Ciudad: con un intolerable cerebro disfuncional


Por Juan Palomar Verea

“Cuando vemos las cosas como intolerables todavía estamos moralmente vivos.”

Fernando Savater.

Es intolerable el modelo de crecimiento que desde hace décadas tiene Guadalajara. Toda la ciudad, o sea, la que se extiende sobre diversos municipios además del central. El costo en infelicidad humana, en deterioro de la calidad de vida de los que menos tienen, en perjuicios ambientales, en pérdidas patrimoniales, ha sido altísimo.

A estas alturas, el discurso que sustenta las anteriores afirmaciones ha sido corroborado por más o menos todas las instituciones y los estudiosos serios que abordan el problema de esta ciudad. Aún en los círculos políticos es común ya oír opiniones y aún intenciones, por parte de diversos actores, que aparentemente navegan contra la corriente que tanto ha deteriorado a nuestra ciudad.

Pero en el terreno de los hechos las cosas siguen derivando hacia el mismo desastre. El cerebro –o lo que hace las veces de él- del cuerpo de la ciudad está averiado, es disfuncional. Simplemente hay que analizar un poco las acciones reales que –más allá de los discursos- ese “cerebro” ordena. Una de ellas es la declaración como “reservas urbanas” de decenas de miles de hectáreas de territorios en los municipios periféricos que se han destinado ya a reproducir el desastre urbano “tipo Tlajomulco” (y anexas) que tanto se ha documentado. Es una garantía de lucro para muy pocos y de perjuicio para las grandes mayorías. Así de simple. Mientras el rollo de la densificación y de las ciclovías camina por un lado, los pasos de la dispersión urbana van por otro: por el de la realidad.

En el tema de la movilidad es algo parecido. Mucho rollo otra vez. Pero la principal y muy alta inversión del ayuntamiento de Guadalajara en este trienio fue para que el tráfico rodado convencional ruede mejor. En los kilómetros de calles que se pavimentaron no se amplió un metro el área para el principal método de movilidad de la población: el desplazamiento peatonal, las banquetas. De transporte colectivo, además de cancelar el BRT (y perder más de mil millones de pesos para la ciudad), nada.

El esfuerzo más significativo de repoblamiento y revitalización del centro de Guadalajara, la implantación del Proyecto Alameda (con Villa Panamericana o sin ella) fue postergado por politiquerías y falta de visión. El centro sigue decayendo. Los resultados de la Villa Panamericana en la orilla de la mancha urbana, en el Bajío del Arenal, se ventilan a diario por estos días en los periódicos.

Así se podría continuar. La lista de proyectos e inversiones del Consejo Metropolitano recientemente anunciada (los hechos, pues) tiene poco que ver con un cambio sustancial en la inercia de la ciudad y mucho con en el énfasis por las obras para el automóvil.

Es más que la hora de que, con toda claridad, se exija un cambio en el cerebro de la ciudad. Es intolerable seguir arruinando el presente y el futuro urbano de los habitantes de Guadalajara.

jpalomar@informador.com.mx