¿Qué tan próspera es Guadalajara?


Por: Juan Palomar Verea

Mucho, dice un reciente estudio de la Organización de las Naciones Unidas. De hecho, sitúa a nuestra ciudad en un lugar destacado entre las ciudades con mejor presente y con futuro más promisorio… del mundo. No es poca cosa. Ya se oyen los tapatíos retobos de incredulidad y la fácil indiferencia y aún la hostilidad indocumentada tan propia del terruño. Pero vale la pena echarse un clavado al bien preparado y documentado estudio de UN- Hábitat, coordinado y presentado en días pasado ante la ONU por nuestro paisano el arquitecto Eduardo López Moreno. Eso y los datos duros que comporta están a las órdenes de los interesados.

UN-Hábitat, la organización mundial con sede en Nairobi, Kenia, propone un concepto clave para medir a las ciudades: su prosperidad. (Difícil no acordarse del nombre de la antigua Fábrica de Hilados y Tejidos de Atemajac, fundada en 1841: La Prosperidad Jalisciense.) Se plantea así un acercamiento nuevo y holístico –como dice Joan Clos en la presentación- al fenómeno de la ciudad: “La prosperidad en este más amplio y orgánico sentido trasciende al estrecho éxito económico para considerar un tipo de desarrollo de más amplia base, balanceado y resiliente que combina aspectos tangibles con otros más intangibles.” La prosperidad, agrega, además supone un grado de confianza en el futuro previsible.

Se parte de la asunción de que las ciudades son el remedio para la crisis global. Se conceptualiza la prosperidad como una rueda compuesta de cinco rayos o componentes complementarios entre sí: la productividad, el desarrollo de infraestructura, la calidad de vida (con tres subíndices: educación, salud y espacios abiertos); la igualdad e inclusión social, y la sustentabilidad ambiental. Se insiste en dejar atrás la actual perspectiva dominante en muchas ciudades, anacrónica e insostenible, basada en combustibles fósiles baratos, alta dependencia del automóvil, morfologías urbanas altamente segregantes, espacios social y económicamente segregados, y periferias urbanas ilimitadas que consumen tierra, recursos y atentan contra áreas urbanas protegidas, dentro de acciones fundamentalmente impulsadas por intereses privados. (Notas, por supuesto, muy presentes hasta hoy en la realidad tapatía.)

Para avanzar en la nueva perspectiva hay siete factores que la prosperidad buscada debe combatir y vencer: el bajo nivel de gobernanza y la debilidad institucional, la corrupción, la falta de infraestructura adecuada, la alta incidencia de cinturones de miseria y de pobreza, los altos costos para hacer negocios, los bajos niveles de capital humano y, finalmente, los altos índices de criminalidad.

En esta demasiado rápida glosa resalta la altísima pertinencia y el relieve del estudio recién publicado para pensar el futuro de nuestra ciudad. No es, por supuesto, momento de echar las campanas a vuelo. Sí es, en cambio, más que prudente reconsiderar muchos puntos de partida, muchos pesimismos (o impotencias) gratuitos, muchas futuras y muy concretas acciones para realmente alcanzar la prosperidad justa e igualitaria que desde hace mucho se insiste en buscar en esta región.