Para usar las azoteas


Por: Juan Palomar

Son lugares privilegiados: se ve el cielo. A veces también el vecindario, el barrio;  a veces inclusive hay vistas más largas sobre monumentos cercanos o lejanos, sobre grandes arboledas, sobre los cerros que rodean a la ciudad, si hay suerte sobre el farallón del Mexicano que está del otro lado de la barranca de Oblatos y en las tardes brilla esplendoroso con la luz del poniente. Hay todo tipo de azoteas, pero muchas son más o menos fácilmente habitables, gozables, útiles. Sobre todo si consideramos el benigno clima del Valle de Atemajac y sus alrededores.

Las azoteas son potenciales jardines y huertos caseros. Con una combinación de buena impermeabilización y macetas y contenedores apropiados se puede propiciar una generosa vegetación que da sombra, amenidad, comida. Es cosa de analizar, una por una, las posibilidades de cada azotea. En primer lugar es preciso que tengan una aceptable accesibilidad. Cuando no tienen su propia escalera es factible en muchos casos adaptar escaleras ligeras –metálicas por ejemplo- que las hagan practicables para toda la familia.

El proceso de impermeabilización es bastante sencillo. Primero se recubre la superficie con un rollo de butilo (Fester es la marca más conocida); después se coloca una capa filtrante de ese material que es como de cartón de huevos, de marca también comercial, que incluye en sus dos caras una geomalla. Después se coloca una capa de piedra de tezontle o similar para reforzar el filtrado. Y luego la capa de tierra vegetal que, con 5 centímetros de espesor, es suficiente para plantar cualquier planta cubresuelos. En los lugares en los que su quiera poner arbustos e incluso arbolitos de mayor tamaño se contiene más tierra con algunas piedras o se disponen macetas de buena capacidad. El resultado es asombroso.

Ahora la azotea es un jardín, con hortaliza o sin ella, casi instantáneo. Un espacio de solaz, convivencia, meditación, ejercicio, trabajo, ocio. Desde luego se requiere primero ordenar el lugar: tirar tiliches inútiles que ahí se suelen con frecuencia acumular. Ordenar un poco las instalaciones y cables que pueda haber; poner barandales adecuados si no hay pretiles, a los horrorosos tinacos se les puede cubrir con las mismas plantas. Pero el esfuerzo más que vale la pena, sobre todo en una ciudad que requiere urgentemente áreas verdes y frescuras. Cada azotea verde es una contribución significativa al microclima del vecindario y, en unión de muchas otras, al clima general de la ciudad. Sin hablar de que la propia casa en donde se haga el jardín mejorará grandemente en su comportamiento térmico.

Es una opinión defendible la de que la gente ve demasiada televisión, con las consecuencias de aislamiento y alienación que frecuentemente acarrea este abuso. Cuánto mejor ver las nubes, platicar con los demás, recibir amigos, leer a la sombra de un árbol adecuado, respirar, plantar plantitas, recoger sus frutos…Las azoteas tapatías pueden ser un gran recurso para ampliar el espacio habitable de cada quien, para mejorar la salud mental y hasta física de los usuarios, para cultivar la belleza inigualable del reino vegetal y el aire libre.

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