¿De quién es el patrimonio?


¿De quién es el patrimonio artístico de la ciudad? Todos estaremos de acuerdo que es de los habitantes, pero algo tan sencillo resulta no serlo tanto cuando se trata de tomar decisiones. A juzgar por lo que dijo Mauricio Gudiño, secretario de Servicios Municipales de Guadalajara, el patrimonio es del municipio, no de la ciudad, y por lo tanto, quien administra el municipio tiene derecho a hacer lo que quiera con los monumentos de la ciudad.
Nos pueden gustar o no los monumentos. Ése es otro tema. La Minerva es horrorosa, pero es nuestra Minerva. Con el pretexto de mejorarla cada vez que le meten mano la dejan peor, porque una glorieta que fue pensada con elementos de su tiempo la han tratado de poner al día con resultados terribles. En lo personal, las lucecitas moradas como de discoteca que le pusieron alrededor no me gustan, eso es un tema de funcionamiento, pero el paisaje agavero es una moda que nada tiene que ver con La Minerva, que no fue diseñada para vender tequila. Sin embargo, la pobre glorieta tiene hoy que sufrir los caprichos de cada cambio de administración.
En días pasados el arquitecto Fernando González Gortázar reclamó, con justa razón, la alteración de tres de sus obras sin que haya sido consultado. En respuesta, el funcionario tapatío Mauricio Gudiño dijo que el municipio es dueño de las obras porque son mobiliario urbano, y no tiene por qué pedir permiso a nadie, pues el patrimonio es del Ayuntamiento, y él su digno representante. El mismo Ayuntamiento prohíbe, con toda razón, a un propietario de una finca de valor patrimonial que ésta sea alterada sin que exista una autorización expresa del municipio, porque, sin negar la propiedad, hay un interés primordial de la ciudad. Con más razón deberían de cuidar el patrimonio urbano que tiene un valor artístico o en ocasiones sólo referencial: la obra en sí misma, tal como fue pensada, diseñada y construida, habla de nosotros.
Si a los funcionarios del Ayuntamiento les parece que La Hermana Agua se ve mejor de beige que de concreto, es su gusto, pero esa fuente fue diseñada y pensada en concreto y representa valores estéticos de una época. Si el monumento al Federalismo no podía ser reparado en su versión original, nada les costaba pedirle al autor, que está vivo, que participara en la búsqueda de una solución y no intervenir la obra como si diera exactamente igual.
Esta visión del poder que reduce todo a “nosotros ganamos la elección y hacemos lo que queremos mientras estemos en la silla”, le ha costado carísimo a esta ciudad. Una de las grandes cosas que ha hecho este Ayuntamiento es poner a funcionar las fuentes de la ciudad que durante décadas se abandonaron, pero un buen trabajo se tira por la borda si los funcionarios no entienden que el patrimonio es de la ciudad, no del municipio.

Fuente: El Informador

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