Exigir las banquetas


Por: Juan Palomar

Mucho se ha insistido en que las banquetas son el primer y más importante espacio público. No tienen la espectacularidad de las plazas ni la amplitud de los parques y sin embargo constituyen el contacto cotidiano e inmediato con la ciudad para todos los habitantes. En ellas suceden la mayor parte de los intercambios sociales y se llevan a cabo un sinnúmero de actividades humanas.

Las banquetas son más parientes de las plazas que de los arroyos de las calles, a pesar de colindar con éstas. Ningún cuidado será suficiente entonces para conservarlas en buen estado. Y bien sabemos que las banquetas de Guadalajara, en muchísimos casos, guardan una condición lamentable. Además, en demasiadas ocasiones, son de una estrechez incómoda e injustificada. Veamos.

El origen de las banquetas tiene que ver con la necesidad de separar el tráfico peatonal del tráfico rodado y aún del paso del ganado; también tiene que ver con el hecho de asegurar un tránsito más protegido de las corrientes de agua durante las lluvias. Cuando se consolidaron las banquetas del Centro de Guadalajara se hicieron pensando en que había que dejar el máximo posible de paso a los vehículos —representantes del progreso— y se sacrificó así, por generaciones, a los de a pie. Además, cosa característicamente tapatía, salieron más baratas que hacerlas más anchas.

En la administración municipal antepasada se realizó un extenso trabajo en más de 100 manzanas del Centro en las que se corrigieron las secciones de las calles ampliando lo más posible las banquetas sin entorpecer con esto el tráfico automotor. Ahí están para quien se moleste en comprobarlo. También se acondicionaron las esquinas para el acceso de minusválidos y carritos diversos.

Si se analizan las secciones de múltiples calles de la ciudad se comprobará que las banquetas pueden hacerse más anchas sin perjudicar lo más mínimo, y frecuentemente ordenando el tráfico. Esta medida traería múltiples ventajas: los peatones transitarían con mucho mayor seguridad, el espacio para la socialización y el intercambio entre vecinos y transeúntes se propiciaría grandemente, se podría plantar más y mejor arbolado; en las esquinas, mediante ensanchamientos convenientes para la seguridad del cruce peatonal, podrían disponerse pequeñas plazuelas vecinales.

Cada asociación de vecinos debería hacer una revisión y diagnóstico de sus secciones viales y de sus banquetas: de allí saldría un proyecto y la petición adecuada a la autoridad, la colaboración en los trabajos y, sin duda, una mejoría radical de la colonia. Es una labor que se puede iniciar inmediatamente y planear adecuadamente sus etapas.

Recuperar y mejorar las banquetas de la ciudad es un proyecto de alto impacto social, de costo razonable y programación a corto y mediano plazo: es cosa de empezar.