El valor de la proximidad


Por: Jorge López de Obeso

No me sorprende que estén vecinos en pie de guerra contra tres o cuatro torres que sobrepasaron los límites de altura, demandando que sean demolidos los pisos que las exceden. http://www.cnnexpansion.com/obras/2011/01/07/torre-construccion-guadalajara-ley Es un ejercicio ciudadano exigir ante el gobierno que tus intereses no sean violentados a favor de otros, como estos vecinos que probablemente tendrán menos sol unas horas en cierta temporada del año. Lo que realmente es inquietante es el historial de mal tino que tiene la ciudad para emprender sus cruzadas urbanas.

La proximidad tiene un valor que aún no ha sido apreciado por los habitantes de la ciudad. En Brasil, probablemente por su falta de petróleo barato, hasta las ciudades medianas y pequeñas están construidas en 30 pisos. En Colombia, en seguramente por razones topográficas, es normal que los más ricos vivan en torres de 20 pisos, obviando el hecho de que los corazones financieros de las ciudades norteamericanas son la ubicación más apreciada. En nuestro caso, se ha despreciado tanto la proximidad que hasta se hacen pleitos para evitarla, y se tolera y hasta aplaude aquellas acciones que han convertido en nuestra ciudad en una de las metrópolis con  más baja densidad de América Latina.

Protestas ciudadanas (mal intencionadas o no) han destruido la posibilidad del BRT (caso único en Latinoamérica), destruido ciclovías (Hace 8 años en Av. La Paz, que si es ruta de ciclistas y parte de un plan de movilidad, se construyó y se destruyó inmediatamente por la protesta de 6 vecinos que no les pareció tener que estacionar su coche 1.20m más lejos) y ahora se perfila la destrucción de la posibilidad de tener proximidad en la ciudad, con vivienda de alta densidad. Pocos empresarios intentarán construir edificios en una zona que permite no ofrece seguridad jurídica a su inversión,   por errores (con dolo o no) de quien otorgó los permisos.

El verdadero crimen (sin menospreciar las horas de sol perdidas por los vecinos que exigen demoliciones) es que se haya permitido que las afueras de la ciudad se hayan invadido con el esquema de vivienda actual. Doña Berta, quien trabaja en mi casa desde hace años, se vio forzada a irse a vivir a uno de esos paraísos amurallados a tan solo 45 minutos del periférico, ya que su hijo fue embaucado con el  “sueño mexicano” por 20 años con un crédito que ahora no puede pagar solo. He visto como su presupuesto a menguado desperdiciado en camiones, y como su calidad de vida disminuyó al perder horas de dormir o descansar para poder pasar  dos horas de ida y otras dos de vuelta en transportarse.

La preeminencia de este esquema de vivienda, despreciando la proximidad y dependiente exclusivamente del transporte motorizado, ha saturado de lentos y ruidosos vehículos las calles de la ciudad. Esto afecta más a los vecinos que los tres pisos de la torre que quieren demoler, no sólo por el tráfico constante y exponencial a la que está destinada la ciudad, sino también porque muchos de sus amigos o parientes terminarán viviendo en uno de esos lugares ya que no hay lugares disponibles en la proximidad, a los que optarán por visitar  cada vez menos para evitar una o más horas de desquiciante traslado en el “cómodo” coche. Además, el gobierno se verá forzado en proveer más área de calle, con sus respectivos puentes, túneles y si acaso costosísimo transporte público, desviando recursos que podrían ser utilizados para mejorar la seguridad o la calidad del espacio público.

Lo sorprendente es que no haya demandas para demoler estas casas y evitar que la ciudad colapse, o que se exija que los funcionarios que permitieron (o se beneficiaron) con esto sean sancionados severamente. Es una lástima que los periódicos no se llenen de historias de vecinos solicitando leyes y soluciones para tener una ciudad más justa, limpia y sostenible en términos sociales, económicos o ambientales.

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