La ciudad y los días


  • Por Juan Palomar Verea en El Informador

Es indispensable repensar la ciudad; ocupamos volver a entenderla

Espacio. Entenderle a la ciudad. Paciencia. Entre otras cosas. Una ciudad que es comprendida por sus habitantes, a su vez, los comprende; es decir, los abriga, les hace campo, los sustenta. La ciudad es construida a diario por sus moradores, quienes refrendan tácita o expresamente su pacto de vivir y creer en ella. Si, como ha pasado en el último lustro, una vigésima parte de sus habitantes se van a vivir a la periferia, es que algo anda muy mal en el organismo en su conjunto.

Veamos algunas de las creencias (o mitos) sobre los que se basa este desarreglo:

No hay opciones de vivienda en la ciudad central para las clases populares. Depende. No en los términos en que se maneja la vivienda nueva conocida como de interés social. Porque toda la lógica que sostiene a este tipo de vivienda es el bajo costo del suelo. De allí la criminal dispersión urbana ante la que nadie parece hacer nada. Pero hay ejemplos ilustrativos. Un trabajador (entre muchos) en la burocracia municipal obtuvo su casa del Infonavit por el rumbo de Tlajomulco. Al principio, muy contento; y poco le duró el gusto. Hasta que se dio cuenta del altísimo costo de sus desplazamientos cotidianos. En calidad de vida, en horas, en gasolina y en desgaste de su coche. Su mujer trabaja en el Centro, sus hijos no tenían escuela, en su nuevo “barrio” no había prácticamente ningún satisfactor: comercio, recreación, salud, servicios… A los pocos meses se decidió, cerró la nueva casa (anda viendo quien se la renta) y rentó un departamento por la calle 56. Se reporta mucho más contento, menos gastado y con una familia más integrada.

Las clases medias-altas no tienen otra alternativa que irse a cotos del Poniente. Falso. Una nueva generación, la de los jóvenes que van de los 20 a 30 años, parece ir entendiendo que vivir en la ciudad debe significar más que un fraccionamiento bardeado, un gendarme en la puerta y un aburrimiento generalizado. Que la ciudad (puesto que algunos han viajado) es posibilidad, conectividad, intercambio, variedad, vida estimulante. Estas generaciones se dan cuenta que hasta los gringos están buscando hacer barrios más o menos parecidos a Santa Teresita o San Felipe de Jesús (o Saint-Germain). Que la suburbia funciona para las Desperate housewives y poco más. De allí el resurgimiento de la colonia Americana (y otras) como lugar para vivir. Todavía no hay la suficiente oferta de vivienda allí: ya se irá abriendo paso. Al igual que unas mejores condiciones de habitabilidad.

El centro metropolitano debe servir únicamente de gran centro comercial y administrativo. Falso. Basta darse la vuelta por las ciudades que sí funcionan. Allí, está altamente valorado vivir en el centro de lo que sucede. Y han hecho lo necesario para que la calidad de vida -la habitabilidad- haga los centros atractivos y deseables. Es indispensable repoblar el Centro de Guadalajara: re-vivir el Centro, como lo dijo hace ya años el arquitecto Gabriel Casillas Moreno cuando impulsó la inclusión de edificios de vivienda en la Plaza Tapatía. Como todo lo que impulsa el Proyecto Alameda -un activo propiedad de la ciudad de Guadalajara- y aún vigente y posible.

Es indispensable repensar la ciudad; ocupamos volver a entenderla.