La trampa del contexto


Por. Pedro Alcocer.

La realidad pura y dura de nuestro entorno es el contexto. Debido a la saturación de información y a la velocidad en que cambia el panorama, el contexto que nos envuelve afronta diversos matices. Este concepto tan recurrente, particularmente en los novedosos planes de estudio de las escuelas de arquitectura, comienza en sí mismo a ser un ente presente y ausente al mismo tiempo. Presente por qué no podemos negar su existencia y todos sus matices (social, cultural, ambiental, histórico, etcétera). Ausente por la dificultad de definirlo, de abordarlo. En este proceso de integración o adaptación al contexto los arquitectos comenzamos a tener una relación de amor-odio con él, al final nos encontramos en una arista llena de ambigüedad.

Probablemente la aproximación al contexto, es decir un abordaje en el proyecto desde la cruda realidad de las circunstancias y condiciones que lo envuelven, en ocasiones, pueda convertirse trampa sin salida. Como aquellas “investigaciones” que resultan interminables, ya que abordan el tema de estudio desde un larguísimo listado de condiciones y características, pero sin llegar a conclusiones sólidas, a enlazar un tema con otro y acaban siendo un soso discurso inconexo y sin conclusiones, pero particularmente sin un posicionamiento claro.

En este sentido la noción del paisaje puede convertirse en una de las posibles salidas a la trampa del contexto. Existen muchísimas definiciones de paisaje que lo hacen igualmente un concepto que se mueve en la ambigüedad, sin embargo hay algo que desde mi particular punto de vista pudiera unificar la noción de paisaje. Antes que cualquier otra cosa, el paisaje es un filtro, es un lente desde el cual podemos tener un particular acercamiento a la realidad, el paisaje en última instancia es la criba por la cual se seleccionan diversos aspectos del contexto que pudieran ser trascendentes.

Todos tenemos un filtro de la realidad, hacerlo consiente y mostrarlo a los demás implica un proceso de interpretación paisajística y allí es donde entra nuestra capacidad de descifrar los elementos verdaderamente trascendentes.

En el arte incluso las pinturas más realistas tienen un filtro de la realidad. El Dr. Atl  pintó muchos paisajes de la Barranca de Huentitán con una técnica impresionante y que son documentos invaluables de su época, sin embargo si vamos al sitio, encontramos la particular visión del artista sobre los elementos que consideraba relevantes cribando o seleccionando fragmentos de realidad.  Gerhard Richter, con sus representaciones igualmente filtra la realidad con una técnica que ha depurado con el tiempo, haciendo en ocasiones visible elementos tan etéreos como el viento. Edward Hopper representó en sus pinturas la soledad y el vacío, en paisajes urbanos, una contradicción que encarna su particular postura ante el contexto.

Yendo mas lejos el artista catalán Perejaume creó un habitáculo titulado “Intemperie” (imagen) en forma de cubo construido por marcos vacíos, lo colocó en la cima de una montaña en la comarca de Garraf, dicha intervención no es otra cosa que una invitación a mirar fragmentos del paisaje seleccionados por él, una figura sumamente sugerente del filtro que implica la interpretación paisajística del lugar.

En este orden de ideas cualquier intervención arquitectónica o urbana que tenga un posicionamiento claro sobre el paisaje, puede encontrar la salida a la trampa del contexto, aquella telaraña que te atrapa y su salida puede ser realmente desgastante. La propuesta sería por lo tanto estimular una cultura del paisaje en contraposición a una cultura del contexto. Una cultura de síntesis en lugar de una cultura que tiende a enredarse en el copy paste.

,