Atentado con la obra de Luis Barragán: la casa de Arriola de Chapalita


aEn 1980, mismo año en que la Universidad de Guadalajara demolió la célebre Escuela de Música en Tolsa y Juárez, se consumó otro muy grave atentado contra la obra de Luis Barragán, el arquitecto más importante que ha dado México. Como para celebrar la entrega en ese año al maestro tapatío del premio Pritzker —equiparado a los premios Nobel— la ciudad permitió que fuera demolida una de sus tempranas obras maestras: la casa Aguilar, ubicada en López Cotilla, entre Lafayette-Chapultepec y Marsella, banqueta sur, en donde ahora está un mediocre edificio gris que aloja una dependencia estatal. Esa obra constituía una de las obras maestras tempranas de Barragán y hacía un interesante par con la casa González Luna-Iteso Clavijero.Por: Juan Palomar
Es difícil de creer que a estas alturas sea preciso continuar dando estas batallas: debería existir desde hace mucho una adecuada protección oficial para la irreemplazable obra de Luis Barragán en Jalisco. Y debería existir entre los propietarios de dichas obras un aprecio singular por sus posesiones, firmadas por un artista excepcional y ser así motivo de orgullo y cuidados especiales. Hay tres casos, por lo menos, en los que no es así. La casa que está en Rayón entre Juárez y López Cotilla, el par de casas que están en la esquina surponiente de La Paz y Colonias, y la casa Arriola de Chapalita, que nos ocupa hoy.Resulta que esta obra fue encomendada a Luis Barragán por el licenciado José Arriola Adame, célebre personaje tapatío de sus tiempos y amigo íntimo desde la primera juventud del arquitecto. Don José tuvo una numerosa familia, para la que mandó edificar, en el primer tercio de los años cincuenta del pasado siglo, una amplia casa en el solar de avenida de Las Rosas 543. Corresponde ahora dicho predio a la jurisdicción del municipio de Zapopan. La construcción estuvo a cargo del ingeniero Guillermo González Luna. Hay personas que recuerdan aún la espléndida casa y la no menos espléndida biblioteca del licenciado, reputada como la mejor del país en términos de literatura francesa.Una vez vendida por la familia Arriola la casa, ésta ha pasado por una serie de desventuras, entre ellas una subdivisión. Hasta donde se recuerda, la parte sustantiva de la finca primero fue la sede de Televisión Azteca, luego un restaurante y después de otros avatares, está siendo ahora nuevamente desfigurada con fines no precisados. Afortunadamente las obras han sido ya clausuradas.

Se ha insistido hasta la saciedad en la necesidad de adecuar con cuidado y criterio las edificaciones patrimoniales para sus nuevos usos, siempre que éstos sean compatibles con los valores de las fincas. Es algo no solamente deseable, sino perfectamente posible. Las autoridades respectivas (el Ayuntamiento de Zapopan, la Secretaría de Cultura y el INBA) están obligadas a preservar este patrimonio y a velar por que se haga lo necesario para lograr la preservación de la casa Arriola. Es factible conciliar los intereses de propietarios, inquilinos y ciudad, a través de un proyecto adecuado, para lograr preservar esta insustituible herencia de todos. Y este legítimo orgullo para la colonia Chapalita. Lo que se ha hecho es equiparable a tener un cuadro de José Clemente Orozco y emborronarlo con brochazos de algún aficionado. Es más que tiempo de borrar los brochazos y de que la obra de Barragán, y la de sus compañeros de generación, sean verdadera y adecuadamente protegidas.