¿Cómo empezar? Las ciudades sostenibles reconocen a las banquetas como el espacio público por excelencia. Ver una ciudad a través de sus banquetas es mucho más que una aproximación, es una muestra del alma de la ciudad, de sus prioridades, de su coordinación, de la forma en que se entiende y asume la administración del territorio y la manera en que conviven gobierno y gobernados. Un par de días recorriendo ciudades como Bethlehem, Philadelphia o Nueva York, dan muestra de la importancia que tienen las banquetas. Con escasos 75 mil habitantes la primera, un millón y medio la segunda y ocho millones en NY, el espacio público es el lugar que las hace similares. En estas ciudades un niño, una madre con carriola, una persona con muletas o silla de rueda, o un adulto mayor, pueden pasear en condiciones adecuadas, atravesar calles, llegar a parques, hasta subirse al trasporte público prácticamente de manera autónoma. Ver las banquetas de estas ciudades no te deja dudas de cuáles son las prioridades.
Si todos somos peatones, entonces todos necesitamos excelentes banquetas. Los pasos peatonales por ejemplo, no son rayas pintadas sobre la calle, hay cambio de piso para mantener la dignidad del peatón. Las banquetas siempre están mejor que las calles y caminar por esos espacios dignifica tu condición humana. Una ciudad de “primer mundo” se reconoce principalmente por el desarrollo de sus espacios públicos. Si bien en estas ciudades que he citado, los arroyos vehiculares no son tan distintos de los de Guadalajara, lo cierto es que las banquetas son infinitamente mejores.
El espacio público comienza y termina en la banqueta y la calidad de vida de sus habitantes también. Parafraseando un viejo refrán diría que: si las baquetas fueran el reflejo del alma de una ciudad, nunca en mal estado deberían estar.