Encuentro transformador de sujetos débiles. Una reflexión a partir de la atención humanitaria a los migrantes en tránsito

Por Heriberto Vega Villaseñor, miembro del Programa de Migración donde colabora como asesor del  PAP de Migración, y apoya en el seguimiento a los jóvenes que participan en el escenario de migrantes del Voluntariado Universitario de Manos Solidarias y del proyecto de Estudio y atención a la migración en tránsito por México.

La sensibilidad posmoderna parece gustar de expresiones que aluden a mínimos: se aplica a la ética, a la política, a las reglas en lo general. En consecuencia, se habla de sujetos débiles, sin duda en contraposición a sujetos “fuertes” como lo fueron quizá aquellos que hacia la segunda mitad del siglo pasado albergaban grandes ideales, y consideraban que había razones para pensar en proyectos firmes de bienestar a largo plazo. El sujeto débil, entonces, sería aquel que se mueve en los mínimos y que además se proyecta en plazos cortos apoyado en la provisionalidad del pensamiento y, quizá primordialmente, en lo “líquido” de los afectos; de ahí que prefiera, por ejemplo, una ética de mínimos. Es el ser humano posmoderno anclado solamente en el hoy y en lo efímero del instante, sin mayor preocupación por el mañana incierto.

Uno de esos sujetos débiles, en el sótano de la posmodernidad, es, ciertamente, el migrante, sobretodo en la situación de tránsito. La única diferencia  está en la forma como ha llegado a ese estado: en los últimos años, y de manera particular los centroamericanos en su paso por México, han dejado de ser sujeto derechos humanos y de la mínima garantía de seguridad. Ni siquiera una ética de mínimos parece aplicarse a estas personas que optan por estas travesías de vulnerabilidad. En efecto, para grupos de criminales y aún para un buen número de autoridades coludidas con ellos, el migrante en tránsito es visto sólo como objeto de lucro e incluso desechable.

Sin embargo, hay grupos en la sociedad que tienen una mirada diferente hacia el migrante en tránsito y se dedican a darle atención humanitaria desde formas muy variadas. Se tiene el ejemplo de las llamadas “Patronas”, esas mujeres valientes que desde temprano preparan comida y alimento que es entregado al paso del tren a los hambrientos migrantes que van a lomo en “la bestia”, como llaman al ferrocarril. Su compromiso es cotidiano. Alguna vez entrevistaron a una de ellas y le preguntaron la razón por la que daban esta ayuda, la respuesta no podría ser más contundente: “¿Y si fueran nuestros hijos?…A nosotras nos gustaría que alguien les ayudara”.

Otro es el del buen samaritano que al paso del camino ofrece ayuda en el momento oportuno. Son los miles de anónimos que al ver a los migrantes en su paso les ofrecen comida, ropa, agua, les dan una medicina, les orientan en el camino, les pagan el taxi, los llevan de “aventón” a las vías o simplemente les dan una palabra amable o de aliento en la travesía. Este grupo no está contabilizado por ninguna investigación formal, pero sin duda es un soporte importante para la dura jornada migratoria.

Un sector muy importante en el mundo académico ha puesto también su atención en los migrantes. Los resultados de sus investigaciones han servido para comprender el fenómeno migratorio y sugerir nuevas líneas de trabajo. Claramente se puede hablar de un campo de estudio de la migración así como derivados: migración y desarrollo, migración y derechos humanos, migración y creencias. Desde sus aportes encontramos teorías sobre la migración que permiten caracterizar, entre otras cosas, las fases de la migración: el origen, el tránsito, el destino y el retorno. Los académicos constituyen un grupo importante para la realidad migrante.

Y quizá el grupo más visible, que sin duda cuenta con grandes posibilidades de intervención, es el articulado desde la Dimensión de la Pastoral de la Movilidad Humana, específicamente la Pastoral de Migrantes, dependiente de la Conferencia del Episcopado Mexicano.  En ella se ubican las Casas y Albergues de Migrantes, así como los Centros y Grupos de Derechos Humanos derivados de esa atención al migrante en tránsito. Hay iniciativas que dependen directamente de las Diócesis ya sea desde la Pastoral Social o bien desde Cáritas,  otras son de origen parroquial, unas más surgen de la vida religiosa tanto femenina como masculina, o bien de laicos comprometidos con la causa.

En las Casas y Albergues de Migrantes se ofrece comida, vestido, aseo personal, atención médica, orientación psicológica y espiritual, descanso y en muchos casos asesoría jurídica e incluso seguimiento de denuncias en las Fiscalías Especializadas. Los requisitos de admisión son mínimos pero indispensables: no haber consumido bebidas alcohólicas o drogas, no portar armas, aceptar las reglas de la casa, respetar a las personas e instalaciones.  Se puede apreciar que por principio se cree en la palabra de quien llega, pero con esta confianza pueden introducirse también “polleros” e incluso individuos del crimen organizado, como de hecho ha sucedido, y el personal de la casas tiene que actuar expulsando a quien no cumple los requisitos para la atención que se brinda. Otra característica es que nunca se sabe bien a bien a cuántos migrantes se va atender en el día, lo mismo pueden llegar cinco que doscientos, siempre hay sorpresas y para ello tienen que estar preparados.

En la actualidad, se cuentan con más de cincuenta casas repartidas a lo largo de las rutas migrantes. En términos geográficos se dividen en zona sur, centro y norte. Aunque las casas cuentan con algún apoyo institucional por parte de la Iglesia Católica, son pocas las personas que reciben un salario por su trabajo. La fortaleza de la atención a los migrantes en tránsito en las Casas y Albergues de Migrantes está en el servicio voluntario de jóvenes, adultos e incluso gente de la tercera edad. Estas personas generosamente ofrecen trabajo gratuito para realizar las actividades cotidianas de atención a los migrantes, son ellos quienes sortean las diversas problemáticas y quienes resuelven, en muchos casos, las situaciones inesperadas como puede ser una llegada masiva o bien la primera atención a quienes vienen malheridos o víctimas de algún abuso o violación a sus derechos humanos.

Si el posmoderno se adjetiva como un sujeto débil, habrá que reconocer que hay de debilidades a debilidades. He afirmado que el migrante en tránsito se puede caracterizar también como un sujeto débil, pero por la razón inversa: el posmoderno opta por la debilidad y los mínimos, al migrante se le han quitado tanto su seguridad como los mínimos cuidados humanos. No es que haya optado por esa condición sino que está condicionado por la realidad violenta y criminal que se le impone por su situación de extranjero en camino.

Lo curioso es que a fin de cuentas uno y otro se pueden encontrar y transformarse, y el sujeto débil posmoderno puede optar por la causa del migrante y descubrir en ese débil obligado una fortaleza que nunca imaginó: la terca esperanza de que el mundo puede ser diferente, de que puede haber un lugar donde la vida sea posible y mejor, de que se puede sonreír en medio de la adversidad, que puede existir un proyecto de largo alcance por el cual apostar la vida.

El migrante en condición de debilidad también encuentra en el posmoderno que opta por su causa una esperanza: la de sentir el cuidado de otro por el mero hecho de ser humano y de estar en necesidad, la de reconocerse sujeto de derechos en medio de la obligada fragilidad. Ambos sujetos débiles se fortalecen y se potencian en el encuentro solidario que les hace colocarse en un plano de igualdad fraterna hacia una causa que los rebasa y trasciende, la del cuidado y búsqueda de una sociedad cada vez más humana y justa.

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