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Texto por: Alfonso Alfaro, Jaime Cuadriello, María Palomar y Tomás de Híjar.
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Como parte de las celebraciones por los 200 años de la Restauración de la Compañía de Jesús, el Centro de Promoción Cultural del ITESO a través de la exposición Mística y disidencia, imágenes del Corazón de Jesús,  busca mostrar el culto al Corazón de Jesús, que es uno de los elementos que hacen la transición entre la antigua Compañía de Jesús, los años de la supresión y la Restauración de la misma. Más tarde en el siglo XX esta devoción cobró una importante dimensión de disidencia social a través de la figura de Cristo Rey.

Presentación

Las experiencias de la generosidad y de la misericordia son tan irrenunciables para la naturaleza humana como el vértigo ante el sufrimiento inexplicable. El catolicismo hizo surgir en el siglo XVII, en una Francia más bien excéntrica respecto de la cultura barroca irradiada en esos momentos desde la Roma pontificia, una corriente espiritual que aspiraba a dar un sentido a esa fundamental paradoja de la condición humana.

La imagen de un Corazón divino, eje del sistema del cosmos, ofrecía consuelo y un atisbo de esperanza porque  era capaz de acompañar en sus vicisitudes a cada corazón humano desconcertado, herido por la violencia y el dolor incomprensible. En su nombre y bajo su amparo era posible tejer lazos de solidaridad, vínculos de apoyo, redes de movilización.

En las primeras décadas del siglo XX, los católicos mexicanos, marcados por la violencia de más de un siglo de confrontaciones sociales, encontraron un rumbo para sus anhelos de concordia haciendo converger en esa figura entrañable de Jesús otro de los atributos esenciales de su divinidad encarnada, la realeza: el grito de “viva Cristo Rey” había de dejar una huella profunda en nuestra historia y en nuestra cultura.

El bicentenario de la Restauración pontificia de la Compañía de Jesús en 2014, trajo a la  memoria el vínculo tan estrecho que ha unido a lo largo de los siglos a la orden ignaciana con esta corriente espiritual y del papel tan prominente del culto del Corazón de Jesús como uno de los puentes fundamentales que unieron, a través de las cuatro décadas de supresión, a la antigua y a la nueva Compañía.

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El corazón, núcleo vital

El corazón fue durante largos siglos el centro simbólico de la vida humana. Era la sede emblemática de todas las funciones de la carne y del espíritu, de las pasiones y de la razón. A partir de las investigaciones de William Harvey a principios del siglo XVII sobre la circulación de la sangre y de la difusión de la física cartesiana apareció una imagen rival, una alternativa simbólica, el cerebro, donde se hizo residir el signo visible del pensamiento racional.

El imaginario de nuestra civilización fue así bifurcado lentamente a partir de ese momento. Pero en muchos espacios, el corazón continuó siendo representado como el núcleo vital donde se dirimen todos los conflictos de la  existencia humana, donde la inteligencia y los afectos libran las batallas que enfrentan a la luz y el error, la voluntad y el vicio, la virtud y la muerte eterna.

Esta serie narra el proceso que lleva al corazón humano, convertido en campo de batalla, a derrotar al pecado y quedar libre de sus influjos

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El Sagrado Corazón en la Compañía de Jesús

La Compañía de Jesús encontró elementos de sintonía entre su propia tradición espiritual centrada en una relación estrecha con la persona de Jesús cuyos rasgos de generosidad y misericordia se resaltaban, y el  nuevo movimiento espiritual surgido en Paray-le-Monial. Además del Padre la Colombiëre, los Padres Gallifet  (en la antigua Compañía)  y Ramiëre (quien propugnaba por incorporar al culto la dimensión de la realeza de Cristo y que fundaría el Apostolado de la oración y el Mensajero del Corazón de Jesús en el siglo XIX) contribuyeron a formular un modelo que tanto influjo tendría en la vida social de los países con población católica. La nueva devoción se situaba a contracorriente del jansenismo prevaleciente entre las elites intelectuales francesas del momento que propugnaba una sensibilidad de la austeridad y el rigor.

