La llama sigue: 50 años de la Escuela de Arquitectura del Iteso (II)


image002Por Juan Palomar

Toda la gente tiene proyectos: trabajar dignamente o robar un banco, hacer un viaje o conquistar a una muchacha (o a un muchacho), cambiar el mundo, sembrar un bosque, vivir contento. El proyecto arquitectónico se atiene a sus propios principios. Muchas veces la pretendida sofisticación de ciertas tendencias, las bobas modas de revistas y publicaciones electrónicas de arquitectura confunden y distraen a quien busca honradamente hacer un proyecto. Luis Barragán, tan ajeno a todo eso, repetía, cuando se encontraba dentro del proceso de proyecto con un problema particularmente arduo: “¿Cómo lo haría un ranchero?”. El proyecto del ranchero, del maestro de obras, de la gente con sentido común y sencillez es claro, lógico, a menudo muy bello. Milenios de arquitectura popular nos siguen dando su lección insuperable.

Hablo por una Arquitectura sin límites ni adjetivos: en el hacer al que está destinado el arquitecto no hay más que diferencia de escalas. Para merecer este alto título —ganado en el terreno de los hechos y no en la burocracia escolar— el arquitecto ha de ser capaz de pensar y hacer un mueble, el arreglo de un cuarto, el remiendo de una modesta casa; la composición de un jardín, el proyecto de casas solas o en conjunto, el de una iglesia, un auditorio, un aeropuerto, un fraccionamiento o un barrio, un pueblo, una ciudad, un territorio. El arquitecto debe ser un estratega capaz de organizar y dar sentido a realidades espaciales de muy diversas escalas. Sacrificar su presencia en cualquiera de esos ámbitos en aras de la pretendida “especialización” significa amputar sus propias posibilidades y, en última instancia, faltar a sus obligaciones. Claro que hay que saber recurrir a quien tiene ciertos conocimientos o experiencias específicas en campos determinados: serán auxiliares para el proyecto del que el responsable es el arquitecto, el estratega.

En mi modesta experiencia es posible, y deseable, situarse y atacar los diversos problemas espaciales o territoriales que se presenten o invente el arquitecto. La supuesta división entre arquitectos, jardinistas, interioristas, urbanistas y planificadores es sólo eso: una suposición. Hay arquitectura. Así, he tenido la fortuna de hacer remiendos y arreglos de cuartos, levantar junto con él la casa de un albañil, disponer jardines, hacer casas chicas y grandes, edificios académicos, grandes bibliotecas, renovaciones de barrios, planes territoriales para miles de hectáreas, una ciudad para 50 mil habitantes. Y planes y proyectos que involucran otras ciudades de cuatro o de 20 millones de pobladores.

Contra lo que decía Díaz Morales, sostengo que es posible proyectar a varias voces. A lo largo de los años he tenido la gran fortuna de hacer una serie de proyectos con los arquitectos Kuni Hartung, Carlos Petersen, Alberto Kalach, por nombrar a los más cercanos. Cada ocasión en que se han dado estas colaboraciones ha sido una experiencia en la que he obtenido aprendizajes y gozos, discusiones y desencuentros que al final han llevado a un resultado del que todos nos sentimos contentos. Es un asunto de química, en momentos de pura alquimia. Es la apasionada lucha por encontrar, dentro del generoso campo de la amistad, el espacio en donde confluyen visiones y sueños, trayectorias y particularidades. Al final, un navío común en el que zarpan los empeños.

Remate y convocatoria. Para finalizar estas palabras quisiera apelar a un término sin el que el hacer del arquitecto carece de profundidad y sentido: la poética. Cada quien se va labrando su personal manera de acceder a la belleza y la gracia que harán de sus esfuerzos una verdadera arquitectura: su poética. La particular manera como cada quien entiende la luz, el vacío y el lleno, el espacio y sus manifestaciones. Todo el esfuerzo, todos los desvelos que se llevan una vida, por convocar al ángel de la belleza que todo lo levanta y lo transforma, que hace que nuestros días en la tierra, arquitectos, tengan sentido.

*Palabras para la celebración de los Cincuenta años de la Escuela de Arquitectura del ITESO.