Propuesta del “Parque Rojo” para el señor alcalde


Por Juan Palomar

En la prensa apareció recientemente una declaración del alcalde de Guadalajara, Ramiro Hernández, en donde decía que eran bienvenidas las propuestas sobre qué hacer con el “Parque Rojo”, también conocido como Parque de la Revolución. Ateniéndose a esta solicitud, este columnista presenta aquí algunas ideas esperando que puedan ser útiles.

En primer lugar habría que reconocer plenamente que el parque es una obra de autor, y no de cualquiera. Es el resultado de la colaboración, hacia 1935, de los hermanos Juan José y Luis Barragán, este último premio Pritzker y cima de la arquitectura mexicana. Es una obra de arte mundialmente relevante. Cabe subrayar que los hermanos ganaron el proyecto en un concurso público.

Luego: el parque ha sido maltratado, mutilado, modificado de diversas maneras. Por cierto que nunca se ha visto tan pobremente mantenido como hoy. Después de la implantación de las entradas al Tren Ligero hace más de 20 años, se llevó a cabo un trabajo de rescate de lo que se pudo recuperar del proyecto de Barragán, con resultados estimables. (Trazo, kiosco, paraguas, bancas, luminarias, pisos, jardinería…).

En tercer lugar, habría que decir que, por lo tanto, el proyecto de rescate planteado actualmente debe tomarse con la mayor seriedad y profesionalismo. Esto implica realizar una consulta pertinente con todos los usuarios (y posibles usuarios que actualmente no van por lo lamentable de su estado) para conocer sus pareceres.

Después, elaborar un programa apropiado que comprenda necesidades, aspiraciones y posibles funciones adicionales, compatibles siempre con el espíritu del parque.

Acto seguido hay dos alternativas: encargar el proyecto a un arquitecto con pleno conocimiento del problema y capacidad jardinística (cosa fundamental en un parque). O realizar un concurso público en el que hubiera un filtro para estar seguros de que los equipos participantes reúnen las características para hacer una propuesta solvente. Con los “finalistas”, realizar sesiones de inducción al tema del parque y, ora sí, esperar las propuestas finales con un jurado absolutamente apropiado (y dado a conocer desde las bases). Y luego realizar el proyecto con respeto y apego a sus lineamientos.

Se arriesga aquí una idea para enriquecer, de entrada, al parque. Incluir en el programa la reconstrucción de la original área de juegos infantiles que proyectó Barragán en la zona Suroriente del parque. Tendríamos así algo muy relevante: la recuperación de una pieza arquitectónica de muy alta valía; y además proporcionar a los niños algo de lo que actualmente carecen en el “Parque Rojo”. Si aspiramos a que nuevos niños vayan repoblando la zona, esta acción sería una señal muy clara en esa dirección.

El Parque de la Revolución está actualmente en la peor etapa de su existencia. Es como tener una gran obra de arte, digamos un Orozco, rayoneado y sucio. Pero se puede aún restaurar todo lo restaurable y darle a esta acción una gran utilidad social, urbanística y estética.