaborativo o economías compartidas una s

erie de nuevas iniciativas están emergiendo y transformando las relaciones urbanas, y es la ciudad el escenario idóneo para estas nuevas dinámicas peer to peer capaces de recuperar conceptos como confianza o vecindad.

Las ciudades se fundaron bajo el principio de compartir a partir de las características intrínsecas urbanas como la proximidad y la densidad. Bien conectadas, las ciudades son territorios que  tienen la capacidad de producir e innovar reduciendo el gasto energético y el consumo de recursos, a pesar de la mala reputación que las aglomeraciones urbanas se han ganado en cuanto a derroche energético y a emisiones se refiere. Las ciudades son la esperanza de futuro dentro de los límites naturales del territorio, el cual es el menos renovable de los recursos.

Hoy, nuevas circunstancias han creado una oportunidad sin precedente para definir las ciudades como plataformas colaborativas. Muchas personas ya están actuando en esa dirección, empoderados por las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías buscan soluciones a sus necesidades sociales y económicas más inmediatas. De este modo se están creando nuevas maneras de gestionar los procesos urbanos, a la vez que se establecen relaciones más resilientes capaces de generar oportunidades colectivas en la vida cotidiana y alrededor de los espacios de proximidad.

De todo esto trata la economía compartida, caracterizada por diferentes prácticas colaborativas capaces de poner en valor activos que permanecen en desuso una gran parte de su tiempo. Estrategias que garantizan la accesibilidad, como premisa por encima de la propiedad. Nuevas, o algunas antiguas pero renovadas, maneras de compartir no sólo las necesidades o problemas con aquellos que tienes más cerca, sino también la soluciones. Capaces de priorizar la importancia del valor más allá del precio y apostar por lo asequible, sea barato o no, las iniciativas pueden ser metabólicamente diferentes:

– Peer-to-peer (P2P) cuando los individuos comparten un bien o servicio entre sí directamente.

– Business-to-consumer (B2C) cuando se trata de una empresa que ofrece un servicio de principios colectivos.

– Públicas, cuando es la administración la que gestiona o impulsa la iniciativa.

Imagen de http://www.collaborativeconsumption.com/2013/10/25/how-shareable-is-your-city/

Las economías compartidas tienen profundas implicaciones en cómo las ciudades diseñan sus espacios públicos, generan oportunidades de trabajo, aumentan la sensación de seguridad, gestionan el transporte, al fin y al cabo, en todo lo que deben proporcionar a los ciudadanos. Por todo ello las economías compartidas deben tener un peso importante en el planeamiento urbanístico y en el diseño de las políticas urbanas, que tradicionalmente han designado usos concretos a determinados espacios, sin permitir la confluencia de diferentes actividades en un mismo lugar. La zonificación de la que siempre ha hecho bandera la planificación tiende a desdibujarse con la influencia colaborativa de las economías compartidas, que no entienden de límites ni fronteras sobre propiedad ni autoría. Por ello la ordenación del territorio y los gobiernos locales deben tomar parte en la introducción de nuevas políticas que apuesten por estas nuevas iniciativas colectivas  ejerciendo de facilitadores diseñando infraestructuras, ofreciendo servicios, incentivos y flexibilizando regulaciones para permitir el juego del intercambio de grandes beneficios sociales.

Muchas empresas del sector privado ven esta tendencia colaborativa como una amenaza para sus actividades y se encuentran pidiendo regulaciones extremas para controlar estas iniciativas, en vez de adaptar su oferta a un mercado de necesidades diferentes. Pero ante tal situación fomentar y potenciar el crecimiento de las economías compartidas es una de las labores más significativas que los gobiernos locales pueden llegar a hacer con el fin de estimular no sólo la prosperidad y la resiliencia en un momento de crisis y cambio climático, sino también para fortalecer las redes sociales urbanas que parecen haberse ido resquebrajando a medida que aumentaba la competitividad en las ciudades.

Para ello algunas propuestas a desarrollar:

1. Transporte.

Ideas para promover el transporte colectivo, a partir de iniciativas como el carsharing (compartir vehículo), ridesharing (compartir trayecto) bicisharing (servicio público de bicicletas)

– Reserva de plazas de aparcamiento en la calle con descuento o gratis para carsharing.
– Reserva obligatoria de aparcamiento para carsharing en nuevas edificaciones residenciales.
– Fomentar el alquier de plazas de aparcamiento infrautilizadas a coches de carsharing.
– Incentivar económicamente el ridesharing, y levantar la prohibición de autostop.
– Designar puntos de recogida de ridesharing.
– Implantar servicio de bicicletas públicas.

2. Servicios

– Incentivos fiscales para el uso de solares vacíos como huertos urbanos
– Incentivos fiscales para el uso de plantas bajas vacíos como espacios colectivos de beneficio comunitario
– Fomentar el reconocimientos social de las prácticas colaborativas
– Permitir el acceso a la agricultura urbana y a sus productos
– Facilitar y promover el desarrollo de las iniciativas que aportan beneficio local y colectivo.
– Crear nuevas claves de zonificación, o flexibilizar los usos de las existentes, para permitir la aparición de nuevas actividades no contempladas anteriormente.
– Integrar conceptos de educación cooperativa en los programas de educación pública.

3. Vivienda

– Apoyar el desarrollo de cooperativas de vivienda sin ánimo de lucro.
– Permitir alquileres de corta duración en zonas residenciales
– Generar nuevas claves de zonificación y ordenanzas para permitir el cohousing.

Las economías compartidas, heredadas de antiguas maneras de gestión y  remezcladas con las tecnologías de hoy en día, suponen un cambio económico, social y cultural que las políticas locales deben fomentar y potenciar en sus agendas urbanas. Requieren una gran creencia en los bienes comunes (commons), como el espacio público, la educación o la sanidad así como las infraestructuras que dan servicio a la sociedad  y deben conseguir, por ello, su espacio en el diseño de las políticas urbanas. Estas iniciativas están consolidándose como una alternativa real, flexible y variable más allá de un antídoto al materialismo y el sobreconsumo de un período de crisis. Muestran la capacidad de ofrecer beneficios sociales y medioambientales, a partir del uso eficiente de los recursos existentes y además el estudio de métricas de este tipo de proyectos demuestra que están generando un beneficio económico de fácil reinversión en la comunidad local.

“Los grandes cambios sociales obligan a transformar las políticas públicas en general y las locales en particular. Podemos afirmar que el bienestar hoy va pasando de ser una reivindicación global para convertirse cada vez más en una demanda personal y comunitaria, articulada alrededor de la vida cotidiana y en los espacios de proximidad”

Subirats, Montaner (2012)

Por Elia Hernando Navarro

www.urban-compass.com

AAVV. (9 de Marzo de 2013). All eyes on the sharing economy. Obtenido de The Economist: http://www.economist.com/news/technology-quarterly/21572914-collaborative-consumption-technology-makes-it-easier-people-rent-items

Metcalf, G. (9 de Octubre de 2012). A policy agenda for the sharing economy. Obtenido de SPUR: http://www.spur.org/publications/article/2012-10-09/policy-agenda-sharing-economy

Montaner, J., & Subirats, J. (2012). Repensar las políticas urbanas. Barcelona: Diputació de Barcelona.

Rinne, A. (25 de Octubre de 2013). How shareable is your city? Obtenido de Collaborative consumption: http://www.collaborativeconsumption.com/2013/10/25/how-shareable-is-your-city/

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