Ocho años es mucho tiempo


Juan Palomar Verea

Afortunadamente, en este caso: ocho largos años han sido el lapso a través del que se ha establecido y consolidado una de las medidas urbanas más benéficas y significativas que la Zona Metropolitana ha ensayado en los últimos tiempos. La Vía Recreactiva ha pasado de ser una novedad interesante a una provechosa costumbre refrendada semana a semana por decenas de miles de tapatíos.

Ocho años son ya tiempo suficiente para sostener que una medida como la de la Vía Recreactiva superó el estatus de un programa identificado con determinado grupo o gobierno para devenir en una actividad que ha logrado enraizarse en la mentalidad y los hábitos de la comunidad. Diversos gobiernos municipales de distintos signos le han dado continuidad y su funcionamiento se ha vuelto una actividad regular para todos.

Las cifras son alentadoras (EL INFORMADOR 10 de septiembre 2012). No solamente la Vía ha logrado constituirse como un hábito dominical entre amplias capas de la población, sino que su impacto se ha incrementado significativamente a través del tiempo. Actualmente asiste un promedio de 180 mil usuarios cada semana a los recorridos, y su extensión, a través de seis municipios de la Zona Conurbada de Guadalajara, alcanza ya 67.9 kilómetros. La Vía Recreactiva tiene ahora presencia en los municipios de Guadalajara, Zapopan, San Pedro Tlaquepaque, Tonalá, Tlajomulco y El Salto.

Varias veces, desde esta columna, se ha hablado acerca de los beneficios de la Vía Recreactiva. Uno de los principales lo constituye, sin duda, la apropiación que los habitantes pueden ejercer sobre una ciudad que se ofrece, libre del tránsito automotor, a quien la recorre. Disponer a sus anchas de vialidades normalmente vedadas a los desplazamientos peatonales o ciclistas permite al usuario establecer una relación distinta y constructiva con los contextos urbanos que de este modo se reconocen y se hacen propios. La interrelación social, pacífica y festiva, que en estos ámbitos se suscita es también un muy saludable producto. Sin hablar del obvio provecho físico que cada usuario obtiene al ejercitarse a lo largo de sus desplazamientos. O de las diversas actividades recreativas y culturales que se asocian a los recorridos.

Pero quizás exista un hecho central que hace patente la Vía Recreactiva: el de que la ciudad puede cambiar y volverse más amable y más cercana mediante la organización y el acuerdo de sus habitantes y sus autoridades. Mucha energía y muchas previsiones, hay que reconocerlo, se han requerido por parte de las administraciones municipales para sostener este proyecto. Su aceptación y arraigo entre la población, domingo a domingo, es una señal inequívoca de la pertinencia del esfuerzo.

Es de esperarse que la Vía Recreactiva prosiga extendiendo y profundizando sus efectos. Y que como sociedad hagamos lo necesario para seguir asegurando su vigencia como una de las manifestaciones urbanas contemporáneas más significativas y provechosas.

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