Los camiones y el centro


Juan Palomar Verea

Los camiones y el centro

Últimamente se ha hablado insistentemente acerca de la relación del centro metropolitano con el transporte público, en particular con los camiones. Nada menos que la mitad de las rutas de camiones existentes llegan o cruzan el castigadísimo centro tapatío. Este fenómeno tiene varios filos.

Por un lado, es evidente que una gran mayoría de usuarios del transporte público utiliza el centro como estación de transferencia y como referencia básica. Un esquema mental, propiciado por años de este hábito, concibe a la ciudad como un organismo que solamente se organiza de manera centralizada y concentrada. Las mismas obras viales que históricamente se han realizado en Guadalajara apuntan a ello. Cuando se tuvo la oportunidad de pensar qué convenía al futuro del primer cuadro, a mediados del siglo pasado, se optó por “crucificar” al centro con la ampliación de vialidades en vez de buscar una disposición que favoreciera los traslados periféricos y el uso racional de diversas vialidades históricas de penetración sin alterar el viejo tejido urbano (y sin querer todos llegar al pie de catedral en su coche: véase si en otras ciudades se hizo tal disparate). Al pie mismo de Catedral se horadó un túnel que uniera al oriente y al poniente y el primer par vial cruzó el propio centro de la traza histórica.

Esta inercia se aúna a la noción ampliamente difundida entre nosotros de que todos los caminos llevan al centro. Como bien lo demostró hace décadas el ingeniero Jorge Matute Remus, en los términos del transporte público, este principio es ampliamente inoperante. Su sistema ortogonal planteaba que los trayectos se realizaran con un máximo de dos transbordos; sólo que estos no deberían ocurrir forzosamente (como ahora sucede) en el centro.

Las consecuencias del actual e insostenible sistema camionero sobre la habitabilidad del centro están a la vista. Según el Patronato del Centro Histórico la existencia de al menos 35 “terminales” ubicadas e implementadas de cualquier modo “destruye el tejido social”. Nada menos. Una creencia apuntala esta situación: que la concurrencia forzada de gente automáticamente supone mayores ventas para los comerciantes. Así que viva el amontonamiento. Sin embargo el deterioro de la demarcación puede ahuyentar mucho mayores oportunidades de negocio de las que actualmente se cree que genera. Y, recordémoslo, el centro significa para todos los habitantes de la ciudad mucho más que oportunidades de negocio.

Llevamos décadas a la espera de una radical y racional reforma al sistema camionero tapatío. El sabotaje al sistema del ingeniero Matute sigue siendo una muy grave cuenta pendiente. La apuesta oficial de los últimos tiempos estaba colgada de un único recurso: la instauración del sistema de autobuses BRT. Al encontrarse en un absurdo impasse político esta opción se recrudece cada vez más la deteriorada situación actual.

Cada día que pasa el centro metropolitano se desgasta y se deteriora más. Tendríamos, como sociedad, que encontrar ya alternativas a este estado de cosas. Y empezar a respetar y recuperar el centro de todos.

jpalomar@informador.com.mx

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