Autos o ciudad


Por Juan Palomar

Según diversos estudios, los coches se están comiendo gravemente a las ciudades. Es insostenible la idea de contar con un transporte automotor individual como principal medio de locomoción urbana. Las velocidades promedio no hacen más que descender, la contaminación atmosférica y auditiva aumenta cada vez más y el espacio urbano cada vez está más constreñido por los autos. Total, la calidad de vida de toda la población se ve perjudicada por un irracional apego al coche.

Es cierto: se necesitan alternativas reales. Esperemos que de lo acuerdos de transporte que recién se inician surja un nuevo modelo más sostenible y eficiente que efectivamente mejore la situación y haga considerar a un alto porcentaje de los automovilistas que tienen una mejor opción. Mientras esto sucede, hay esperanzas de que desde el OCOIT estatal se impulsen con decisión los modos alternativos de movilidad, que pueden ser la solución para amplias franjas de la población.

El reciente anuncio por parte del Alcalde de Guadalajara acerca de los estudios en curso para liberar parcial o totalmente de la existencia de cajones de estacionamiento a los desarrollos de vivienda ubicados en las franjas atendidas por el transporte colectivo es un paso en la dirección correcta. Aunque pueda ser controversial, es ya la hora de limitar y racionalizar el excesivo espacio que en las viviendas toma el coche. Y de dar una señal enérgica de que se quieren hacer las cosas de un mejor modo.

Todo el que ha estudiado con seriedad la viabilidad de un conjunto de vivienda está consciente del alto porcentaje de la inversión que se va en el espacio automovilístico. Si se pretende ofrecer vivienda accesible para las capas de población de ingresos medios y bajos en el municipio de Guadalajara es casi ineludible prescindir de las exigencias de cajones que actualmente determinan los reglamentos. Habrá quien dirá que entonces el impacto de los coches se desbordará sobre los vecindarios en donde se encuentren los nuevos desarrollos de vivienda. Precisamente, habrá que tomar las precauciones para que esto no suceda y, al contario, dotar a esas demarcaciones de más espacios verdes y abiertos, combinados con pensiones para autos en donde sea pertinente. Y lograr que los nuevos habitantes efectivamente utilicen el transporte público.

Es un asunto de gobernabilidad: si se hacen respetar los reglamentos a pie juntillas –como debe ser y raramente se hace- los coches no tendrán que impactar negativamente a los contextos redensificados. Ni que no se pudiera. Cientos de ejemplos en el mundo son ejemplo de que sí se puede, y alegar que aquí no es simplemente profundizar en los tristes complejos de inferioridad que son uno de nuestros lastres.

El coche debe ser puesto en cintura. Bajo su dictadura hemos perdido un porcentaje muy alto de la calidad de vida que alguna vez tuvo nuestra ciudad. Es más que la hora de que todos colaboremos en esta reforma de hábitos y comodidades muchas veces superfluas y nos atengamos a una convivencia más civilizada y sustentable. Buscar las proximidades, racionalizar trayectos, poner el interés colectivo sobre el individual. De otra forma seguiremos por el fatal camino de la inviabilidad y el deterioro.

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