Durante los años en que la orden estuvo suprimida (de 1773 a 1814) se fundó una Compañía del Sagrado Corazón para agrupar a antiguos jesuitas que pugnaban por reconstruir la institución ignaciana. A la restauración promulgada por el papa Pío VII en agosto de 1814, la Compañía encontró plena de vitalidad entre el pueblo católico esta corriente espiritual que ella había contribuido a consolidar y que había desempeñado el papel de polo de referencia de la espiritualidad jesuítica durante su ausencia y la convirtió en una cabeza de puente para sus nuevos proyectos.

El carácter ultramontano que adquirió con frecuencia esta corriente, en buena parte como reacción a la hostilidad que despertaba entre los adversarios de los jesuitas y en los medios hostiles a la Iglesia, se veía temperado por las experiencias de diálogo con la cultura de la modernidad ilustrada, particularmente en los Estados Unidos, único espacio donde la Compañía pudo desarrollarse sin trabas a lo largo del siglo XIX.

En esta pintura: Los rayos amorosos que fundan la relación trinitaria tienen correspondencia con los que dimanan del Corazón de Jesús cuyo ardor inflama el orbe entero. Los santos emblemáticos de la Compañía de Jesús (Loyola, Javier, Gonzaga, Kotska) manifiestan el papel fundamental que su orden obtuvo en la configuración y difusión de esta devoción. Tres de las cuatro partes del mundo están representadas por señores nativos, mientras que la cuarta, Europa, aparece bajo la figura del rey Fernando VI, hermano y antecesor inmediato de Carlos III, que había de expulsar a la Compañía de sus dominios y lograr su supresión.

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La devoción popular

Desde la piedad intimista y monacal en la Francia de Luis XIV pasando por la movilización de las familias en defensa de la Iglesia durante la Revolución francesa, la Comuna de París o la Cristiada, el culto al Corazón de Jesús ha llegado a muchos tapatíos en cuyos espacios domésticos y lugares de trabajo ha sido entronizado. A través del paso de las generaciones late todavía un afecto hondo e intenso que se expresa en los comulgantes de los Primeros viernes y en el callado gozo de jóvenes y viejos que comparten la Adoración nocturna.

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El Sagrado Corazón y Cristo Rey

Las profundas sacudidas del ciclo de guerras civiles que inició en Francia con la Revolución de 1789 y sus prolongaciones en 1830, 1848 y 1871, un proceso que presenta homologías que en 1810, 1856, 1910 y 1926 devastaron a México, inclinaron a numerosos católicos a anhelar un equilibrio, a ansiar que la realeza de Cristo tuviera alguna forma de presencia en las sociedades históricas.

La consagración de la humanidad entera al Sagrado Corazón de Jesús realizada por León XIII en 1899 preparó el camino para que la coronación de su imagen en la catedral de México en 1914 llegara a convertir a la figura de Cristo Rey en una festividad litúrgica para toda la catolicidad.

Otras representaciones destacadas:

Desde las vísperas de la Comuna de París (1871) un grupo de católicos franceses capitaneados por el profesor de la Sorbona Frédéric Ozanam habían deseado marcar con un imponente signo arquitectónico la presencia visible de la Iglesia en una sociedad a la que sentían cada vez más ajena. La basílica del Sagrado Corazón sobre la colina de Montmartre fue el primero de esos monumentos entre los que habían de destacar el del Corcovado y el del Cubilete.

Cristo Redentor del Corcovado (Brasil), Cristo Rey en el Cerro del Cubilete (México) y Basílica del Sagrado Corazón (Francia)

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Si quieres aprender un poco más sobre este tema haz clic sobre los siguientes títulos:

1) Los grandes heraldos del culto al Sagrado Corazón

2) Los siete dolores de María Santísima

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