Ruina y posible restauración de la casa de Vallarta y Robles Gil


Por Juan Palomar.

Ha recibido mucha atención el reciente derrumbe parcial de la casa que el título de esta columna alude. Qué bueno. Para ser precisos, la casa se debería llamar Casa Camarena Morfín, pues fue esta familia la que por muy largos decenios fue dueña y habitó la residencia. Los señores Castiello Camarena, sobrinos de las subsistentes señoritas propietarias, nunca habitaron la casa, la heredaron de ellas, y la vendieron al poco tiempo. Hace décadas, también. Del o de los sucesivos y actuales dueños nada se sabe. Así es que, para mayor rigor en el tratamiento de estos temas, habría que precisar las denominaciones de los inmuebles patrimoniales. La autoría que se atribuye a “Alberto Pani” (1878-1955) también es dudosa si se analiza la carrera y la cronología del destacado ingeniero y político aguascalentense. Pero en fin.

El caso es que la Casa Camarena, ubicada en la esquina norponiente de la avenida Vallarta y la calle Robles Gil llevaba años amenazando ruina, a pesar de las advertencias de que ésta y otras más de 700 fincas de los perímetros A y B del centro se encuentran en parecidas condiciones. Gracias a la visibilidad de la casa en cuestión, y también a su agradable presencia que atrae un gusto generalizado por ella, el caso puede servir como un eficaz, aunque un poco tardío, detonante para realmente ponernos a pensar qué hacer. Y hacerlo.

Como aportación académica y propuesta de solución específica, se adjunta un ejercicio de Taller de Composición Arquitectónica de la Escuela de Arquitectura del Iteso, realizado hace meses por el alumno José Luis De Jesús Adín, mediante el cual se plantea la reutilización de la Casa Camarena y la de su vecina de enfrente, la Casa Keller. La propuesta, ciertamente arriesgada y posiblemente polémica, parte del principio de densificar las actuales edificaciones para convertirlas en un número de departamentos capaz de soportar el elevado costo económico de las propiedades y hacerlas rentables. Al mismo tiempo, se intenta preservar los principales valores de las fincas y su presencia fisonómica. La vocación es viable: al otro lado, enfrente y a la otra cuadra de la Casa Camarena hay actualmente departamentos adecuadamente habitados. Es imposible e ilógico pensar que toda edificación patrimonial de este tipo se convierta en “galería de arte con café”. Las edificaciones patrimoniales, hay que repetirlo, se deben “ganar la vida”.

El esquema incorpora la voluntad de los propietarios, el acuerdo de las autoridades patrimoniales y el apoyo decidido del Ayuntamiento en impuestos prediales, permisos de construcción, etc. Y la vigilancia y el respaldo de la sociedad civil que, en este caso, se ha manifestado activamente en busca de una alternativa que preserve su patrimonio. Las soluciones deben ser sensatas y al mismo tiempo audaces. Hay que arriesgar si se quiere ganar. Es inviable, y aún más, perjudicial, el pretender que el patrimonio se preserve bajo un capelo mágico que no hay quien pague ni pueda generar. Basta ver lo que se ha hecho en muchas partes para darnos cuenta de lo anacrónico de las posturas pretendidamente “puristas”. Nuestro patrimonio, si de veras queremos que subsista, necesita de alternativas reales y concretas.

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