Pensar el presente [Revista PISO]


Por: Alejandro Guerrero. Revista PISO

Sobre arquitectura y sobre la ciudad todo el mundo parece tener una opinión. Si bien es cierto que existen tantas arquitecturas como arquitectos, alguna manera debe haber para saber sobre lo que es bueno – para la ciudad y sus habitantes – y lo que no lo es tanto. Con temas urbanos, la cosa se pone aún mejor. Toda la gente opina sobre movilidad, espacio público y temas afines. Más allá de gustos y opiniones lo cierto es que estamos viviendo un momento interesante por diverso para la arquitectura; la borrachera de las formas, celebrada desde los años 70´s y 80´s por todas las variantes de la posmodernidad, hace años que ha empezado a dar paso a su propia resaca y el panorama de la arquitectura mundial “bebe” ahora de muy diferentes cepas. Basta con dar una mirada a los highlights de la prensa especializada para darse cuenta de ésta diversidad latente.

El pasado 28 de marzo se anunció que Eduardo Souto de Moura recibía el Pritzker. Un arquitecto “moderado”, cuya obra refleja una intensidad constructiva que enlaza tradiciones propias de Portugal con temas modernos. Llama la atención como la noticia no ha sido muy atendida en el New York Times; su crítico estrella Nicolai Ouroussoff no ha escrito sobre el tema y las noticias que aparecen se antojan limitadas ó superficiales si comparamos la atención que se dispensa a noticias sobre arquitectos como Frank Gehry ó Zaha Hadid en el diario neoyorkino. La obra de Souto de Moura proviene de un país con grandes carencias; y en cierta manera periférico con respecto al contexto europeo. Tal vez ésta, sea en parte la razón por la cual la arquitectura portuguesa goza de un lenguaje que le es propio, cierta condición de rezago les ha otorgado – por lo menos en el ámbito de la arquitectura – una ventaja que ha sido traducida en calidad. En una entrevista publicada por el periódico ABC del 30 de marzo de 2011, Souto de Moura responde sobre la “no excepcionalidad de su obra”:

Prefiero pensar que soy un arquitecto normal, no excepcional. Los arquitectos excepcionales no van a tener mucho futuro, acabó el estrellato. Este Pritzker tiene algún significado: es un premio americano que dan al país más mediocre de Europa y al arquitecto más sencillo de los que estaban en su lista.”1

Esta sencillez es fácil de apreciar – y difícil de obtener – en varios de sus últimos proyectos. El edificio Burgo por ejemplo, un edificio de oficinas situado en Oporto, resuelve su programa construyendo un par de prismas sobre una base elevada con respecto a la calle. El conjunto desarrolla un espacio público en el intersticio resultante entre una torre y un edificio bajo y alargado, cuya geometría, lenguaje y rigor constructivo recuerdan al Chicago Federal Center de Mies van der Rohe y a otros conjuntos del mismo arquitecto alemán. No así el tratamiento de fachada, que en el edificio Burgo se ha elaborado en respuesta a los asoleamientos particulares de cada frente, que sin perder el ánimo de conjunto logra yuxtaponer caras prácticamente herméticas, con acristalamientos profundos que arrojan sombras potentes sobre las fachadas transparentes. Una arquitectura que sin esfuerzo aparente, se recrea en la sencillez de formas y materiales de bajo costo, logrando a su vez romper la escala del edificio a través de una estrategia de ensamblaje de paneles que modulan sus fachadas en altura, haciendo parecer que tiene más niveles de los que en realidad existen al interior.

Cuando se le pregunta a Souto de Moura sobre el rol social de la arquitectura, éste responde:

Hay una arquitectura de consumo, más vistosa y con base en la imagen, que cansa. Y hay otra arquitectura más sobria y más perenne que responde mejor a las situaciones. Eso no impide que de vez en cuando no se haga un monumento.”2

