Festejados/as ¿con voz y voto?

Texto: Claudia Arufe Flores

Fotografía: Alejandra Sandoval Godoy

Se dice que desde la época postrevolucionaria, en México, se celebra a los niños y niñas los días 30 de abril. No obstante que ésta no es una fecha universal[1], como muchos otros días conmemorativos, surgen diversos argumentos a favor o en contra sobre si hay algo que celebrar, sobre todo cuando se contrastan los discursos festivos con las realidades de la situación del día en cuestión, que no en pocas ocasiones, resultan desfavorables.

También se dice que la gran mayoría de las fechas asignadas como “el día de…” han sido secuestradas por las visiones más consumistas que enarbolan la lógica de que para celebrar hay que consumir. El día del niño no se escapa: lo que comúnmente se nos viene a mente para ese día es comprarles algo a nuestros hijos o en el caso de los gobiernos, repartir juguetes o pequeños presentes a niñas y niñas, sobre todo a los que se encuentran en situaciones de desventaja social.

Sin embargo, desde un enfoque de derechos de la infancia, esta fecha ha de verse como una oportunidad para reflexionar en torno a la situación de los derechos de los niños y niñas en nuestro país. En esta ocasión he querido llamar la atención hacia una de las categorías de derechos menos ejercida por la infancia, independientemente de su realidad socioeconómica y a una de sus principales características esenciales: la participación y su autenticidad.

¿Cómo lograr que los actos de participación infantil sean auténticos? Al entenderse como un derecho y no así una obligación, el participar no puede forzarse: los niños y niñas tienen el derecho de decidir si participan o no. Implica brindar a los niños y niñas la oportunidad de comprender las consecuencias y los efectos de sus opiniones, así como el contexto en el cual están implicadas. Esto conlleva a que busquen, reciban y difundan información ya sea de forma oral o escrita. En congruencia con lo anterior, la participación ha de estar basada en el diálogo.

El que los niños y niñas participen significa que tienen la posibilidad de influir en la toma de decisiones al ser previamente informados y consultados, en otras palabras, la participación nunca debe ser utilizada para manipular o encubrir estrategias de los adultos. Éstos deben respetar los espacios de interacción, participación y negociación con los grupos infantiles. Se hace esta aclaración porque ya en algunos casos se ha evidenciado cómo el sector público, las asociaciones civiles o religiosas, las escuelas recurren a prácticas manipuladoras y asistencialistas donde se termina por maquillar y actuar la participación de los niños y niñas, denigrándola a mero espectáculo fingido.

Otro aspecto que reviste de autenticidad a la participación infantil es el hecho de que se encuentre relacionada con los valores y actitudes frente a la convivencia social y que se vivencian principalmente en las instituciones y espacios de socialización como la familia, la escuela y la comunidad. A participar se aprende participando. Como adultos, observemos nuestra forma de participar en estos contextos y respondámonos qué tan auténtica es la participación que le estamos enseñando a nuestros niños y niñas.

 


[1] Cada país ha definido el día de niño, y prácticamente cada mes, en alguna nación del mundo se celebra a los niños y niñas.

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