La migración es hermosa

Por Beatríz Cumplido Gutiérrez, estudiante de Relaciones Internacionales. Actualmente es becaria del proyecto “Historia Fiscal en México”, del departamento de Estudios Sociopolíticos y Jurídicos del ITESO.

Dice Ortega y Gasset que “yo soy yo y mis circunstancias”. Cada uno de nosotros tiene una historia que nos conforma como lo que somos: seres humanos. Un migrante no es una “cosa”, no es un “enemigo”, no es un “intruso”, no es un “delincuente”. Antes que nada, un migrante es una persona, que piensa, que siente, que vive, que expresa, que goza, que sufre; pero sobre todo, es una persona que tiene una historia. Ese es el mensaje principal que el video nos transmite.

Se sabe que Estados Unidos es el país número uno en los destinos migratorios del mundo. Cada año, cientos de miles de humanos abandonan sus hogares, sus familias y su tierra para buscar en este país un futuro distinto; uno, con suerte, mejor. La mayor parte de este flujo migratorio está conformada por los mexicanos, en una relación muy compleja, que va más allá del simple capricho del “american dream”.

Como Favianna lo explica en el documental, el análisis sobre la inmigración estadounidense no puede reducirse a la conclusión simplista de la “gente que llega para buscar trabajo”. No, el fenómeno va más allá, e incluye un sinnúmero de causalidades que en su gran mayoría son desconocidas e ignoradas no sólo por la opinión pública estadounidense, sino también (y muy lamentablemente) por los políticos y la clase gobernante.

Lo que muchas veces se ignora, lo que en pocas ocasiones se escucha en los medios de comunicación, es que en otros países la vida es más difícil: aquellos en donde hay guerra interna, lucha contra el narcotráfico, esos en los que alguien puede ser perseguido por sus creencias religiosas o políticas, las naciones en las que la homosexualidad está altamente penalizada, en fin, donde la vida no es vida. Y así volvemos al inicio: cada migrante trae en su espalda el peso de su historia, su propio bagaje cultural y una identidad que lo define. Lo que sucede es que, en su mayoría, la sociedad no conoce, ignora y reprueba sin haber nunca antes revisado “la otra cara de la moneda”.

Los medios de comunicación repiten siempre las mismas imágenes de inmigrantes trepando la barda en la frontera de México- Estados Unidos; los tachan, los acusan, infunden miedo. Nadie se dedica a contar las historias que hay detrás. Nadie habla acerca del hambre que se sufre allá en el pueblo, ni de los niños que se quedaron llorando la partida, ni de la esposa a la que quizás no vuelva a ver, ni del sabor de la comida, ni de aquél pariente que ya murió tratando de cruzar pero qué le vamos a hacer si uno tiene que comer.

Y viene entonces la complejidad de la política y las leyes, eso que el ser humano se inventó en un principio para regular las disputas y aspirar a vivir en paz. Y es, por tanto, válido preguntarse ¿cómo cabe en algo tan abstracto y tan cuadrado como las legislaturas, algo tan diverso y complejo como es el tema migratorio? Pareciera ser que simplemente lo rebasa. He ahí que surgen las iniciativas y reformas basadas en la xenofobia, en el racismo y en el odio disfrazados de algo a lo que Estados Unidos llama “seguridad nacional”.

Más de alguno podría pensar que al manifestarse públicamente en contra de las leyes anti inmigrantes, se está interfiriendo en la autonomía del pueblo estadounidense a fijar sus propias reglas, que al fin y al cabo están dentro de su territorio. De acuerdo a las teorías de las Filosofía Política, cada Estado es libre de autogobernarse, de manejar su política doméstica como así más le convenga.

No obstante, este caso en particular va más allá de la soberanía estatal, pues este tipo de políticas abren las puertas a la violación latente de los derechos humanos, los cuales han sido colocados en múltiples ocasiones y tratados internacionales por casi todos los países, en una posición suprema: algo que le es inalienable al individuo desde el día de su nacimiento. Alguien nace ser humano, ese alguien tiene derechos, punto.

Es por eso que surge la necesidad de desmitificar la migración. En el video, se hace a través del arte, porque el arte “mueve conciencias y corazones”. Hay que entender que el ser humano es como la mariposa, que tiene libertad de movimiento. Hay que desmentir que las causas del problema son los migrantes, cuando en realidad las propias empresas estadounidenses mantienen a las economías mundiales en el subdesarrollo, al instalarse en países en donde los trabajadores son explotados a cambio de los más ínfimos salarios, que eventualmente se traducen en terribles condiciones de vida y orilla a los individuos a buscar una oportunidad mejor.

Migrar, dicen los protagonistas del video, no es “encontrar mejores condiciones de vida”; migrar es “encontrarse con uno mismo”, es la búsqueda de una reinvención propia, es querer ser mejor persona, es anhelar la dignidad arrebatada. Estas personas “indocumentadas” ya no son “inmigrantes”, porque son de donde nacieron, no de donde alguna vez pertenecieron sus padres. No son de aquí pero tampoco de allá: son ilegales y no es su culpa. No vienen a buscar empleo ni a aumentar la delincuencia: viene a ser libres.

Me parece un video muy interesante, que intenta dar voto a las personas y voz a sus historias. Lo que aquí he escrito es a la vez recuento y opinión acerca de lo que plantea este movimiento de migrantes en Estados Unidos. Me parece una de la más acertadas y sensatas de todas las posturas que hasta ahora he odio.

Los migrantes no siempre fueron migrantes: un inmigrante, antes de serlo, es persona, es ser humano y esa condición debería ser absolutamente invaluable. No son justas tantas muertes en la frontera, ni la discriminación, ni el racismo, ni el atropello. Lo único que es justo es que el sistema sea justo, es decir, que todos seamos iguales, sin importar de dónde venimos o en qué creemos.

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Basado en el video Voice or Art – Migration is Beautiful. [Última consulta el 19 Febrero 2013]

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