Tal es el caso de Frank Gehry, quien por su parte, ha llamado “filisteos toscos e individualistas”3 a un grupo de opositores al proyecto que empieza a levantar en París: La Fundación Louis Vuitton en el bosque de Boulogne. Al parecer, al grupo denominado Coordination pour la Sauvegarde du Bois de Boulogne, el diseño de museo para el magnate Bernard Arnault no les ha resultado muy pertinente debido a su localización en el mencionado bosque parisino. Lo que dicho grupo reclama es que Paris no necesita más museos y sí mas áreas verdes; una idea que en principio no parece necia ni exagerada. Y es que al parecer, últimamente Gehry no logra convencer sobre la pertinencia de sus edificios. Su propuesta para el Museo de la Tolerancia en Jerusalén, no profesa los valores que el patrocinador, el Centro Simon Wiesenthal, requiere; ya que Gehry rechazó reducir la magnitud de su proyecto y por ende los costos y decidió así abandonar a sus clientes. Queda poco de aquel arquitecto canadiense a quien Wigley y Johnson “desenterraron” junto con los llamados deconstructivistas con su exposición en el MOMA en el año 1988, cuya obra inicial despertó gran expectación pero que no ha sabido desarrollar de manera acorde con los últimos tiempos. En ese selecto grupo se encontraba también el americano Peter Eisenman que tampoco ha tenido suerte con la aceptación de sus proyectos. Basta con dar una mirada a la historia de la Ciudad de la Cultura de Galicia, para comprobar porque semejante mamotreto no puede llegar a buen término. Pero más allá de la problemática económica, social y política que el conjunto cultural ha creado con apenas 2 módulos abiertos al público; me gustaría proponer la idea de su fracaso arquitectónico en términos del tiempo. El proyecto caracterizado por un naturalismo-barroco y posmoderno, y cuya fecha de terminación se desconoce, será finiquitado muchos años después de lo planeado y en medio de una profunda crisis económica europea cuyo final aún no se vislumbra. Solo el tiempo será capaz de juzgar la pertinencia de la arquitectura de ésta acrópolis eisenmaniana; el mismo tiempo que está dando paso ya a una arquitectura más serena y responsable con las condicionantes del momento tanto económicas, como sociales y ecológicas. La Ciudad de la Cultura de Galicia será terminada a destiempo, muchos años después de la fiebre de la arquitectónica icónica; la misma fiebre que le dio vida y que legitimó su existencia.

Desde ésta “nueva” perspectiva de responsabilidad artística, se observa el trabajo de arquitectos como David Chipperfield, que recientemente ha sido objeto de una gran cantidad de premios y de reconocimientos por parte de la crítica especializada, gracias a su trabajo en el Neues Museum; un edificio del arquitecto alemán Friedrich August Stüler situado en la isla de los museos berlinesa, que después de la segunda guerra mundial sufriría severos daños por los intensos bombardeos. Chipperfield junto con su socio de proyecto Julian Harrap, ha logrado a través de dicha intervención, poner sobre la mesa de discusión uno de los temas más importantes para nuestra disciplina en la actualidad; la intervención en el patrimonio. Grandes trabajos relativos al patrimonio edificado, hace años que se han echado a andar; desde intervenciones en edificios antiguos de gran valor – como los casos berlineses de Chipperfield – hasta los ejemplos más polémicos como la intervención de Renzo Piano en la Capilla de Ronchamp de Le Corbusier ó su ampliación del Museo Kimbell de Kahn en Fort Worth Texas. Más que la expansión de las ciudades, el pensamiento en términos de desarrollo está siendo llevado al interior de las mismas y el pensamiento crítico empieza a centrarse en temas que relacionan patrimonio y nueva arquitectura. Véase por ejemplo el trabajo reciente sobre el tema, realizado por Rem Koolhaas y su equipo de OMA, con el desarrollo de la Exposición denominada Cronocaos.

Se dice que la arquitectura icónica se está acercando a un posible final ó por lo menos que sus métodos ya no son el paradigma actual. Eso podría acercar a arquitectos como Chipperfield ó Steven Holl a premios como el Pritzker; que en sus más recientes ediciones ha reconocido la trayectoria de arquitecturas silenciosas como las de Zumthor y SANAA, gracias a un jurado integrado por personajes como Carlos Jiménez, Juhani Pallasmaa y Alejandro Aravena. Si pensamos en los premios de arquitectura como un catalizador de la disciplina, con la posibilidad de generar conciencia y por lo tanto cambio en el estado actual de las cosas, ¿cómo debemos entender la decisión de incluir a Zaha Hadid en el jurado de tan prestigioso premio?

Existen tantas arquitecturas como arquitectos hay en el mundo; algunos buscan desesperadamente el futuro en las formas de sus edificios; otros encuentran consuelo en el pasado. Las posibilidades creativas de vivir en el presente superan a la especulación y a la nostalgia, en tanto que contribuyen con una continuidad cultural que avanza inevitablemente hacia el futuro.

[1]http://www.abc.es/20110330/cultura/abci-arquitectos-excepcionales-201103300338.html
[2]Ibídem.
[3]http://www.elpais.com/articulo/cultura/espinoso/bosque/Frank/Gehry/elpepicul/20110417elpepicul_2/Tes