Reflexiones sobre planificación, autos y caminadoras


Por: Pedro Alcocer.

Recientemente Eduard Punset reflexionaba en su blog sobre los objetos menos adecuados para el siglo XXI, y decía, no podemos pensar en un objeto de 1,500 kilos sea la solución para mover en el mayor de los casos a una persona que pesa 70 kilos, además genera inmensos problemas de espacio, de contaminación, de aislamiento y un sinfín de calificativos, que podrían ir unánimemente en contra del espíritu que mueva la innovación del desarrollo en el siglo XXI.

Con estas reflexiones me vino a la mente el legado de Benton Mackay que justo en los años en donde apareció la fabricación en serie del automóvil, en 1921, propuso un proyecto de planificación regional perfectamente adecuado al siglo XXI. “An Appalachian Trail: A Project in regional planning”

En aquella época Mackay fue consciente de una problemática que hoy día nos puede parecer muy cotidiana:

Un sistema laboral en crisis, con una gran tasa de desempleo, que desvincula el trabajo de un “proyecto de vida”, Un notable subdesarrollo en el aprovechamiento del tiempo libre. Densificación de las zonas urbanas vs. abandono de zonas rurales. Desequilibrio en el desarrollo de centros de población y lugares de recreación. Una visión de los recursos que no toma en cuenta el poder de la naturaleza como estrategia para mantener la salud pública y el bienestar, así como un incremento en el problema de salud pública en los centros de población por la falta de ejercicio y recreación, en contraste gran abundancia de tierras subdesarrolladas para la recreación, próxima al grueso de la población.

Bajo estas consideraciones Mackay planteo la posibilidad de establecer una ruta que siguiera la cresta de los montes Apalaches de aproximadamente 2,500 kilómetros, desde las cercanías de Atlanta hasta la frontera con Canadá. Dicha ruta tendría una doble función:

Desde el punto de vista de la planificación podría convertirse en una ciudad lineal, cercana a las grandes ciudades de la costa este, que diera oportunidad de establecer un nuevo sistema de vida en grupos comunitarios, en las que se desarrollarían ocupaciones no industriales como la recreación, la recuperación, y estudios científicos, así como campos de producción establecidos como comunidades especializadas en valles adjuntos a la ruta, dando la oportunidad a aquellos deseosos de establecerse en el campo como una nueva fuente de empleo, con la consigna de proveer de alimentos, materiales de construcción y energéticos a los habitantes de comunidades y a los exploradores que decidan hacer la ruta.

Desde el punto de vista social Mackay planteo que la ruta podría ser un detonante a la depresión crónica que sufría el grueso de la población por la reciente guerra. Caminar durante 15 días seguidos (con goce de sueldo auspiciado por el gobierno) podría ser la oportunidad para un despertar colectivo, generando mejor salud, ánimo y productividad en las empresas.

En pocas palabras el proyecto planteaba un nuevo paradigma de desarrollo a partir de una experiencia del simple y humano acto de caminar. En aquella época, el planteamiento era una locura, sin embargo, 2010, 89 años después, ha sido el año en que el proceso de implementación del proyecto ha finalizado, con el derecho de paso por toda la ruta, grupos de locales que la gestionan y en buena parte viven de ella y lo más importante, usuarios, una multitud de usuarios que en pleno siglo XXI, deciden abandonar el automóvil y caminar dos o tres semanas motivados por una experiencia recreativa y cultural.

Saltándonos la historia de la implementación del proyecto que pasó por modificaciones y un sinfín de vicisitudes, no menos interesantes, hoy quienes dudaron de la idea de Mackay, quienes creyeron que su titánica idea era poco viable, estarán dándose cuenta que en definitiva el acto de caminar y sus proyectos asociados, deben de ser una de los objetivos fundamentales de los proyectos urbanos y regionales del siglo XXI.

Cómo último apunte aunado a las reflexiones de Punset yo agregaría las caminadoras eléctricas, como uno más de esos objetos ridículos e innecesarios, que tendrían que estar en la lista de objetos que no siguen el espíritu de desarrollo del siglo XXI

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