Certezas de la ciudad: el espacio público


Por: Juan Palomar Verea

Más allá de las contingencias electorales, más allá también de las coyunturas específicas que hacen saltar ciertos temas a la palestra de la opinión pública, a las planas de los periódicos o a los enunciados de las redes sociales, existe una serie de cuestiones cuya vigencia en la vida citadina es permanente.

Una de ellas es el gran tema del espacio público. Nunca estará de más recordar y puntualizar el valor central que encierra para la vida de la comunidad el conjunto de ámbitos en los que dicha vida transcurre. Ese entramado de espacios en los que la ciudadanía puede encontrarse, realizar diversas actividades y reconocer un contexto compartido en términos igualitarios constituye la esencia de la ciudad. Son los lugares en los que esa ciudadanía se ejerce y se cumple.

La expresión más sencilla y directa del espacio público son las calles, y dentro de ellas las mismas banquetas. Estas bandas continuas, preferentemente arboladas, destinadas a la circulación peatonal y a la convivencia unen naturalmente los espacios privados y los vertebran y organizan respecto al resto de la ciudad. Su aparente sencillez, su presencia más que cotidiana, pueden hacer que su función se vea fácilmente nublada y sus usos alterados por diversos factores.

La mera interrupción de una banqueta con cualquier elemento, su obstaculización con autos, la instalación de puestos comerciales y otras agresiones comienzan a deteriorar la función esencial de una banqueta. Su maltrato y descuido constituye también un demérito que atenta contra su misma naturaleza de nexo y vínculo común. Se ha dicho que las banquetas guardan un parentesco más cercano con las plazas que con los mismos arroyos vehiculares de las calles. Esto en razón de que la banqueta, destinada exclusivamente al uso peatonal posibilita el encuentro, el reconocimiento y la participación en la via comunitaria: como las plazas.

Las plazas, por su parte, constituyen el alma del espacio público de las ciudades. Sus ámbitos encierran la posibilidad de ejercer una función vital en los contextos urbanos: el encuentro con el otro, la manifestación de sentires y pareceres, la conmemoración o la celebración de actos significativos para el grupo humano, la simple recreación. Las plazas ofrecen por esencia un ámbito abierto al que es posible integrar desde la mera presencia de un individuo hasta significados que cambian y completan el espacio y que por lo mismo reivindican la vigencia de lo público. Siempre con la condición de que la plaza conserve su integridad y su disponibilidad para toda la comunidad.

La vitalidad de los espacios públicos, su dignidad y su habitabilidad es un tema central para las ciudades. Por eso es tan urgente recuperar día a día su sentido y su significación: sin estos espacios, sin su plena vigencia, la ciudad se desintegra y degrada. El espacio público permite la afirmación de la misma ciudad.

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