Primero las banquetas


Por: Alfredo Hidalgo en su columna del Infornador.
Cuando se promete mucho y se hace poco, la ciudad no soluciona sus problemas y hay pérdida de confianza. Si además se desdibuja la esperanza el camino para recuperarla puede ser largo. Nuestra condición de ciudadanos en palabras de Hanna Arendt es el “derecho a tener derechos y deberes porque la igualdad de los seres humanos en dignidad y en derechos no es algo dado: es una construcción de la convivencia colectiva, que requiere el acceso al espacio público”. Tan importante resulta el tema, que el pasado 15 de abril el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos UNHábitat aprobó, la primera resolución pública que reconoce la importancia del espacio público en el desarrollo de ciudades sostenibles. En el segundo punto se “invita a los gobiernos y las autoridades locales a que faciliten el uso de los espacios públicos de las ciudades, como calles, parques y mercados para fomentar la convergencia social, cultural, económica y ambiental, de manera que todos los ciudadanos tengan espacios públicos en un entorno socialmente justo y en el marco de condiciones ambientales resilientes”. El acuerdo pide al director ejecutivo que adopte las medidas necesarias para la aplicación de la resolución

¿Cómo empezar? Las ciudades sostenibles reconocen a las banquetas como el espacio público por excelencia. Ver una ciudad a través de sus banquetas es mucho más que una aproximación, es una muestra del alma de la ciudad, de sus prioridades, de su coordinación, de la forma en que se entiende y asume la administración del territorio y la manera en que conviven gobierno y gobernados. Un par de días recorriendo ciudades como Bethlehem, Philadelphia o Nueva York, dan muestra de la importancia que tienen las banquetas. Con escasos 75 mil habitantes la primera, un millón y medio la segunda y ocho millones en NY, el espacio público es el lugar que las hace similares. En estas ciudades un niño, una madre con carriola, una persona con muletas o silla de rueda, o un adulto mayor, pueden pasear en condiciones adecuadas, atravesar calles, llegar a parques, hasta subirse al trasporte público prácticamente de manera autónoma. Ver las banquetas de estas ciudades no te deja dudas de cuáles son las prioridades.

Si todos somos peatones, entonces todos necesitamos excelentes banquetas. Los pasos peatonales por ejemplo, no son rayas pintadas sobre la calle, hay cambio de piso para mantener la dignidad del peatón. Las banquetas siempre están mejor que las calles y caminar por esos espacios dignifica tu condición humana. Una ciudad de “primer mundo” se reconoce principalmente por el desarrollo de sus espacios públicos. Si bien en estas ciudades que he citado, los arroyos vehiculares no son tan distintos de los de Guadalajara, lo cierto es que las banquetas son infinitamente mejores.

El espacio público comienza y termina en la banqueta y la calidad de vida de sus habitantes también. Parafraseando un viejo refrán diría que: si las baquetas fueran el reflejo del alma de una ciudad, nunca en mal estado deberían estar.